En el número de agosto de la revista Nexos, José Joaquín Blanco derrocha un muy compartible entusiasmo por Cargos de conciencia, el más reciente libro de Rafael Pérez Gay. En esta misma columna dediqué algunas líneas a festejar lo que Blanco llama ``El sonido Pérez Gay''. De cualquier forma, hay una mosca en la sopa: Blanco se queja de que ``algún imbécil puso el grito en el cielo porque un cuento de Pérez Gay efectivamente jugaba con un cuento, mundialmente conocido, de John Cheever, autor de best-sellers''. ¿Realmente es necesario insultar a un escritor anónimo para pulir la estatua de Pérez Gay? La invectiva puede ser una de las bellas artes; sin embargo, el columnista de ``Retratos con paisaje'' se limita a un aburrido escupitajo en el vacío. ¿Contra quién administra Blanco su veneno? La verdad es que tengo legítimas aspiraciones de ser su víctima. Si me pongo el saco no es por masoquismo o por una irrefrenable paranoia, sino porque creo que las ideas deben rebatirse con ideas y porque fui yo quien señaló que un relato de Rafael Pérez Gay se acercaba demasiado a John Cheever. Posteriormente, Gabriel Zaid citó mi comentario y estuvo de acuerdo con él. No sé a quién de los dos quiere ofender Blanco: en todo caso se trata de una discusión de principios y no puedo resistir la oportunidad de defender lo que a él le parece imbécil. Hace nueve años presenté el libro Me perderé contigo, que incluye el cuento ``El sonido Mozart''. Gracias a la disposición al diálogo de Pérez Gay, la presentación no fue la acostumbrada catarata de elogios sino una auténtica discusión sobre los recursos que ponía en juego su libro de relatos. En mi opinión, ``El sonido Mozart'' calca el argumento de ``The Big Radio'', de John Cheever. El cuento de Pérez Gay trata de un hombre que enciende su equipo de sonido y, en vez de oír música, escucha lo que se dice en los demás departamentos de su edificio; el cuento de Cheever trata de un hombre que enciende su radio y, en vez de oír...etcétera. Con total sinceridad, Rafael comentó en la presentación que había querido homenajear a Cheever. Si esa era su intención, hubiera bastado un epígrafe del escritor norteamericano para que los enterados (menos de los que supone Blanco) captaran la alusión. Por otra parte, no es cierto que ``The Big Radio'' sea un ``cuento mundialmente conocido''. Blanco habla como si Pérez Gay hubiera hecho un guiño al Quijote o a Parque jurásico. El problema de servirse de un relato como el de Cheever era justamente que podía pasar por suyo. Estoy convencido de que Rafael Pérez Gay es un estupendo escritor; también, de que en aquel relato ya lejano daba gato por liebre. Blanco asegura que el caso es similar al del Fuentes de Aura con Henry James o al de José Agustín con Salinger, es decir, que estamos ante la angustia de la influencia; sin embargo, el criterio de Blanco es tan flexible que consideraría original un libro de 1997 acerca de un hombre que llega a La Condesa a buscar a su padre y descubre que todos los habitantes están muertos... ``¡Sensacional estreno: Pedro Páramo con sonido Pérez Gay!'' Total, que José Joaquín Blanco y yo no estamos de acuerdo, lo cual en modo alguno es grave. Ni Zaid ni yo rasgamos nuestros rebozos para poner, como imaginativamente escribe Blanco, ``el grito en el cielo''. La discrepancia no es un caso de histeria. No hay mejor homenaje para un escritor que leerlo con atención. Hacer un comentario crítico no es un delito. Pérez Gay sabe que la amistad y la literatura están hechas de diferencias compartidas y no de una sorda unanimidad. Por ello, la actitud militante de Blanco (elogios sin freno para sus ``aliados'' y exabruptos contra sus ``enemigos'') no puede sino perjudicarlo. Las apreciaciones son mudables como el viento y Blanco ya no comparte el elevado juicio que tuvo de Zaid en Crónica de la poesía mexicana (en el artículo de marras habla de ``los poemas dizque originales de Gabriel Zaid, quien melindrea sobre los `plagios« de los demás a la vez que se engulle cínicamente a Gerardo Diego, a los romanos, a la Biblia y a Luis Pazos''). Su cambio de opinión sobre uno de los principales escritores mexicanos me parece lamentable, pero en modo alguno zanjaría el asunto con un insulto. Espero que en el futuro el autor de Función de medianoche argumente sus desacuerdos en vez de permitir que la bilirrubina dicte las opiniones que le merecen sus colegas.
