La Jornada Semanal, 7 de septiembre de 1997
Ofrecemos los textos que Adolfo Gilly y Cuauhtémoc Cárdenas leyeron en la presentación del libro Tres imágenes del General, editado por Taurus, y que incluye el mensaje que Lázaro Cárdenas escribió en 1970 para el 60 Aniversario de la Revolución mexicana, que según diversos analistas es su testamento político.
Legado del general
En Tres imágenes del General viene la mejor, la más nítida imagen que Lázaro Cárdenas hubiera querido dar de sí mismo: no la de su persona en lo material o físico, la que dejan ver las investiduras que ostentó, las realizaciones a las que contribuyó o su carácter, sino la que reflejan sus ideas y su compromiso con la vida, consigo mismo, con México y la Revolución.
Su Mensaje a los revolucionarios de México, como alguien le llamó -Mensaje a la Nación, dice en estas Tres imágenes del General-, es un documento inconcluso. Seguramente lo leía y releía, le quitaba y ponía, lo iba puliendo porque quería entregar a los mexicanos en fecha relevante, el 60 aniversario del inicio de la Revolución, su visión convencida sobre qué camino debiera seguir el país para llegar a ser, efectivamente, soberano e independiente, con un pueblo en ejercicio pleno de sus libertades y derechos, y que al ejercitarlos consolidara y desarrollara una convivencia regida por el progreso y el bienestar, la igualdad y la solidaridad humanas.
Algo faltó al texto, no sabemos qué. Pero nos legó un mensaje no sólo válido en 1970, cuando llamaba a recuperar los caminos primigenios, redentores y de emancipación de la Revolución mexicana, sino también preciso y visionario en cuanto señala con claridad dónde estaban las lacras y los grandes intereses que mediante la opresión y la explotación vivían de México y al mismo tiempo inhibían su desarrollo. Ese planteamiento está vigente aún hoy, pues sigue marcando por dónde es que podemos vencer esto que hoy llamamos neoliberalismo -neoliberalismo a la mexicana-, que él no conoció como tal, pero al cual describe y desmenuza en sus ambiciones de dominación, en las complicidades y el entreguismo que genera, en la depredación y la corrupción en las que se sustenta, como si lo estuviera viviendo con nosotros.
De hecho lo vivió en su época como lo vivimos ahora, porque si de nuestro lado hay continuidad en las ideas, en las luchas, en los compromisos y solidaridades, del otro lado también la hay. La línea que se expresó en el decreto de abolición de la esclavitud de Hidalgo y en los Sentimientos de la Nación de Morelos, se prolonga en el Constituyente del 17, en la expropiación petrolera y en los esfuerzos de hoy por abrir paso a la democracia; así como del otro lado se expresa en las traiciones de Santa Anna, la traída de Maximiliano, la opresiva dictadura de Díaz y la usurpación de Huerta, que encuentran sus contrapartes actuales en el entreguismo y la corrupción del salinato y en quienes hoy descargan en el pueblo las pérdidas de las concesiones de las carreteras de cuota.
¿De qué habla Lázaro Cárdenas en su mensaje? De la no reelección y de la necesidad de lograr la efectividad del sufragio; de la importancia de verdaderos partidos políticos, independientes del poder público; de las dependencias y condiciones de explotación y sometimiento que internacionalmente imponen los compromisos financieros; de la depauperación de los trabajadores; de la grave condición de los indígenas; de la destrucción de nuestra cultura y el papel que juegan y el que debieran jugar los medios de información; de la capacidad de resistencia que da a la nación la observancia del artículo 27 constitucional; del petróleo; del derecho a la tierra y los efectos positivos de una reforma agraria integral; de la depredación que trae consigo la especulación financiera y la urgencia de contar con sindicatos que sean verdaderamente de los trabajadores; de la reforma educativa y de su fe en los jóvenes; de sus convicciones pacifistas y la solidaridad entre los seres humanos.
Si hoy lo hubiera escrito, además de lo que está -que ahí estaría-, aparecería sin duda también su preocupación por el levantamiento del 1¼ de enero de 1994 en Chiapas, por la tardanza para llegar a acuerdos y sus esfuerzos para que se alcanzara una paz definitiva y con dignidad. Asimismo, encontraríamos serios argumentos en favor de desarrollar la petroquímica básica en función del interés general y sin rendirla a intereses del exterior, y hallaríamos un sólido razonamiento ante los graves riesgos de entregar el istmo de Tehuantepec a otra soberanía.
