La Jornada 2 de septiembre de 1997

Política de Estado para el crecimiento, plantea Zedillo

Oscar Camacho Guzmán y Rosa Elvira Vargas Ť Ante un Congreso de la Unión lidereado por vez primera por un representante de la oposición, el presidente Ernesto Zedillo invitó a las fuerzas políticas del país a impulsar juntos una ``política de Estado para el crecimiento económico'', bajo los mismos principios de tolerancia, diálogo y consenso que han permitido a México avanzar hacia una plena democracia.

Al dar lectura al mensaje político de su Tercer Informe de Gobierno, el Ejecutivo federal propuso, sin embargo, que esa política económica de consenso se formule sin modificar la disciplina fiscal y monetaria, sin descuidar la lucha contra la inflación, promoción del ahorro interno y la continuación del cambio estructural de la economía, así como reorientando el gasto público.

Tales precondiciones ``no responden a un dogma o a un capricho, sino a la obligación de propiciar un marco económico que permita aumentar producción, empleos e ingresos'', aseguró.

Y dijo que en todo caso se pueden examinar y perfeccionar detalles, programas específicos, particularidades, ``pero estoy convencido de que las bases esenciales son correctas y, de respetarse, nos conducirán al crecimiento con empleos que México necesita''.

Los mexicanos ya no aceptan espejismos de un progreso fácil

En la parte final del mensaje Avances y retos de la nación, que leyó anoche ante el Congreso, Zedillo sostuvo que los mexicanos ya no aceptan ir tras los espejismos de un progreso fácil y pronto, detrás del cual se les hizo ir en el pasado distante y reciente y del que sólo sobrevinieron hondo desánimo y mayor retraso.

Y advirtió:

``Cualquier nuevo espejismo o decisión que afecte negativamente condiciones esenciales para el crecimiento, no sólo impedirá que los mexicanos logren las metas mínimas que se han propuesto, sino que ocasionará un gran retraso.

``No está en lo justo quien sostenga que una mejoría en los niveles de vida puede ser rápida y sin esfuerzo'', dijo.

Explicó que con la población actual del país, su crecimiento proyectado para los próximos años y una tasa sostenida del PIB de 5 por ciento anual, tomaría alrededor de 20 años apenas duplicar el ingreso por persona que este año tendrá México.

De hecho planteó que si se quisiera acortar en cinco años el plazo para alcanzar esa meta intermedia, el producto nacional tendría que crecer en por lo menos un punto porcentual más cada año en promedio, por lo que admitió que en varios programas de gobierno no se verán sus resultados en este sexenio.

De entrada, Zedillo se refirió a que las nuevas condiciones políticas del país exigen la práctica de una genuina ética de responsabilidad que norme la vida cívica y el trato que cada quien dé y reciba en la vida democrática. Una actitud así, indicó, será necesaria ante las enormes tareas que aguardan y que sólo podrán ser realizadas con la colaboración respetuosa entre los poderes de la Unión.

Fueron exactamente 90 minutos los que invirtió el Presidente en la lectura de un mensaje que sólo fue interrumpido por aplausos en dos ocasiones. El primero de ellos fue cuando se refirió a las fuerzas armadas, el desempeño de éstas en la lucha contra el narcotráfico y el reconocimiento de que algunos de sus elementos se han visto involucrados en ese ilícito.

``El narcotráfico, grave amenaza para los mexicanos --apuntó el mandatario-- da pie a intentos de socavar la soberanía e incluso ha llegado a ser causa de ofensa a las instituciones por el terrible poder de corrupción de quienes se dedican a esta actividad criminal''.

Y destacó enseguida que en los casos más graves, donde se ha establecido la presunción de que militares han actuado en complicidad con narcotraficantes, se tienen evidencias de que dicha connivencia ``data desde antes del inicio de esta administración''.

