Rescatan de una casona del Centro olvidado mural de Fermín Revueltas
Renato Ravelo Ť Hace como seis meses Ricardo Pérez Escamilla, coleccionista especializado en arte mexicano, caminaba por las calles de Madero y tuvo un súbito ataque de memoria. Pidió que le abrieran una casona transformada en bodega y confirmó que ahí estaba, ignorada por los estudiosos del muralismo, prácticamente inédita, obra realizada por un artista que murió a los 32 años: la Alegoría de la producción, de Fermín Revueltas que, como consecuencia de ese repentino recuerdo, está ahora en las instalaciones del Museo Nacional de Arte (Munal), luego de un espectacular traslado de ocho horas, en espera de ser exhibido el próximo mes.
Pérez Escamilla, con este rescate, rememora otro intento: él era amigo del hijo de Fermín Revueltas, y siendo ambos adolescentes, en 1952 pasaron rumbo a la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) por las oficinas del periódico El Nacional.
``En ese edificio hay un mural de tu papá que está a punto de ser destruido'', dijo Pérez Escamilla, a lo que el joven Revueltas contestó: ``Lo sé, pero no podemos hacer nada''. Poco después el edificio fue comprado por la familia Peralta, dueños del ya extinto hotel Regis, y el mural desapareció.
``En esta ocasión, cuando recordé el edificio de la calle Madero -cuenta Pérez Escamilla-, lo primero en lo que pensé fue el mural de Fermín Revueltas. Ese edificio era el de Banobras y ahí asistía cuando era joven y trabajaba como cargador de libros con un notario público. Ahora estaba convertido en bodega de Banca Serfin. Inmediatamente pedí su apoyo a Roberto Hernández, presidente del patronato del Munal; empecé a moverme con las autoridades culturales, la gente de Banca Serfin y la directora del museo, Graciela Reyes Retana. Encontramos absoluta disposición a brindar facilidades''.
Esa Alegoría de la producción fue pintada por Fermín Revueltas el año de su temprana muerte, 1934, y se trata, en palabras del coleccionista, ``de una exaltación de la capacidad de trabajo humano para dominar y transformar las formas de la naturaleza en bienes útiles para el hombre. El mural habla del trabajo intelectual y manual con un sentido muy humano de las máquinas que realizan las funciones sin desplazar al hombre: la inteligencia y la capacidad manual y sensible del ser humano orientan la producción''.
Para Pérez Escamilla, el muralismo tiene mucho qué decir, más allá del silenciamiento que se le ha querido imponer por su ideología socialista. ``El muralismo tiene una proyección humanista''.
El joven Revueltas
Fermín Revueltas, integrante de la célebre familia de artistas y luchadores sociales, pintó el mural del Banco Nacional Hipotecario sobre 40 metros cuadrados, en una superficie de 12.5 por 3 metros. Prácticamente ha sido ignorado por los historiadores del arte, por lo que se desconoce quiénes fueron los modelos. Pérez Escamilla piensa que incluso el propio Fermín Revueltas pudiera ser uno de ellos, aunque insiste en que apenas comenzará a ser estudiado.
Fermín Revueltas estuvo en 1920 en el Instituto de Arte de Chicago, donde estudió pintura, a los 17 años. Su regreso coincidió con el auge del movimiento muralista. Pintó al lado de Diego Rivera, José Clemente Orozco, Jean Charlot y Alva del Canal. También se incorporó a las misiones culturales como maestro de pintura.
De 1924 a 1926 fue director de la Escuela de Pintura de Villa Madero; por encargo de empresas particulares y del gobierno, realizó las siguientes obras: los murales de la Sala de Conferencias Agrícolas de Cuernavaca, Morelos; los de la Biblioteca de la casa Eréndira, de Pátzcuaro; los cuadros relativos a la vida de Morelos, en el palacio de gobierno de Morelia; la restauración de la catedral de Villahermosa, Tabasco.
Su producción de caballete fue abundante, aunque quedó en manos de los políticos de entonces. En su momento, Fermín Revueltas fue considerado el artista con más porvenir entre los pintores jóvenes. Los críticos coinciden en que la muerte truncó el momento de sus mejor propuesta.
Un muro vuela
Al filo de las siete de la noche del martes 26 de agosto comienzan los trabajos de preparación del mural en Madero 32. Unas cinco envolturas de diferentes materiales: mica, temple y papel japonés, entre ellos, se emplean para evitar daños en su traslado, a tan sólo unas cuadras de allí.
Los trabajos son coordinados por Jesús Acosta e interviene una veintena de trabajadores del Instituto Nacional de Bellas Artes, Banca Serfin y Autotransportes Internacionales. Una vez envuelto el mural se le hará volar para evitar que las vibraciones del contacto con el piso provoquen caída de pintura.
Una vez que tiene la última envoltura de madera se coloca en una estructura metálica que servirá como escalera y protección, para que sea trasladado hasta la ventana. Allí, dos grúas mueven lentamente por el aire la pesada estructura hasta un camión.
Una lambada suena como alarma en una de las grúas. Afuera del edificio de Madero, donde se ha detenido el tráfico, los trabajadores lidian por medio de cuerdas con la estructura que oscila por los aires. Parece un grupo de cazadores sometiendo un extraño dinosaurio.
En esta al parecer simple maniobra han transcurrido varias horas. El cuarto creciente de la Luna, invisible en el cielo citadino, testifica el traslado de la estructura olvidada y, en palabras de Ricardo Pérez Escamilla, ``irremplazable en la historia del arte mexicano''.
La obra es llevada hacia el Museo Nacional del Arte, de donde se espera que ya no salga. Una sala nueva en la planta baja, porque las ocho toneladas de peso impiden su estancia en la parte de arriba, será abierta especialmente para tenerla en exhibición en octubre próximo.