Juan Villoro
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Escurre la serpiente, brota, pasta camuflada, de la roca seca exprimida por el sol a plomo del desierto, y vivorea por aquí y por allá, rencorosa. Porque hay que decirlo, la serpiente es conflictiva, neurótica a fondo. El fuerte abrazo de su saludo nunca es cordial. Para este rabo viviente, el mundo es un jardín, Den en hebreo, donde suscitar incidentes. La serpiente que en el poema de Lewis Carroll hablaba en griego, se decía periodista y sólo inventaba chismes y esparcía rumores viperinos. Pero en la fresca sombra de la selva la serpiente tiene otro origen: ahí nace de la orina del jabalí que fecunda el musgo minucioso. De ahí su fiereza y su apego a la tierra húmeda. Y repta invisible, yerba entre las yerbas confundida. Y no hay como verla ondular en el espejo de agua, rizando suavemente y sin ruido la espalda de luz y verdura del remanso. En ese momento chillan dos loros y remontan en vuelo agitado. Y el ciervo azul, chino, de colmillos largos, que en el río se refrescaba, alza la testa coronada e iza tenso las orejas. Hay quien ha visto a la serpiente bajar rodando las montañas: se muerde suavemente la cola, adopta la forma de aro y se echa colina abajo. Otros dicen que así vuelan, como papalotes circulares o anillos de humo, llevadas por el viento. Y que en el aire se aparean o hacen tropa y atacan en despoblado a los viajeros. Los chinos aseguran que si das caza con arco y flecha a la serpiente momoluca, cuya sangre es dorada, estalla en el aire como globo, y que ese es el origen de los fuegos artificiales que atruenan en las fiestas. Al que es mordido por la víbora pandolina, le muda la color, hace gestos, predice el futuro y muere cantando. La ponzoña de la fisfis, que es de hermosos colores, pero breve como lombriz, sume en estupor catatónico por tres o cuatro días y hace crecer en minutos el cabello. Este animal es muy apreciado en la cocina, pues las viboritas fritas en aceite de venado y espolvoreadas con queso de montaña rallado hacen un platillo delicioso. Explica Claudio Eliano que la picadura de la serpiente haemórrhous hace que las viejas heridas ya cicatrizadas vuelvan a abrirse. Y añade: ``dicen que fue la alimaña con la que tropezó Canobo (piloto de Menelao) en Egipto, durante el reinado de Tonis, y que al enterarse Helena de la eficacia de la bestia venenosa, le rompió la espina dorsal y extrajo el veneno. Con qué propósito se apresuró la más hermosa de las mujeres a obtener este tesoro, es cosa que yo no sé''. Ni yo tampoco, pero el cuadro es interesante: Helena, la bellísima Helena, la de ``Helena, dulce Helena, hazme inmortal con un beso'', en un laboratorio, con bata blanca, navaja en mano, diseccionando una horrenda serpiente, ``de cabeza enorme y progesivamente afilada hacia la cola'', como la describe Eliano. ¿Qué mirada había en sus ojos al realizar la operación? El tema es conocido, se trata de ``la belle dame sans merci'', la hermosa despiadada que tantas páginas, talentosas y memas, ha dado a las letras. Lulú, por ejemplo, de Wedekind, entre las talentosas, y también Servidumbre Humana, de Somerset Maugham, la novela y la versión cinematográfica, esta última con Leslie Howard y Bette Davis en plan de grandes monstruos de la pantalla. Todo lo referente a la estancia de Helena en Egipto es confuso. Eurípides tiene una comedia en la que Helena no está nunca en Troya; ella permanece en Egipto y lo que se ve en Troya es su fantasma. Además, como se preguntaría un monje flagelante en el desierto, ¿para qué quiere Helena venenos de víbora, si el veneno más letal es ella misma con su perturbadora e irresistible belleza? Por otra parte, es sabido que Dios puso enemistad entre la mujer y la serpiente después de su oscura colaboración en el Paraíso. Quiero terminar citando unos versos de la Biblia donde encontramos una liga, bien que distante, entre mujer y serpiente:
El rastro del águila en los aires,
La tragicomedia del mundo corporativo que hemos aprendido a disfrutar como si se tratara de una telenovela, dio un giro inesperado. El archivillano de la historia vino a tenderle la mano al héroe caído en desgracia. Se trata por supuesto de las aventuras de la cándida empresa Apple y su rival desalmada Microsoft. La empresa que revolucionó la industria de las computadoras personales y estableció una cultura de ventanas, iconos, menús y ratones que se ha convertido en el estándar universal, se encuentra en caída libre desde 1991, cuando sus acciones llegaron a venderse en 73 dólares. Un legado de estancamiento tecnológico, técnicas de mercadeo ineficientes, productos mediocres, caos administrativo, despidos masivos y estrategias inadecuadas, ha llevado a Apple a una situación precaria ya que hoy en día no figura ni siquiera entre las seis principales fabricantes de computadoras. Apple ha traicionado a sus seguidores una y otra vez, ha maltratado a sus devotos usuarios, ha perdido clientes debido a una variedad de errores y se ha dedicado a arruinar sistemáticamente su reputación. Mientras en la cinta Día de la Independencia, una Powerbook salva al mundo, en la vida real la compañía de la manzana está al borde de la quiebra. El ejemplar de junio de la revista Wired ofrece 101 sugerencias para salvar a Apple, que van desde abandonar definitivamente la producción de hardware hasta elegir una buena canción para promocionar sus computadoras. No obstante, nadie se imaginó que el enemigo mismo vendría al auxilio: el miércoles 6 de agosto, la empresa de Bill Gates, Microsoft, invirtió 150 millones de dólares en el rescate de Apple.