Va al fondo en sus análisis, por sucinto que sea el documento. Las soluciones que ofrece son realistas, vigentes todavía en lo sustancial, realizables ahora si objetivamente se considera la situación interna y el contexto internacional en que se encuentra nuestro país; aunque, ciertamente, como él lo visualizó, exigen patriotismo , organización, unidad, decisión y valor para enfrentar con firmeza y sin claudicaciones ni desvíos a las fuerzas adversas.
Creyó en México, en los ideales trascendentes de la Revolución, confió en los demás, fue un convencido de la solidaridad entre los hombres y entre los pueblos, y todo esto se deja ver en este texto que nos dejó.
¿Por qué se incluye en el libro este mensaje de Lázaro Cárdenas que se ha publicado en otros libros y como folleto, y que varios autores y analistas han comentado ya en otros momentos?
Por su vigencia, porque no ha perdido actualidad, porque sigue enseñándonos cómo podemos los mexicanos salir de este hoyo, de esta crisis que él vio cómo se gestaba, para llegar a situaciones mejores. Esa es la importancia de este texto. En pocas páginas dice mucho y, sobre todo, apunta con claridad qué hacer y cómo hacerlo.
Por otro lado, Tres imágenes del General es un libro que desde hace mucho Adolfo Gilly quería que apareciera: por la importancia del mensaje, para recordarlo y volverlo a poner a la vista de los mexicanos.
Surge de las raíces y las convicciones profundas de nuestro país, también de la entrega sin reservas de Lázaro Cárdenas a una causa, a cómo él entendió que debía ser y quería que fuera la obra de la Revolución mexicana, la revolución trasformadora que se debía -que se debe- llevar a cabo en México: en paz, con democracia, con honradez, desprendimiento y generosidad.
Lázaro Cárdenas: un legado de ideas
Las Tres imágenes del General están dadas por tres escritos. Uno es el mensaje que, en vísperas de su muerte, que sabía cercana, Lázaro Cárdenas escribió para el sexagésimo aniversario de la revolución de 1910, el 20 de noviembre de 1970. No alcanzó el general a llegar a esa fecha: su tiempo se cerró un mes antes, el 19 de octubre. Lo que quería decir a su país quedó, sin embargo, en el extraordinario documento escrito entre agosto y septiembre de ese año, donde deja su legado ético, ideal y político. Este documento es el texto central de esta obra.
Lo antecede una semblanza biográfica: El General escribe en su despacho, donde en once escenas en tiempos diversos de su vida trato de ubicar a Lázaro Cárdenas en sus ideas y en su siglo. Es un destilado de la investigación que me llevó a escribir El cardenismo: Una utopía mexicana (1994).
Cierra el volumen un escrito de Cuauhtémoc Cárdenas: Lázaro Cárdenas, mi padre, donde es el hijo, antes que el dirigente político, quien recuerda la figura paterna.
El libro es breve: 113 páginas. Me han preguntado cuál es su origen. Tiene una larga historia: más de un cuarto de siglo. La diré en cuatro partes.
1. El 20 de octubre de 1971 habitaba yo en la celda 16 de la crujía N de la cárcel de Lecumberri, mi domicilio legal desde abril de 1966. Esa mañana, el Excelsior trajo esta noticia: en el homenaje oficial rendido al general Cárdenas en el primer aniversario de su fallecimiento, su hijo, Cuauhtémoc Cárdenas, había leído el último mensaje del general, un documento que, a juzgar por las caras en las fotografías, no había complacido demasiado a las altas autoridades de la nación allí presentes. Leí con creciente excitación -regocijo, diría- los extensos extractos publicados. Salí al patio de la celda, llamé a otros compañeros presos y les dije: ``Lean, lean lo que dijo este hombre frente al presidente.'' Pensé entonces que ese hombre tenía respeto a las ideas y con ellas se comprometía al leer ese programa ante la tumba de su padre. Conocí a Cuauhtémoc Cárdenas hace poco más de diez años y hace ya tiempo le dije en charla personal esto que ahora cuento aquí. Los hechos, creo, no han desmentido lo que en aquel entonces supuse.
