Abraham Nuncio
Anarquía facial, anarquía sexual

La anarquía facial no es nueva en México, todo lo contrario. Pero ocurre que en los últimos tiempos se ha recrudecido y dado lugar a un comprensible clima de inquietud político-moral.

Hay suficientes y documentadas evidencias de que muchas razas de indios (a las que ahora no pocos mixtificadores han dado en llamar etnias) se alteraban las facciones del rostro con muy diversos propósitos, uno de ellos, el más saliente, era sin duda el de confundir al enemigo, con frecuencia alguien de su propia raza, como hoy ocurre entre los miembros de un mismo partido político.

En su idolatría inventaron la máscara y le dieron un uso seudorreligioso; pero también les servía para entregarse a los más pecaminosos desenfrenos. Don Octavio Paz, que ha surtido tinta en cantidades navegables sobre la máscara tras la cual se esconde el mexicano, amén de algunos apuntamientos sobre las máscaras de cartón-piedra y otros materiales, no ha profundizado el tema. Cuánto nos hubiera iluminado y cuánto habría contribuido a evitar la anarquía facial, que ya se extiende a las partes pudendas del varón.

Franca adicción nacional, sobre todo desde el 1o. de enero de 1994, la máscara ha ocultado las verdaderas intenciones de individuos como Superbarrio, como el diputado ése (por pudor omito su nombre) que profanó con una máscara imitando a un cerdo el recinto de la Cámara de Diputados en ocasión de alta ceremonia solemne y, desde luego, los bandoleros de las montañas de Chiapas.

De no ponerse un hasta aquí a manifestaciones tan primitivas cuanto faltas de aprecio a pendones tan significativos como la Cartilla Nacional de Identidad, los habitantes de esta noble nación se hallarán en peligro de ver defenestradas sus instituciones y sepultado el orden que les da aliento.

De anarquía facial ha pasado a ser, como muy bien podía preverse, anarquía sexual. El adminículo llamado condón es el favorito de los anarquistas de nuevo cuño. Fabricado por individuos sin escrúpulos, pues muchos de ellos se dirán defensores de la fe en Dios Nuestro Señor y en la Virgen, su Santa Madre, y objeto de elogio por los réprobos, publicistas irresponsables, taladores natos de la moral y autoridades relapsas, tornóse ya en el nuevo instrumento de la torre de Babel.

Confusión es lo que promueve el condón. Su origen, su función y variadas formas son contra natura. Enmascaran lo que debiera ser piel sin intermediarios. Salvo cuando se rompen, evitan la reproducción de la especie, mandato de Dios, de manera tal que los de peor calidad son los únicos que sirven con mayor frecuencia a su divina causa. Propician una poligamia, que no por ficticia deja de serlo. Un solo hombre puede usar numerosos condones de diferente diseño (con gránulos, crestas, pringados de sustancias oleaginosas, impresos con los rostros y cuerpos de sujetos vinculados al mundo del cine y la televisión, de la política, con motivos inspirados en el mismo Satán: cuernos, pezuñas, trinches, colas sagitales, su rostro protervo y, lo más repugnante y condenable, con imágenes de venerables santos), y dar con ello lugar a una relación sexual poligámica, es decir anárquica.

La diferencia en el diseño de los condones profundiza la anarquía sexual. Quienes se valen de más de uno pierden identidad y hacen que su pareja se confunda. El mal tiene, como Luthor, el permanente rival de Supermán, muchas caras. No hay que olvidarlo.

Quienes argumentan el carácter profiláctico del condón no consideran -ni quieren considerar- que crea anarquía. Se escudan en la posibilidad de que evadir el condón puede conducir al contagio del sida y otros males vené- reos. Pero no dicen -ni quieren decir- que la otra posibilidad es abstenerse, estar pendientes de las homilías del cardenal Norberto Rivera Carrera o sumergirse en la lectura de vidas de santos o libros motivacionales.

Cobarde es quien se cubre la cara para no darla, como dijo el teólogo Diego Fernández de Cevallos. Cobarde es también quien se emboza el miembro viril con el condón, auténtico perturbador del orden humano.