La Jornada Semanal, 31 de agosto de 1997
Salvador Dalí, admirador de los hermanos Marx, trabó amistad en 1936 con Harpo, el elocuente mudo de la familia. Un año después, escribió un guión para ellos que nunca llegó a filmarse porque la Metro Goldwin Mayer sintió que era demasiado surrealista. El argumento, escrito originalmente en inglés, fue descubierto hace poco entre los papeles de Dalí. El guión incluye a un personaje llamado la ``mujer surrealista'' y a un hombre de negocios: Jimmy.
La ``mujer surrealista'' está tendida en medio de una gran cama, de veinte metros de largo, y los invitados restantes están sentados alrededor. Junto a la cama, como decoración, hay un grupo de enanos capturados por Harpo. Cada uno está parado sobre una base de cristal, decorada con flores ascendentes. Los enanos están inmóviles cual estatuas, sosteniendo candelabros encendidos, y cada pocos minutos cambian de posición. El resto de la cama da sitio a la comida, los vasos, etcétera.
Mientras que el amor llora ante el corazón de Jimmy, Groucho intenta partir una nuez contra la calva del enano que tiene enfrente. El enano, lejos de parecer sorprendido, sonríe a Groucho de la manera más amistosa posible. De pronto, a mitad de la cena, comienza a tronar y a relampaguear dentro del cuarto. Una ráfaga de viento hace volar las cosas de la mesa y trae consigo un remolino de hojas secas que se adhieren a todo. Cuando Groucho abre su paraguas, comienza a llover suavemente.
Aunque los invitados se muestran sorprendidos, durante un rato intentan proseguir la cena que, sin embargo, concluye a causa de las fuertes lluvias. Presas del pánico, los invitados huyen en todas direcciones, mientras que por el recibidor entra un torrente de agua, arrastrando toda suerte de desechos, incluyendo un buey ahogado. Un pastor hace un esfuerzo desesperado por reunir su rebaño de ovejas, que trepan por los sofás y la cama tratando de evitar que el agua se las lleve. La inundación arrastra una cuna en la que llora lastimeramente un bebé, seguido por su madre, cuya cabellera se confunde con la corriente.
La ``mujer surrealista'' atraviesa varias habitaciones -la lluvia cae cada vez más fuerte- pero se detiene ante una puerta y vacila. Entra, seguida por Jimmy, que nunca se ha apartado de ella. Al otro lado de la puerta no llueve más y todo cambia. Es el cuarto de la niñez de la ``mujer surrealista'', donde, por órdenes suyas, nada ha sido tocado desde que cumplió diez años. Abrumada por la emoción, se sienta frente a un espejo en una mesita infantil.
Mientras tanto, los hermanos Marx anuncian la celebración de una gran fiesta, para la que deben hacerse largos preparativos. Dieciséis kilómetros de desierto son limpiados de cactos y vegetación, y aplanados como cancha de tenis. Las plantas removidas son apiladas alrededor para formar una barrera, tras la cual se erigen gradas para los espectadores.
Se realiza un concurso para ver quién es la persona que puede manejar una bicicleta lo más lentamente posible mientras balancea una piedra sobre su cabeza. Todos los participantes tienen que dejarse crecer la barba. En el centro hay una torre con la forma de una proa de barco que se emplea como tribuna del juez.
Antes de que comience el espectáculo, se prende fuego a la vegetación alrededor del campo. Esto impide que los espectadores en las gradas logren ver algo. Desde lo alto de la torre, la vista es maravillosa, con columnas de humo que ascienden verticalmente, rodeadas de centenares de ciclistas -cada uno balanceando una piedra en la cabeza- que intentan abrirse camino mientras el sol se pone a su espaldas.
En la torre, Harpo toca el arpa extasiado, cual un moderno Nerón; la ``mujer surrealista'' y Jimmy contemplan el espectáculo, tendidos uno al lado del otro. Detrás de ellos, Chico, vestido con un traje de buzo, acompaña a Harpo en el piano.
Una orquesta, dispersa en el pasaje que rodea la torre, toca la canción tema con una intensidad wagneriana, mientras el sol se hunde en el horizonte.