Hace algunas semanas, el EZLN anunció que realizará una marcha hacia la capital del país con mil 111 delegados para exigir el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés sobre derechos indigenas, y su incorporación al texto constitucional tal como lo ha propuesto la Cocopa. A la par, en la ciudad de México piensan estar presentes en el Congreso Constitutivo del FZLN y en la II Asamblea Nacional del Congreso Nacional Indígena (CNI).
Ante tal iniciativa pacífica del EZLN, la instancia de seguimiento nacional del CNI ha decidido sumarse a esta gran jornada de movilización nacional y convertir la marcha zapatista en un acto de trascendencia para los pueblos indígenas y la vida nacional.
La importancia de esta decisión se debe a muy diversos motivos, entre los que podemos destacar:
1. En las últimas tres decádas del siglo que está terminando, la emergencia indígena en el plano nacional e internacional se ha ido acrecentando. En el centro de este gran movimiento está el asunto de los derechos indígenas, que trascienden los planteamientos de carácter asistencialista con los cuales se ha respondido a las demandas indígenas.
Uno de los hitos más importantes de la trayectoria indígena por reivindicar lo propio lo constituye la firma de los Acuerdos sobre Derechos Indígenas entre el EZLN y el gobierno federal en San Andrés, Chiapas. El compromiso fundamental al suscribirse estos primeros acuerdos mínimos fue incorporarlos al texto constitucional y legal, así como al ámbito institucional en el contexto del Estado mexicano. Sin embargo, los Acuerdos de San Andrés son letra muerta para el gobierno mexicano.
Marchar a la ciudad de México por los derechos indígenas resulta una fórmula nueva, y representa otra etapa de lucha para el movimiento indígena mexicano. Esta marcha --considerada por los representantes indígenas como similar a las realizadas en Ecuador y Bolivia en las últimas décadas, y que han dejado paralizadas a sus naciones respectivas-- tiene algunos antecedentes en el plano nacional, como las realizadas por la organización Xi-Nich de la zona norte de Chiapas a principios de la década; por el Consejo Guerrerense de Resistencia Indígena en 1994; por los raramuris de Chihuahua en 1995, o por los wixarikas de Jalisco en 1997. El denominador común de todas ellas fue el grito del ¡Ya basta! Con la marcha anunciada, los zapatistas unifican la voz y el pensamiento indígena en torno al reclamo de los derechos indígenas pactados en San Andrés, cuestión inédita en la historia nacional.
2. Después de la jornada electoral de julio pasado, se pintaron claramente dos alternativas distintas que nos invitan a reflexionar sobre el tipo de política que debe ponerse en práctica en el contexto del Estado mexicano. Pensar que sólo se puede hacer política mediante los partidos, y pactar exclusivamente entre ellos la transicion y hacia la democracia, puede ser una actitud fatal.
Es totalmente claro que los partidos no son los representantes exclusivos de los intereses y aspiraciones de la sociedad nacional. Amplios sectores sociales y pueblos de México exigen una nueva manera de hacer política que, sin negar a los partidos, los complemente.
La presencia zapatista en México, DF, puede evitar que los actuales partidos representados en el Congreso de la Unión caigan en la tentación de acordar exclusivamente entre ellos la transición hacia la democracia. Los zapatistas están afirmando que existen otras maneras de hacer política, como por ejemplo las que se practican en nuestras comunidades mediante las asambleas, y plantean la posibilidad de ampliarlas y hacerlas práctica cotidiana no sólo en las comunidades y pueblos indígenas, sino en los barrios y colonias de las grandes ciudades a fin de que la gente tenga en sus manos la capacidad de decidir su destino.
Que efectivamente la gente común tenga el poder en sus manos y que el que mande, mande obedeciendo, es el grito zapatista en su camino hacia la capital. Este mensaje es lo que ha dado sentido y futuro a la lucha zapatista e indígena.
Por su alcance y significado, la movilización indígena-zapatista nacional requerirá de una respuesta seria desde el Estado y las distintas esferas nacionales. Con ella romperemos el silencio y el aislamiento que se nos impone. La sordera y la indiferencia gubernamental puede llevarnos a una situación más crítica, que lamentarán las generaciones futuras. Los pueblos indígenas de México inauguraremos una nueva etapa de nuestro caminar, en el que indudablemente el amanecer habrá de llegar para entonces transitar a nuestra plena reconstitución. La moneda está en el aire.