La Jornada miércoles 3 de septiembre de 1997

Eduardo R. Huchim
Viva la República

Hubo en la sesión de Informe en San Lázaro, en la parte donde hablaron los coordinadores de las fracciones legislativas, un grito que resume bien lo ocurrido en los días previos y lo que habría de ocurrir en las horas siguientes en el propio recinto parlamentario. La exclamación, con más alcances que un simple recurso oratorio, rubricó la intervención del subcoordinador perredista, Pablo Gómez Alvarez:

¡Viva la República!

Y sí, lo que envolvió a la serie de marchas y contramarchas ubicadas en el ámbito legislativo, el pasado fin de semana, fue la decisión de hacer prevalecer la República sobre lo que Enrique Krauze llama la Presidencia Imperial. En defensa de ésta, de su intocabilidad cortesana, el Partido Revolucionario Institucional estuvo a punto de causar una crisis constitucional, más por la impericia de sus dirigentes que por un acto deliberado. La firmeza del llamado bloque opositor y la racionalidad que finalmente se impuso entre los priístas evitaron el peligroso desbarrancamiento del orden constitucional.

En el episodio del pasado fin de semana, el PRI mostró que le costará trabajo olvidar la costumbre del poder, que antes le era consustancial. Habrá de olvidarla a marchas forzadas, so pena de seguir perdiendo batallas que, como en el caso de la instalación de la Cámara, prácticamente ya había ganado, pues había logrado imponer su rechazo a cambiar el formato del Informe, con un buen argumento: el formato está detalladamente establecido por la ley. Confiando en que la oposición no lograría reunir el quórum necesario, el PRI lanzó por la borda su triunfo y lo convirtió en fracaso y en ridículo, si bien fue plausible que rectificara.

Los partidos de oposición, en tanto, hicieron prevalecer el espíritu republicano con una encomiable solidez, pero se equivocará quien infiera de esa reciedumbre una permanencia del frente común entre las bancadas opositoras en la Cámara. El acuerdo para dar concreción a la pérdida de la mayoría priísta en la actual legislatura, difícilmente vaya más allá del freno a los intentos de mayoriteo sin razón. El acuerdo es transitorio por necesidad, y así debe ser porque los principios de los partidos son divergentes y no deben ser sacrificados en aras del pragmatismo. La obligada negociación en la Cámara ofrecerá en lo futuro otras alianzas transitorias en las cuales el PRI probablemente será eje por su mayoría relativa. Pronto lo veremos haciendo causa común con el PRD o el PAN, o con el PT y el PVEM.

El espíritu defendido por el efímero frente común hubo de reflejarse en el discurso del presidente de la Cámara. En menos de 15 minutos, Porfirio Muñoz Ledo --cuyo papel central el PRI trató de evitar a costos muy altos-- dio vigencia al grito republicano pronunciado horas antes por su copartidario, al responder el Informe con mesura en la forma y contundencia antiautoritaria en el contenido. Nadie le había dicho antes a un mandatario en la Cámara que ``mandar es también escuchar y rectificar'' ni que la ``obcecación es contraria a la sabiduría y nociva para los quehaceres de Estado''.

En su espléndido discurso, Muñoz Ledo planteó dos propuestas, una muy pertinente y la otra no tanto. A condición de que no se convierta en un torneo de retórica, el anunciado foro nacional para discutir asuntos torales que le importan a la nación puede generar muy importantes frutos. En cambio, una nueva comparecencia del Presidente en la Cámara para discutir su Informe, además de que sería un acto cuya pertenencia se ubicaría más bien en un régimen parlamentario, no parece ofrecer una utilidad clara.

Como sea, si le mantenemos a la ceremonia del Informe su carácter de símbolo, antes cesariano, hemos de concluir que la era republicana, aplazada por tanto tiempo, al fin ha llegado, de la mano de un resultado electoral vigilado y protegido por millares de ciudadanos organizados por una autoridad autónoma.

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Al difundir la sesión completa del Informe --incluidas las intervenciones de los coordinadores parlamentarios y desde el pase de lista--, el Canal 40 de televisión actuó a tono con los nuevos tiempos políticos en los que no sólo importa lo que diga el Presidente. Mientras tanto, en los otros canales había caricaturas y telenovelas.