2. En junio de 1971 había aparecido la primera edición de La revolución interrumpida, escrita durante esos años en Lecumberri. Su último capítulo se llamaba El cardenismo. En la segunda edición, de fines de ese año, agregué en dicho capítulo una extensa nota con la síntesis del mensaje de Lázaro Cárdenas. Este es el programa, escribí, que el pueblo mexicano retomará cuando vuelva a ponerse en movimiento para recuperar sus conquistas y sus libertades. Por esos tiempos venía asiduamente a visitarme a la cárcel Rodolfo F. Peña. Teníamos largas conversaciones, que en buena parte giraban en torno a la Tendencia Democrática de los Electricistas y a la lucha del STERM, encabezada por Rafael Galván. Con Rodolfo, que por entonces publicaba Solidaridad, la revista de la Tendencia, discutíamos noticias e ideas. Por él supe de la amistad y la cercanía de Rafael con Lázaro Cárdenas. En mi ensayo comento la influencia que sobre el general tuvieron, a mi juicio, el movimiento de 1968 y la matanza del 2 de octubre. Creo que las movilizaciones de los trabajadores electricistas en 1969 y 1970 en defensa de su sindicato y sus conquistas tampoco son ajenas a la forma como, en la mente del general, se fue gestando su mensaje.
3. El mensaje de Lázaro Cárdenas, conocido también como su testamento político, pertenece a una antigua estirpe, la de la izquierda mexicana. Creo, con Norberto Bobbio, que no hay razón para dejar de lado la palabra ``izquierda''. Preciso es sin embargo definirla. Por izquierda entiendo un binomio: justicia y libertad. Si esta definición es buena, quien quiera la una sin la otra, quien haya atado su vida y sus ideas a regímenes que niegan una u otra, cualquiera sea su creencia o su imagen de sí mismo, no se ubica en la izquierda.
Aquella estirpe de ideas viene desde los Sentimientos de la Nación, pasa por la Reforma y los liberales viejos, sigue en las rebeldías campesinas e indígenas y sus planes libertarios, se prolonga en Ricardo Flores Magón y el Partido Liberal Mexicano, se condensa en Emiliano Zapata, su Ejército Libertador del Sur y su Comuna de Morelos, destroza en Zacatecas al Ejército Federal con Pancho Villa y la División del Norte, entra al Sureste con Salvador Alvarado y con Francisco J. Múgica, y prosigue con Carrillo Puerto, aparece en los artículos 3, 27, 123 y 130 en Querétaro, continúa en los anarquistas y los sindicalistas revolucionarios de los años veinte y llega al gobierno con Lázaro Cárdenas en cortos años de fulgor intenso. No digo que esta es la única izquierda en México. Digo que esta es la que prendió en la vida y la conciencia de este pueblo, la que con derecho y con justicia debe ser llamada izquierda mexicana. Todas las rebeldías sucesivas se alimentaron de esa larga estirpe, hasta la rebelión democrática de 1988 y la insurrección de los indígenas de Chiapas el 1¼ de enero de 1994.
En aquellos años esa izquierda, la de Cárdenas y Múgica, en cada momento decisivo -el ejido, el petróleo, España, el pacto Hitler-Stalin- siempre fue más radical, más audaz y más apegada a la realidad del país y del mundo que comunistas y lombardistas, ambos amarrados por su subordinación mental y material a la política y los intereses de una potencia extranjera. Esos son los hechos, revelados y verificados por la historia sucesiva. Sobre ellos no cabe hoy confusión posible, cualesquiera hayan sido las vivencias y las creencias de algunos participantes de entonces.
Lo que en su mensaje de 1970 Cárdenas deja a México es un legado de ideas, probadas en los actos de una vida y en las transformaciones que con esas ideas pudo realizar, en un tiempo mexicano único en el siglo, un pueblo en busca de reforma, libertad, justicia y ley, las cuatro palabras con que concluían los documentos de Emiliano Zapata.
4. Cuando estaba escribiendo El cardenismo, pude conversar con doña Amalia y visitar el despacho de Lázaro Cárdenas. Me fascinó la visión del hombre en su alta edad, trabajando con calma sus ideas en ese espacio, entre un gran Gandhi de José Clemente Orozco atrás de su escritorio, un gran Flores Magón de Diego Rivera a su costado y pequeños retratos de todos los presidentes de México en los paneles superiores del artesonado. Vi al general escribiendo allí sus apuntes, sus pensamientos y su mensaje. Lo quise imaginar recorriendo pasajes de su vida, en el ordenado desorden en que vienen los recuerdos, los más cercanos y los más lejanos. De esa fascinación nació este escrito. A Sealtiel Alatriste se le ocurrió que eran como imágenes. Por eso el libro se llamó Tres imágenes del General. Ojalá una feliz navegación le espere.