Luego de días de tensión política y extrema incertidumbre por las resistencias de los legisladores priístas a reconocer a la mayoría opositora que instaló la Cámara de Diputados de la 57 Legislatura, y después de intensas negociaciones de última hora con sus colegas de la oposición, los diputados y senadores del tricolor optaron finalmente por admitir la nueva correlación de fuerzas políticas surgida de los comicios del pasado 6 de julio, en lo que constituye una expresión de espíritu republicano y democrático que debe acreditarse a las fracciones parlamentarias del partido gubernamental y a la disposición negociadora de los opositores.
Con ello se posibilita que sesione hoy el Congreso de la Unión y reciba el tercer Informe de Gobierno del presidente Ernesto Zedillo, en cumplimiento del mandato constitucional. De esta manera se despeja, también, el más serio tropiezo político que han experimentado las instituciones nacionales desde su instauración y se avanza en forma significativa en la accidentada transición de México hacia la plena normalidad democrática.
En este contexto, el país asiste, hoy, a una ocasión histórica: el primer Informe presidencial rendido ante un Congreso en el cual una de las cámaras está dominada por la oposición. Ello no debe verse como síntoma o motivo de ingobernabilidad o confrontación institucional, sino, por el contrario, como la posibilidad de enriquecer la vida política mediante el intercambio, el diálogo y la polémica --que se desea desapasionada, respetuosa y de altura-- entre la diversidad partidaria.
En este marco habrán de buscarse consensos entre el conjunto de la clase política para resolver los problemas más acuciantes que enfrenta la nación, entre los que cabe mencionar la persistencia de las lacerantes desigualdades sociales y económicas, la embestida antimexicana y antinmigrante de Estados Unidos --la cual debe ser afrontada en pie de unidad nacional--, la rebelión indígena en Chiapas, la incapacidad de la política económica para que los beneficios de la recuperación lleguen a los sectores más desfavorecidos, la creciente inseguridad pública y la amenaza del narcotráfico.
Es probable que el presidente Zedillo formule, en su mensaje de hoy, propuestas relacionadas con algunos de esos temas. Hasta hace un año, los propósitos presidenciales expresados el 1o. de septiembre de 1996, solían funcionar --aunque no existiera el propósito expreso-- como instrucciones de trabajo para la mayoría oficialista y ``línea'' para la dirección de su partido. A partir de hoy, las iniciativas procedentes del Ejecutivo serán aportaciones republicanas que deberán pasar por el tamiz de la negociación entre los representantes de la pluralidad social y política.
En otro sentido, cabe felicitarse, sin duda, por el buen término de esta confrontación en el seno del Poder Legislativo que generó inquietud y desasosiego en el país. Pero sería poco prudente asumir que con este episodio termina el reacomodo de fuerzas dictado por la voluntad popular el 6 de julio.
Ha de tenerse en cuenta que, por lo menos de aquí a diciembre --y posiblemente después de esa fecha-- seguirá expresándose la dificultad de los partidos para asumir sus nuevos sitios y sus nuevos pesos en la vida política nacional.
El caso más dramático en este sentido ha sido el del PRI, que pasó de ostentar la mayoría absoluta --electoral y legislativa-- a convertirse en la primera minoría, y cuya crisis interna contribuyó en buena medida a generar el impasse parlamentario superado, por fortuna, ayer. Pero, por otra parte, es lógico esperar que en las filas de los otros partidos con registro, en especial las del PRD y las del PAN, se experimenten dificultades para familiarizarse con los nuevos espacios de poder que conquistaron hace dos meses y con las atribuciones y facultades que habrán de ejercer muchos de sus militantes.