Miguel Barbachano Ponce
Mujeres, unas y otras

Hace apenas unos cuantos días, precisamente el penúltimo domingo de agosto, tuve la oportunidad de enfrentar a ``unas y otras'', a través de las imágenes en movimiento de dos películas: Dos muchachas enamoradas (1995), de María Maggenti, directora lesbiana adscrita al grupo radical Act Up, y La Choca (1973), de Emilio Fernández, protagonizada por Pilar Pellicer y Meche Carreño.

Los 94 minutos de la primera cinta, cuya trama hace referencia a una relación lésbica entre una muchacha blanca (Laurel Hollomon) y una negra (Nicole Parker), me pusieron frente a un grupo de mujeres que podemos correctamente denominar como ``las otras'': tía lesbiana y su amante, incluyendo a una amiga boxeadora...

La conmoción que me provocó aquella romántica historia, probablemente autobiográfica, fue memorística. De inmediato recordé Muchachas de uniforme (1931), de Leontine Sagan -actriz, discípula de Max Reinhardt-, cuya anécdota presenta por vez primera en la pantalla el amor entre dos mujeres: una joven estudiante llamada Manuela y una cálida y solícita profesora. Encuentro estremecedor basado en una obra teatral de Christa Whisloe, que se desarrolla en un internado para señoritas de inamovible rigidez prusiana.

Una vez instalado en la tercera década, rememoré a estrellas de la Meca del cine (léase Hollywood) como Marlene Dietrich, Katherine Hepburn, Greta Garbo, apareciendo con atuendo masculino en algunos de sus filmes. Pero sobre todo recreé imágenes de Queen Cristina, donde la memorable Greta encarna con actitudes masculinas a la famosa reina sueca que prefirió renunciar a la corona antes que casarse; en aquel contexto lésbico existe una trepidante secuencia, durante la cual la reina besa apasionadamente a su camarera.

No en balde 40 años después Janet Meyers, en su libro Dyke goes to movies, escribió: ``La mayor parte de las lesbianas que conozco sienten un gran atractivo por esas tres mujeres cuando las ven en la pantalla, porque son fuertes, forzudas y sin embargo, genuinamente tiernas''.

La inaplazable emergencia del lesbo-feminismo ha creado en nuestros días una creciente demanda de películas específicamente lésbicas. Amos Vogel, en un texto titulado Film as a subversive art, informa sobre directoras que recogen esa preocupación. Entre otras, Constance Benson (Women), Barbara Hammer (A gay day), Jan Oxemberg (A comedy in six unnatural act), Martha Balletbo-Call (Costa brava), Nancy Mekler (Sister my sister), sin olvidar el transvase a los fotogramas que realizó en los años 50 Jacqueline Audry de una novela autobiográfica de Colette, titulada Olivia.

Acerquémonos ahora a las que denominé ``unas'' en el principio de este artículo: es decir, a aquellas que no ejercen en la vida una dinámica homosexual.

Ellas -``unas''- son fuertes y decididas, y defienden a cualquier precio su vigente feminidad contra las retrógradas embestidas del machismo decimonónico. Por ejemplo, aquel inolvidable domingo de agosto, enfrenté en una segunda instancia (Sala 4: Arcady Boytler, Cineteca Nacional) La Choca, de Emilio Fernández, cuyo personaje principal es una especie de Coatlicue, justiciera y selvática, que sobrevive en un contexto melodramático de pasiones desatadas por un irreprimible trío de machines: Guacho (Gregorio Casal), Javier (Armando Silvestre) y Audías (Salvador Sánchez).

Y más allá de ``unas y otras'', debemos recordar, fuera de cualquier clasificación extrema, a la madre sobreprotectora y a un par de amigas puritanas, presentadas por la cineasta estadunidense, y a Flor (Meche Carreño), la exhibicionista recreada por Fernández. Evidentemente no hablaré sobre otros enfrentamientos que ocurrieron aquella vez..