La Jornada domingo 31 de agosto de 1997

José Agustín Ortiz Pinchetti
¡Adiós, tlatoani, adiós!

Los mexicanos nos tenemos que ir acostumbrando a la idea de que el Presidente-Tlatoani y todos sus resplandores van a desaparecer. Es como quedar huérfanos. Si tenemos suerte, en los próximos años veremos transformarse al actual monarca en un presidente republicano. La responsabilidad no es sólo del presidente Zedillo sino de todos nosotros. En particular de la nueva oposición.

En el siglo XV los mexicanos esperaban que el Tlatoani los animara con discursos excelentes. Para ellos el emperador era ``el padre y la madre de los mexicanos''. Los presidentes-tlatoanis contemporáneos se apegaron mucho a los usos políticos y a la retórica de sus remotos antepasados. Los informes presidenciales eran en realidad rituales. El Congreso era una corte sin capacidad de réplica, que procesaba las iniciativas de ley del Presidente para darles cierto cariz de legitimidad. Las respuestas a los informes presidenciales eran, por lo tanto, estereotipadas, tediosas y la mayoría de las veces serviles.

Pero las cosas están cambiando. El Congreso de la Unión se está convirtiendo en un parlamento beligerante en el que tal vez la oposición realice el milagro de mantenerse unida y pueda convertirse en mayoría. Como sea, el partido del Presidente ya no es la maquinaria implacable e invencible que fue.

Sería interesante abreviar el Informe. El señor Zedillo podría ser capaz de reducir a 30 minutos la visión de cómo están las cosas en México y cómo él ha gobernado hasta hoy. Sería saludable una respuesta de la oposición crítica, pero respetuosa. En el imaginario colectivo pudiera admitirse la desacralización progresiva de la figura presidencial, pero sería muy lesivo para México hacer escarnio del Presidente.

El manejo presidencial deberá dejar atrás (en esta ocasión histórica) el mensaje defensivo. El Presidente, que ha tenido mucho éxito en la reforma política, nos deberá explicar cómo se propone continuarla y hacerla culminar antes de que entregue el mando en el año 2000.

La mayoría de la gente estará interesada mucho más en que explique porqué la economía es tan mala. El Presidente tendrá que convencernos de las razones por las que se mantiene el modelo ``neoliberal'', después de demostrar durante 15 años su incapacidad para producir más riqueza y, sobre todo, para repartirla mejor. El Presidente tendrá que explicar directamente porqué enormes recursos fiscales se emplean para compensar a los grandes grupos financieros, en lugar de dirigirse a mejorar el bienestar de las familias.

El Presidente tendría una gran oportunidad este día 1o. de septiembre de inaugurar su gobierno en un tono más republicano, con un nuevo elenco en el eje político y con una línea más nacionalista, y explicar cómo pretende atacar la corrupción y el endeudamiento excesivo. ¿Cómo superar nuestra condición de semi-protectorado?

La oposición y el PRI se han atrincherado para desgastarse en temas menores. Es de esperarse que hayan logrado para estos momentos un entendimiento. Hasta hoy han demostrado una gran incapacidad parlamentaria. El PRI mantiene en un puño autoritario a sus huestes, pero la oposición hace lo mismo. Las cúpulas del PRD, PAN, PT y PVEM no han hecho una consulta seria a sus diputados para preguntarles si están o no de acuerdo con la línea de choque que han adoptado como estrategia.

Hay que estar muy atentos no sólo a las palabras del Presidente, sino de su nuevo interlocutor: un Congreso mucho más plural, beligerante y crítico. El equilibrio entre el comportamiento del Presidente y el del ``nuevo'' Congreso parece ser el tema central de este momento de la vida mexicana.