Guillermo Almeyra
El zapatismo ornitorrinco

Como se sabe, el ornitorrinco tiene pico y palmas de pato y nace de huevo, como los pájaros, pero es un mamífero. Así es buena parte del zapatismo europeo, al que sólo una clasificación científica podría poner del lado de los que tratan de construir el futuro. Antes de que nadie se escandalice, paso a explicarme.

La aplanadora de la mundialización dirigida por el capital financiero trata de aplastar todo lo que encuentra en su camino: comunidades y relaciones precapitalistas, identidades e instituciones sociales de todo tipo, desde la familia hasta los partidos tradicionales pasando por los sindicatos y los órganos representativos, junto con valores, creencias, formas culturales a veces milenarias. Es lógico, por lo tanto, que la protesta contra esta ofensiva reúna a todos los marginados desde el Papa hasta los comunistas, pasando por una polvareda humana compuesta por toda clase de individualistas exacerbados. De modo que la batalla contra el infierno neoliberal se libra, a la vez, en nombre de un Cielo de futura igualdad y justicia, del Purgatorio del ``capitalismo de papá'', del Infierno precapitalista y hasta del Limbo de los siempre inadaptados, para utilizar una terminología acorde con el retorno de la religiosidad.

Detrás del zapatismo europeo, por lo tanto, se encuentran fuerzas muy diversas. Están, por supuesto, los que quieren refundar el marxismo, laica, críticamente, a partir sí, pero no tanto, de la discusión y balance del pasado como del análisis realista del presente y de la lucha práctica por las ideas-fuerza (como la reducción del horario de trabajo y la solidaridad) que permitan transformarlo. Están también los que tratan de preservar la esencia del cristianismo de los esclavos y de los pobres, y luchan por la justicia, la caridad, la fraternidad del género humano.

Ambas tendencias son actualmente una pequeña aunque importante y muy activa minoría y, muchas veces, quien se integra en una de ellas también lo hace en la otra, pues el comunismo europeo real (a diferencia del ``socialismo real'') hunde sus raíces en las herejías igualitarias religiosas del pasado, así como en las luchas de la democracia que nació del Iluminismo y de las grandes revoluciones (inglesa, estadunidense, francesa). Pero, aunque minoría, son una parte importante de la civilización que está en peligro y que se intenta conservar al combatir contra el llamado neoliberalismo.

Otras fuerzas también se dicen zapatistas y acaban de ocupar el primer plano del escenario en el Intergaláctico en España. Son los que, porque se oponen al orden brutal y nefasto del gran capital, creen que deben oponerse a todo orden, a toda disciplina, a toda norma y los que, puesto que rechazan la mundialización, rechazan también toda idea generalizadora, toda alternativa mundializada en nombre de una supuesta libertad individual que reproduce, en realidad, el individualismo extremo que propone la cultura oficial, la cual quiere eliminar a los ciudadanos para hacer de cada uno un ``libre'' consumidor en el ``libre'' mercado de los productos y de las ideas.

Místicos, mariguanos y adversarios incorruptibles del jabón y de la higiene, mutilan sus cuerpos con anillitos y tatuajes para adornarse de modo diferente, pero no buscan adornar su mente con nada, a diferencia de los viejos anarquistas, aunque se pretenden tales. En algunos países, como Italia, los Centros Sociales no pueden escapar a la tradición de la izquierda comunista y hasta colaboran con ella y la fecundan y estimulan. Pero en otros países donde aquella tradición no existió, este vago anarquismo y antipartidismo es parasitario y nocivo y se opone a toda circulación de ideas, cuando precisamente lo que el zapatismo precisa es discusión, participación en la construcción programática de vías no escritas para superar la fase actual del capitalismo, pluralismo y democracia, y no pequeñas sectas atrasadas y antidemocráticas dirigidas por pequeños y autoritarios caciques de parroquia.

A esta caricatura del zapatismo, por suerte se opondrán ahora las jornadas en Venecia del 13 al 16 próximos, que reunirán fuerzas reales y discutirán y resolverán medidas efectivas en defensa de los emigrantes, contra el racismo, por la solidaridad social. Esperemos que este zapatismo ayude a contrapesar en Europa el lastre de los marginales, que podrán encauzarse en el futuro si se establece un eje entre dos fuerzas reales: la de los indígenas de América Latina, organizados y politizados, y la de los sectores sensibles de los trabajadores europeos.