Regímenes voraces
Steve Jobs creó Apple en la cochera de la casa de sus padres, en 1976, junto con Stephen Wozniak. La empresa que ostentaba una desafiante bandera pirata en sus instalaciones, innovó una variedad de cosas, aplicó muchas de las ideas que Jobs sacó de los prototipos realizados en Xerox PARC y se lanzó en una audaz estrategia para crear y conquistar un mercado masivo de la computación personal. A pesar de que la visión de Jobs fue fundamental para forjar el mito de Apple y Macintosh, eso no impidió que se le despedidiera tras un golpe de la junta de dirección en 1985. El pasado diciembre, Apple adquirió la empresa Next de Jobs y él regresó en calidad de asesor estratégico. Hoy Jobs actúa como presidente de facto, después del abrupto despido de Gilbert Amelio. Los tres últimos presidentes de la empresa no sólo han sido ineptos en el cargo, sino que han conformado una cleptocracia comparable al régimen priísta o al zaireano de Mobutu, ya que se retiraron con gratificaciones multimillonarias (John Sculley obtuvo tres millones de dólares, Michael Spindler recibió 3.5 millones y a Amelio le dieron siete millones), dejando a la empresa en aprietos cada vez más serios (los 18 meses que duró el régimen de Amelio se traducen en miles de despidos, la devaluación más brutal de las acciones, la caída del 9% al 3.3% del mercado y pérdidas por 1.5 millones de dólares).
Los defensores del culto Mac
La negociación entre Jobs y Gates no fue muy bien recibida por los miles de fanáticos, que la consideraron una especie de traición, un pacto con el diablo y una rendición. Cuando Jobs, que también dirige la empresa de animación por computadora Pixar, le dijo a un auditorio de 2,000 personas en la Exhibición MacWorld de Boston que Microsoft acaba de inyectar dinero a la compañía, comenzó la rechifla y el abucheo, que Jobs trató de silenciar diciendo que ya era hora de olvidarse de esa ``noción de que para que Apple ganara, Microsoft tenía que perder''. El problema es que esas palabras no pueden borrar una rivalidad de connotaciones semirreligiosas que ha apasionado a millones de usuarios durante las últimas décadas. La crisis ha causado que muchos de los fanáticos de Macintosh adopten una mentalidad paranoica de estado de sitio. Algunas páginas de los fieles al credo de Apple son: http://cult-of-mac.utu.fi, http://www.macaddict.com y http://www.appleholics-anonymous.com.
Altruismo mercenario
No hace falta ser demasiado suspicaz para dudar de las intenciones benévolas de Gates. Los 150 millones de dólares no son gran cosa para Microsoft y no le dan a Gates derecho a votar, pero tienen un gran valor simbólico. Aparte de que con esto deja de ser el supernerd cruel para volverse un hombre de negocios solidario, Gates está invirtiendo en el futuro. Si desapareciera Apple, Gates tendría serios problemas para demostrar que su empresa no es un monopolio, ya que controlaría el 92% del mercado de los sistemas operativos y gastaría más de lo que invirtió en litigios legales contra la Comisión Federal de Comercio y el Departamento de Justicia estadunidense. Además de que Microsoft no tiene casi competencia para vender procesadores de texto, hojas de cálculo y otros programas a los usuarios de Macintosh. De hecho, Microsoft gana alrededor de 75 dólares por cada Mac, mientras que Apple ha estado perdiendo dinero por sus ventas. Más allá de los motivos de Gates, lo que importa es salvar a Apple, por lo que es comprensible lo que Jobs le ha pedido a los enfurecidos fieles de Macintosh: ``Sería mejor tratar a Microsoft con un poco de gratitud.''
Naief Yehya
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