De ahí que, dijo, transparentar la participación de las fuerzas armadas y precisar sus responsabilidades en el combate al tráfico de estupefacientes, no sólo aumenta la efectividad del Estado en esa lucha que es también por la seguridad nacional, sino consigue además que quienes fallen en el cumplimiento de su función sean identificados, investigados y castigados conforme a la ley. Ahí, el primer mandatario ratificó su confianza en el Ejército Mexicano.

Con todo, la inseguridad pública y el que llamó desapego al estado de derecho, constituyeron nuevamente temas centrales en el discurso presidencial, al asumirse que ambos constituyen el mayor obstáculo para el progreso material y para una vida social armónica.

La ciudadanía, admitió el Ejecutivo, se siente impotente ante la delincuencia y percibe que la autoridad es ineficiente para combatirla.

Se teme tanto a quien comete un delito como a quienes deben perseguirlo, porque con frecuencia encubren o toleran los actos ilícitos. Además, señaló, el sentimiento de inseguridad se ha extendido en la población provocando aislamiento e incluso estimula la intención de hacerse justicia por propia mano.

Y aunque el titular del Ejecutivo ponderó las reformas y programas impulsadas desde su administración para enfrentar a la delincuencia y fortalecer al Poder Judicial, aceptó que ``todos y cada uno de estos avances no han sido suficientes''.

Propuso entonces reforzar leyes en la materia, reformar las procuradurías de Justicia en todo el país e intercambiar opiniones con el Congreso y los gobiernos estatales para encontrar fuentes adicionales de financiamiento que permitan incrementar sustancialmente el gasto en procuración de justicia y seguridad pública desde el próximo ejercicio fiscal.

Zedillo abordó aspectos de la política exterior mexicana; de educación en todos sus niveles; de ampliación y descentralización de los servicios de salud; defendió las reformas al sistema de pensiones a través de la nueva Ley del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS); las medidas de apoyo al abasto y consumo de productos básicos; los programas de vivienda, y también las acciones para combatir los rezagos en el medio rural.

De igual modo, dedicó amplio espacio a la nueva edición del programa oficial contra la pobreza --Progresa--, que está dirigido, dijo, a esos millones de mexicanos que por generaciones no han heredado más que carencias y rezagos. El gobierno de la República, abundó, debe actuar con medidas que realmente corrijan atrasos y efectivamente resuelvan necesidades; programas --enfatizó-- alejados de todo protagonismo y ajenos a toda forma de paternalismo y clientelismo.

A diferencia de textos similares, en los que el Presidente de la República en turno dedica la última parte de su discurso a hacer reflexiones de carácter político, en su comparecencia de ayer ante el Congreso Ernesto Zedillo resaltó los avances económicos logrados, dijo, a partir de 1996. Así, mencionó el crecimiento en el empleo y en el producto interno bruto (PIB). Señaló que deben afianzarse las tendencias de incremento del ahorro interno para que éste represente una proporción de al menos 25 por ciento del PIB en el año 2000.

En México, insistió en su llamado, hay muchísimos campos para la discusión seria, para el debate constructivo. Hagámoslo con entera libertad, apertura, rigor y claridad, ``pero a la vez trabajemos juntos para lograr una estrategia económica para el crecimiento, que sea una firme política de Estado en cuyos fundamentos esenciales todos estemos de acuerdo''.

Por primera vez en su historia, confió Zedillo a los legisladores, el país puede lograr un crecimiento económico sano y duradero, con una democracia plena, plural y armónica.

Escenario inédito

El escenario en el que el presidente Ernesto Zedillo rindió su Tercer Informe fue inédito por muchas razones. De entrada cambió el horario matutino, al comenzar la lectura del documento alrededor de las ocho de la noche.

Fue notorio también que por primera vez en años el Presidente no tuviera a sus espaldas al jefe del Estado Mayor Presidencial, y finalmente que la respuesta al Informe estuviera a cargo de un legislador de oposición, Porfirio Muñoz Ledo.