La Jornada 31 de agosto de 1997

Difícil, que mixes dejen sus casas para instruirse

Víctor Ruiz Arrazola, corresponsal /II, Tlahuitoltepec, Oax. Ť Dentro de las actividades prioritarias del Programa de Mujeres de Servicios del Pueblo Mixe, durante 1997 figuran la detección de problemas de desnutrición en menores de cinco años y una campaña de práctica del papanicolau servicouterino entre las indígenas de la región.

Sofía Robles Hernández, coordinadora del programa, dice que algunas mujeres se oponen a que se les haga el papanicolau, ``y como eso ya es una opción personal, no se les va a obligar''. Mientras, las promotoras aprovechan los días de tianguis, los sábados, para tomar el peso a los niños menores de edad y así detectar si tienen problemas de desnutrición.


Imagen habitual en una corriente de Huatulco, Oaxaca.
Foto: Frida Hartz

El grupo de trabajo de mujeres en Tlahuitoltepec comenzó en 1982 con apoyos mutuos en la labor del campo. ``En los años 1989-90 empezamos a extender actividades a otras comunidades como San Marcos Moctú, Totontepec, Alotepec, El Triunfo y San Antonio Tutla''. En la segunda etapa se desarrolla en Cotzocón, Alotepec, Estancia de Morelos, Choxnaban, San Isidro Huayapan, Camotlán y Jaltepec de Candayoc.

Resultados

Robles considera un gran avance la permanencia y el trabajo constante de las organización de mujeres y el intercambio que se ha logrado, porque ``no es fácil laborar con mujeres campesinas''.

Explica: ``Estas mujeres están preocupadas por la supervivencia, porque para asistir a un curso se tiene que estar unos cinco días fuera de la casa; eso es terrible para mí, que estoy percibiendo un salario, y dejar a mis hijos siempre es una cuestión muy difícil. De repente digo, ¿pues qué estoy haciendo?, ¿estoy haciendo bien o mal? Bueno, para mí es un trabajo que me satisface y me resuelve cierta necesidad económica en la familia.

``Es un logro grande que las señoras logren dejar sus casas, logren vencer muchos obstáculos, problemas con el esposo, con los hijos, estar defendiendo también este espacio que ellas han logrado, porque si en un principio no tuviéramos la respuesta de la gente, pues hubiéramos dejado las actividades y nos hubiéramos dedicado a las labores productivas con los hombres. Fuimos pioneras en muchas cosas, por ejemplo antes no se cultivaban hortalizas en las comunidades, fuimos las primeras en hacerlo.''

Desde hace dos años, el programa se dirige a esposas de hombres que participan en grupos productivos de servicios del pueblo, con la finalidad de que los programas se interrelacionen, pero también se realizan actividades con mujeres que no pertenecen a la organización.

El mayor obstáculo es el trabajo de la casa, pues además de la labor en el grupo, ellas deben continuar con todas sus actividades domésticas. Muchas veces dicen: ``No asisto porque con quién dejo a mis hijos, a mi esposo, quién les da de comer''.

Algunas mujeres, continúa la coordinadora del programa, se organizan pero no están dispuestas a salir y alegan que no tienen posibilidades. Tlahuitoltepec y Cotzocón son dos comunidades donde las indígenas son artesanas en su mayoría, pero el mayor problema, según Sofía Robles, es en el segundo sitio.

``Las tratamos de involucrar a una organización de artesanas más amplia para que ellas puedan buscar sus propios canales de comercialización, pero no quieren, y nosotros no podemos obligarlas a que le entren. Ellas dicen: `nosotras sí entregamos nuestra mercancía, pero no salimos de nuestra comunidad, no podemos'.

``Cursos a Oaxaca o a otros estados, dicen: `no vamos, nosotros nomás vamos a curso de la región', porque también una de las limitantes es que la gran mayoría son mujeres que no fueron a la escuela, no saben leer ni escribir o no hablan español'', relata la coordinadora del programa.

Tejedoras

Las mujeres dedicadas a la confección de huipiles (vestidos) de San Juan Cotzocón se quejan del mal pago por sus tejidos, ya que los coyotes o intermediarios son los que mayor provecho sacan de ese trabajo.

Dionisia Benítez Lorenzo es una de las artesanas que en telar de cintura elaboran las prendas en un tiempo que alcanza una semana completa. Herlinda Francisco Reyes señala que apenas y tienen espacio para dormir y comer e incluso tampoco tiempo para atender a sus hijos.

Hasta su comunidad llegan los coyotes que compran en 35 o 40 pesos cada huipil, cuando el kilogramo de hilo cuesta 40 pesos y, según sus requerimientos, son 700 gramos los necesarios para tejer un vestido tradicional. Es decir, su ``ganancia'' es apenas de 10 pesos.

La organización de 20 mujeres para comerciar la ropa fracasó y de ese grupo, el Programa de Mujeres de Servicios del Pueblo Mixe retomó la experiencia de trabajo conjunto para la capacitación en siembra de hortalizas, que funcionó para mejorar la alimentación, pero volvieron al tejido de huipiles y lo que desean es un buen precio por su labor, según Dionisia Benítez, quien recuerda de esa experiencia la compra de un nixtamal que les ahorra el trabajo doméstico