Tiempo de democracia
Oscar Camacho Guzmán Ť Nueve años después, el reverso de la historia: zarandeado entonces por los priístas cuando interpeló por vez primera a Miguel de la Madrid, Porfirio Muñoz Ledo salió ayer del Palacio Legislativo de San Lázaro como torero en tarde triunfal: orejas, rabo y vuelta al ruedo.
``¡Torero...torero...torero...!'', coreaban con vehemencia a las puertas del recinto de la Cámara de Diputados decenas de perredistas, sobre todo mujeres, que afanosamente buscaban abrirse paso para saludar al diputado. Y ahí, en el umbral, el abrazo con Pablo Gómez, ``el dúo atómico'', calificaba Rosalbina Garavito, luego de abrazar a Muñoz Ledo con un ``fabuloso, fabuloso, Porfirio''.
El diálogo de pares que Gonzalo Martínez Corbalá le negara ante Carlos Salinas de Gortari se consumaba ayer, y nada menos que como presidente de la Cámara de Diputados y líder se su fracción parlamentaria a la 57 Legislatura.
El día para Porfirio fue quizá tan largo como el paseíllo que lo llevó desde el presídium hasta su camioneta en el estacionamiento de San Lázaro.
Se despertó temprano. No desayunó y sobre la mesa del comedor comenzó a escribir el texto original que, ``ante el tono del mensaje presidencial'', tuvo que cambiar sobre la marcha en el mismo presídium que ayer compartió con Ernesto Zedillo, Eduardo Andrade y Vicente Aguinaco.
Las formas obligan, diría.
Mas de 85 llamadas telefónicas lo interrumpieron desde temprano y hasta las 16:25, cuando puso el punto final a las seis cuartillas originales que no consultó, a pesar de la solicitud de los priístas, quienes al vetar a Muñoz Ledo le dieron las horas suficientes para escribir el texto que ``creó turbulencia en San Lázaro''.
``Como de rayo -relató- se echó un regaderazo'' y sólo con un emparedado y una taza de café en el estómago, salió después rumbo a la cita, quizá una de las más importantes no sólo para él, sino para la historia del país.
En la cumbre de San Lázaro inauguró el diálogo ``de poder a poder'' con el presidente Ernesto Zedillo, recogió la máxima zapatista, cito a Juárez y advirtió que en México nunca más un poder deberá estar subordinado a otro.
Los perredistas lo aplaudieron más que al mandatario. Cinco veces. Panistas, petistas y verdes no salían de su asombro, como muchos, como los priístas mismos que azorados, se mantuvieron estupefactos durante los 15 minutos en que Muñoz Ledo habló de tú al poder presidencial.
Terminado el acto, el legislador comenzó el paseíllo, bajó del presídium entre abrazos y felicitaciones de Amalia García, Ricardo García Sainz, Jesús Martín del Campo. De toda su bancada.
Cruzó por el pasillo central del recinto y a cada paso crecía el enjambre de diputados, periodistas, amigos y perredistas que buscaban su mano. Televisa le pidió una ``exclusiva'' entre la muchedumbre.
Guardias de seguridad pretendían apartar a los periodistas, pero Muñoz Ledo ordenó en seco: ``¡No maltraten a los reporteros, dejen que hagan su trabajo. Aquí se respeta la libertad de expresión...''
A gritos de ``¡torero...torero...torero!'', abrazó a su hija, la besó.
Saludó con calidez al senador, periodista y amigo Carlos Payán Velver, y se fue entre los reflectores, mientras el senador Jorge Calderón lo siguió todo ese tiempo a unos pasos, y a punto ya de abordar su camioneta, le habló: ``¡Porfirio, Porfirio, déjame que le dé un abrazo al estadista que tenemos en el Partido de la Revolución Democrática!''
Arturo Cano Ť Los golpes de Porfirio Muñoz Ledo son al tiempo elegantes y secos. Pases que a veces suenan oratoria antigua. Van de Benito Juárez a los albores del parlamentarismo. Lo de menos. Esta noche de primero de septiembre importa que, con el presidente Ernesto Zedillo a su lado y con una sola cita, Muñoz Ledo remata la primera caída de las ceremonias cortesanas: ``Nosotros, que cada uno somos tanto como vos y todos juntos valemos más que vos''.
El presidente escucha. Los priístas callan. Sea por la presencia del jefe del Ejecutivo o porque gastan todas sus baterías con insultos a los coordinadores de los partidos chiquitos (PT y Verde, los hilos más delgados del bloque opositor), los priístas dejan pasar sin réplica todas y cada una de las frases de Porfirio.
``A partir de hoy esperamos que para siempre en México ningún poder quedará subordinado a otro.''
Traza Muñoz Ledo, en la primera respuesta de un opositor a un Informe presidencial, los rasgos que se esperan de la nueva composición del Congreso, establece agenda y, en un tema que no asoma la nariz en el mensaje del mandatario, subraya que lo más urgente es ``el restablecimiento de la paz en Chiapas''.
Y en esa línea va más allá, en una frase que puede sonar a reconocimiento a los zapatistas y guiño a un importante sector de su partido: ``Saber gobernar es también saber escuchar. El ejercicio democrático del poder es, ciertamente, mandar obedeciendo''.
