Juan Carlos Vila Soto Ť Las estrellas que son muy masivas, que tienen una masa cien veces mayor que la del Sol por ejemplo, requieren de una gran cantidad de energía para sostenerse y, por lo tanto, consumen rápidamente su combustible nuclear. La doctora Gloria Koenigsberger, directora del Instituto de Astronomía de la UNAM, nos dice en entrevista que este tipo de estrellas, denominadas Wolf-Rayet en honor de los astrónomos franceses que las descubrieron, son muy inestables y evolucionan rápidamente: En pocos millones de años liberan sus capas externas, las cuales escapan a una velocidad de entre dos mil y tres mil kilómetros por segundo. Son los vientos estelares.
La doctora Koenigsberger comentó que estas estrellas proveen elementos pesados al medio interestelar al eyectar estas capas externas. Aclaró que aquéllos provienen de los procesos nucleares que han ocurrido en las estrellas a través de sus etapas evolutivas.
Muchos millones de años después este material contribuye a formar nuevas estrellas que contienen más nitrógeno, carbono, oxígeno, etcétera, que las estrellas de la primera generación, que fundamentalmente contenían hidrógeno y helio. El carbono del que estamos hechos, dijo, proviene de los procesos nucleares que ocurrieron en las estrellas de generaciones previas al sistema solar.
En este sentido, somos hijos de las estrellas, afirmó.
La astrofísica señaló que los vientos estelares emanan de la superficie de estas estrellas a velocidades muy grandes. Empero, los análisis físicos indican que la radiación que emite la estrella no es suficiente para impulsar el material a la velocidad observada. Esto significa, agregó, que debe existir otro mecanismo para que los vientos estelares se aceleren tanto. Uno de nuestros propósitos es identificar dicho mecanismo, precisó.
La investigadora comentó que desde 1980 ha utilizado un satélite de la NASA, denominado International Ultraviolet Explorer para observar el comportamiento de las estrellas Wolf-Rayet. Esto se debe a que las estrellas que son muy masivas emiten la mayor parte de su energía en longitudes de onda que no logran penetrar la atmósfera terrestre: los rayos X y el ultravioleta lejano.
La doctora Gloria Koenigsberger decidió observar sistemas Wolf-Rayet en la Nube Menor de Magallanes, una galaxia vecina, donde la abundancia de elementos pesados es menor que en la nuestra. La teoría sugiere que los vientos de esa galaxia deben ser más débiles que los de la nuestra, apuntó.
La investigadora dijo que poco tiempo después de que empezaron a observar el sistema binario Wolf-Rayet HD5980 ocurrió una enorme erupción, parecida a la que se observó en la estrella Eta Carina en 1850. Ahora, agregó, también estamos interesados en saber qué es lo que produjo la erupción en este sistema Wolf-Rayet de dos estrellas.
``Presentamos ante la NASA una propuesta para estudiar este fenómeno con el telescopio espacial Hubble y, después de ser evaluada por sus comités académicos, nos asignó 12 órbitas del satélite alrededor de la Tierra para realizar nuestras observaciones''. Esta asignación en el telescopio espacial Hubble corresponde con el gran interés que ha despertado este problema científico.
Al referirse a las teorías que se han formulado para explicar la erupción en el sistema binario Wolf-Rayet HD5980, la especialista en procesos de interacción en sistemas estelares binarios dijo que su grupo ha propuesto un modelo de simulación numérica en computadora, que analiza las perturbaciones que ocasiona una estrella en la otra por la ``fuerza de marea''. Esta fuerza es mayor cuando las estrellas se acercan y es menor cuando se alejan. La astrónoma dijo que esta ``fuerza de marea'' no es constante porque la órbita no es circular, sino excéntrica. Esta oscilación forzada sobre la estrella, aunada a sus inestabilidades intrínsecas, nos ofrece un modelo para explicar la erupción de este objeto, acotó la científica.