La Jornada miércoles 3 de septiembre de 1997

Bernardo Bátiz V.
Apertura de sesiones

Hoy, pasado el acto republicano de la apertura de los trabajos del primer periodo de sesiones de la 57 Legislatura del Congreso mexicano y escuchado el mensaje del Presidente, resumen de su Informe que entregó por escrito, parece que todos respiramos tranquilos y que la política de este país toma un sendero nada abrupto y aparentemente seguro.

El Presidente envió señales conciliadoras, reconoció que las elecciones pasadas fueron un paso importante para llegar a lo que llamó ``normalidad democrática'', felicitó a los miles de ciudadanos que participaron en el proceso electoral e hizo un llamado a una competencia entre partidos, en la que se practique ``una genuina ética de responsabilidad pública''.

La respuesta de Porfirio Muñoz Ledo, diputado presidente del Congreso, fue elocuente, cargada de conceptos y ayuno totalmente de elogios; fue una lección de política y de derecho público, de seca cortesía parlamentaria que contrastó abiertamente con los discursos tradicionales de otros años.

Se tuvo el día primero de septiembre durante toda la sesión previa, durante el Informe y la respuesta, la sensación de que iniciábamos algo nuevo, de que el cambio que se lograba era profundo y flotaba en el ambiente un regusto democrático que había yo ya percibido en otro momento y otro lugar muy diferente, en la celebración callejera del 6 de julio en la noche.

Pero apenas un día antes, la situación del Congreso no parecía clara y durante unas horas prevaleció la incertidumbre sobre la suerte que correrían la apertura de las sesiones y el Informe.

Conviene resumir las circunstancias de esos tensos momentos. Los cuatro partidos minoritarios juntos, cuentan con más diputados que el PRI y con esa fuerza se aliaron para cambiar lo relativo a la organización y administración de los recursos de la Cámara y a la restructuración de los órganos de gobierno de ésta; ante la unión de las oposiciones, la reacción del grupo mayoritario fue descalificar la unión, tratar de disolverla y en último caso, buscar convencer a 15 o 20 diputados de oposición para que ésta dejara de tener mayoría.

La comisión instaladora, integrada por cinco diputados de la legislatura saliente, convocó a la ``junta previa'' de los nuevos diputados para el sábado 30 de agosto a las 10 de la mañana, firmaron la convocatoria los cinco integrantes de la comisión, tres propietarios y dos suplentes; la cita se reiteró verbalmente a cada diputado, al recibir su pase de identificación y acceso a la Cámara.

El día 30 sorpresivamente se publicó una segunda convocatoria citando a los diputados para el 31 a las 17 horas, es decir, solamente unas horas antes de la sesión de apertura, lo que contraria evidentemente al sentido común. Además, esa segunda convocatoria fue hecha a nombre de tan solo dos de los cinco comisionados, casualmente los dos priístas, sin haber convocado o al menos consultado a los otros tres.

A pesar de la publicidad que se dio a esta convocatoria espuria, todos los diputados de oposiciones, menos uno, 260 en total, acudimos al recinto legislativo y también acudieron los tres integrantes no priístas de la comisión instaladora, quienes con sobrio valor civil, asumieron su papel. Presidió el diputado Isidro Aguilera, quien sustituyó al presidente faltante y lo auxiliaron el secretario titular Salvador Beltrán del Río y el suplente Primitivo Ríos Vázquez, quien sustituyó al otro secretario que no acudió.

Cumplieron los tres las formas de la ley, instalaron la nueva Cámara, verificaron el quórum, recibieron los votos de los presentes y dieron posesión de sus cargos a los integrantes de la nueva mesa directiva electa por unanimidad; enseguida se retiraron sin mayores aspavientos, tranquilos de haber puesto las cosas en su sitio y de haber actuado conforme a la ley.

Con su actitud, frenaron la maniobra dilatoria y cerraron las posibilidades de desorden, cooptación de votos o presiones de última hora.

Resumiendo lo que ha pasado del 6 de julio a la fecha, podría yo decir que el 6 de julio fue el día de Cuauhtémoc Cárdenas, el 30 de agosto fue el día de Isidro Aguilera y sus compañeros, y el 1o. de septiembre fue el día de Porfirio.