En menos de siete cuartillas y en la versión de Porfirio, en discurso entregado a Santiago Creel un poco antes de las ocho de la noche, los rasgos de la nueva Cámara. O, más precisamente, las líneas para una Cámara que podría surgir de este recinto, que por lo pronto es un rosario de insultos desde gayola, soterradas rebeliones priístas, arreglos en Los Pinos, señas chuecas desde Bucareli, oposiciones engalladas, alianzas tácticas, disputas por apenas diez o veinte votos. En resumen, esto que dejó el 6 de julio, esa fecha apenas sugerida por el presidente Zedillo en su informe a la mitad del camino.
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La pequeña rubia, corresponsal extranjera, escribe más rápido que nadie. Y anota todo. Pero cuando el presidente Ernesto Zedillo informa que en estos tres años el número de unidades médicas creció de 14 mil 600 a 16 mil, ella, la pequeña rubia se da por vencida. Deja de anotar las cifras. Intenta entonces concentrarse en lo que será, le han dicho sus colegas mexicanos, el mensaje político más importante del sexenio. No se le ve anotar mucho.
La hora y media del mensaje presidencial es sobre todo de cifras. Los números de la educación, la salud, los apoyos para la superación de la pobreza, siempre son mejores que hace cinco, diez, quince años, porque la política social es la principal ocupación gubernamental.
Y sin embargo, luego del desfile de cifras sobre la recuperación económica y los logros en política social, viene la precisión: las ``bases sólidas'' del crecimiento que ya se han sentado requieren de ``visión de largo plazo''. El bienestar postergado. Otros días, otros informes, acaso otros sexenios.
La convocatoria es para las fuerzas representadas en el Congreso, para buscar una política que no sea sólo de gobierno, sino ``de Estado, para el crecimiento económico como medio para alcanzar la justicia social''. Y luego: ``Requerirá tiempo. Requerirá dedicación... Pero sé que lo podemos lograr y dará un giro a la historia del país y al porvenir de México''.
El diputado de la puerta
(Paréntesis histórico para lectores curiosos.)
El líder propuso y los hambrientos de un terrenito dónde hacer algún día sus viviendas convinieron sin chistar: la nueva colonia se llamaría La Puerta de Alcalá.
En unos cuantos días se alzaron las casuchas de cartón sobre el suelo desértico. Ni soñar con banquetas, agua, luz, nada. Un hecho normal en Ciudad Acuña, Coahuila, donde la bendición -o maldición- de la industria maquiladora impone un ritmo de crecimiento diez veces superior a la media nacional.
Alguien entre los viejos habitantes de Acuña preguntó al líder por qué había bautizado a esa colonia como La Puerta de Alcalá. Y el líder respondió: ``Porque a pesar de todo, mírala, ahí está, ahí está''.
Pasados unos meses, una organización afiliada al PRI le arrebató a este líder el control de la colonia. Y él se fue a organizar demandantes de vivienda a otro lado.
-¿Y qué tiene que ver todo esto con el Informe presidencial?
-Pues que este primero de septiembre, el líder de esta historia, llamado Juan José Cruz Martínez, estuvo más alto que nunca: por la mañana, tomó la protesta a toditos los diputados federales del PRI.
Juan Cruz, nacido en Coahuila y hermano del alcalde de Durango, como él militante del PT, estuvo ahí, en lo más alto de la tribuna. Quizá ni se acuerde de La Puerta de Alcalá. Pero gozó su momento. Con tal de que no fuera Porfirio.
La creatura de San Lázaro
Al filo de las ocho de la noche, el presidente Zedillo entrega su informe a Muñoz Ledo. Luego, un discurso de hora y media. Sin sobresaltos. Ninguno de los nuevos acudió, por lo que se ve, al curso ofrecido por el ex diputado Marco Rascón. De la bancada perredista, capítulo El Barzón, apenas surge un grito que registran pocos.
Esta vez los gritos corren a cargo de varias porciones de la bancada priísta, que se ensaña con Alejandro González (``¡Hijo de Raúl!'') y con Jorge González (``¡Hijo de papi!''), los coordinadores del PT y del Partido Verde.
Desde su lugar en las alturas, Muñoz Ledo advierte que la jugada puede tener reversa y, ya abajo, suelta una de sus frases: ``Como decían los clásicos griegos: como las dan, las toman''. No pasa más. Las intervenciones del panista Carlos Medina y el perredista Pablo Gómez apenas reciben un par de improperios. Y la del priísta Mariano Palacios ni uno solo.
Eso sí, cuando el representante del PRI remata su discurso (``no queremos más ni aceptaremos menos'' de lo obtenido en las urnas), hay un instante de pequeña revancha. Se levantan los priístas de sus curules y gritan lo más fuerte que pueden: ``¡Duro, duro, duro!'' Atrás queda el Informe. Nuevas batallas se avecinan en San Lázaro. Atrás también la historia oculta del instante en que, se dice, estuvimos al borde del abismo. Los días del teléfono descompuesto de Emilio Chuayffet, de la postergadísima partida de Humberto Roque, de la conexión en Los Pinos, de las protestas contra Arturo Núñez.
La otra historia fue a la vista del público. Y el público verá también cuánto resiste la nueva mayoría. El ex corredor de autos y ex gobernador de Guanajuato Carlos Medina Plascencia habla de un parto difícil: ``El registro civil lo hicimos el sábado y hoy es el bautizo''. El sermón, a cargo de Muñoz Ledo, fue impecable. Pero aún falta que se les logre la creatura.