León Bendesky
Que 20 años no es nada

En algunos casos 20 años pueden no ser nada, como se dice en el famoso tango. ¡Pero es un tango! En otros casos es mucho. Veinte años son muchos para individuos que se han empobrecido con los efectos de la larga crisis económica en México. Veinte años es mucho tiempo para toda una generación de jóvenes cuyos prospectos de vida están efectivamente achatados, y son, ciertamente, muchos para una sociedad cuyas oportunidades hoy son muy restringidas. Por eso, llama la atención el señalamiento sobre las condiciones del bienestar contenido en el tercer Informe de gobierno. Dice Zedillo que si esta economía creciera al 5 por ciento anualmente durante los próximos 20 años apenas se duplicaría el ingreso per cápita de la población. El panorama es, para decir lo menos, lúgubre.

Aun si se diera ese crecimiento del producto, no hay ninguna garantía de que los mexicanos llegarán a vivir mejor. El argumento del Informe sigue siendo consistente con una visión bastante plana del proceso de crecimiento en esta economía, pues no hace ninguna referencia al asunto de la distribución del ingreso que se genera. Desde 1982 la manera en que se reparte el ingreso se ha hecho más inequitativa y México sobresale entre los países con mayor desigualdad social del mundo. El crecimiento mágico del 5 por ciento podría llevar a que el segmento de la población con mayores ingresos, es decir, una significativa minoría, agrandara todavía más su parte de la riqueza. Algunos datos contenidos en el anexo del Informe son ilustrativos. La proporción de la población asalariada de este país que gana hasta 5 salarios mínimos es de 91.4 por ciento, o sea que reciben como máximo 3 mil 645 pesos al mes. En cambio, aquellos que reciben más de 10 salarios mínimos constituyen sólo 2.5 por ciento de los asalariados, y entre ese grupo hay también una enorme disparidad de ingresos, hasta llegar a un grado de concentración brutal. Hay que tener cuidado con las estadísticas económicas, con la manera en que se generan, la forma en que se presentan y los distintos modos de interpretarlas.

Pero ¿puede la economía mexicana crecer al 5 por ciento en promedio anual durante 20 años seguidos? La verdad, eso es bastante improbable. Y ello por diversas razones. Una tiene que ver con la propia estructura de la producción. Esta muestra una desarticulación en los procesos productivos y en su conformación territorial. Además, mantiene una alta dependencia externa, pues se estima que por cada punto porcentual que aumenta el producto, crecen 4 puntos porcentuales las importaciones. Ello hace que la restricción de divisas se mantenga como un factor potencial de crisis o, cuando menos, de freno eventual y hasta crónico de la expansión del producto. Otras razones se asocian con las causas que provocan los ciclos económicos, es decir, los periodos de auge seguidos de otros de recesión. Uno de los factores que generan los movimientos cíclicos de la producción tiene que ver con las inversiones y sus periodos de maduración. En esta economía la inversión ha sido, durante muchos años, un componente poco dinámico del crecimiento y no existen las condiciones, dentro del ajuste macroeconómico que se ha impuesto, para una renovación del gasto en inversión que provoque un ciclo expansivo de larga duración. Por otro lado, está la estrecha relación que existe con la economía de Estados Unidos, a donde se dirige la mayor parte de las exportaciones. Esa economía está ya en su quinto año de expansión y es previsible que se dé una desaceleración que repercutiría adversamente en la posibilidad de crecimiento en México, sobre todo en la medida en que no se fortalezca el mercado interno.

Es cierto que no hay fórmulas mágicas para hacer crecer a una economía, ni para aumentar el nivel de ingreso de la población. El mensaje presidencial hizo abiertamente esa advertencia en contra de una Cámara de Diputados que parece dispuesta a ejercer un papel contestario frente a la política económica del gobierno. También es cierto que no existe una sola fórmula para recrear las condiciones del crecimiento, y la que se está aplicando ha tenido ya una muy larga oportunidad de mostrar la capacidad de hacerlo. En ello ha fracasado. Y conforme a la visión de muchos mexicanos no está sentando las bases para renovar la capacidad de expansión del producto manteniendo los ansiados equilibrios externos y, al mismo tiempo, mejorando las condiciones de vida de la población. Ese es el tamaño de la disputa abierta el 6 de julio en el terreno económico.