Una de las más recientes novedades de la ciencia es la noción de sistema complejo: conferencias, libros, publicaciones especializadas y toda la parafernalia de vulgarización que va desde la mistificación de la teoría del caos hasta los fundamentos supuestamente científicos de ``Parque Jurásico''.
Entre otras características, un sistema complejo tiene la notable propiedad de que el comportamiento del sistema no es igual a la suma del comportamiento de sus partes; por ejemplo:
1. La economía mexicana --con la que tanto se regocijan los editorialistas del canal 13--, se comporta, dicen, de manera ejemplar y previsible: cada día el país está mejor; la economía de la nación, como un todo (eso que llaman macroeconomía) mejora notablemente día con día. Sin embargo, el comportamiento de las partes (eso que llaman microeconomía) sigue siendo catastrófico y nunca hemos estado tan lejos del prometido ``bienestar para las familias''. Aquí, parece, el todo funciona pero sus partes no.
2. La ciencia mexicana muestra lo contrario. Según el Conacyt y las diversas y multiplicadas comisiones que examinan, juzgan y otorgan la patente de excelencia, México está lleno de científicos ``excelentes'', de investigadores ``esenei tres'' y de ``estimulados D''. Sin embargo, ese excelente comportamiento de los elementos individuales del ``Sistema Nacional de Investigadores'' no coincide con el comportamiento del propio sistema cuando se le mira como una unidad. Aquí, al contrario del caso anterior, la partes funcionan pero el todo no.
Se trata, parece, de dos casos de sistemas complejos: la economía mexicana y el sistema científico. En el primero, se privilegia el todo y las partes se joden, en el otro las partes se instalan en la autocomplacencia y el todo sufre. Se trata de dos ejemplos casi paradigmáticos de complejidad... aunque también puede suceder que, en algún sitio, alguien esté mintiendo.