La Jornada 8 de septiembre de 1997

CUBA, EU Y EL TERRORISMO

Resulta significativo que, mientras los grupos más agresivos del anticastrismo en Miami proclaman que seguirán recurriendo al terrorismo para golpear al turismo en Cuba y sabotear el próximo Congreso, en octubre, del Partido Comunista de la isla, el influyente diario estadunidense The Washington Post sostenga en su editorial que el turismo obliga al gobierno cubano a una apertura y, por lo tanto, es positivo; que el terrorismo es condenable y que el Departamento de Estado debe, por consiguiente, impedir la acción de los sectores recalcitrantes del exilio cubano en Florida.

Es importante al respecto destacar que la posición del rotativo critica el bloqueo de Estados Unidos a Cuba, pues cifra las posibilidades de una apertura política en la isla en el intercambio y no en las medidas de presión, a las que considera contraproducentes desde el punto de vista de los intereses de Washington. Recuerda, asimismo, que el pasado de ocupaciones y agresiones por parte de Estados Unidos acentúa el nacionalismo de los cubanos, el cual es invocado por el gobierno de Fidel Castro como componente central del consenso necesario para sostenerse y hacer frente a la crisis económica que golpea a la población.

La geografía y la historia condenan a Estados Unidos y a Cuba a la coexistencia. Al margen de las diferencias ideológicas, políticas y económicas entre ambos países, la sensatez obliga a tomar en cuenta la proximidad de la isla al continente y la complementariedad económica con el coloso industrial que está del otro lado del estrecho de Florida.

En esta perspectiva, el empecinamiento de Washington en mantener el bloqueo económico contra Cuba, una medida ilegal e inmoral, ha ido perdiendo apoyo entre la propia sociedad estadunidense, y de ello es una expresión el editorial publicado por The Washington Post. Tras esa pérdida de respaldo no hay necesariamente consideraciones éticas, sino también pragmáticas: el embargo afecta duramente, sin duda, a la población cubana, pero tiene, al mismo tiempo, costos políticos cada vez más altos para el gobierno estadunidense en el ámbito de la comunidad internacional, en la medida en que es violatorio del derecho soberano de terceros países de mantener vínculos comerciales con la isla; al mismo tiempo, la persistencia del bloqueo juega en contra de los intereses de muchas empresas de Estados Unidos, las cuales se ven imposibilitadas de ingresar al mercado cubano.

Por lo que hace a los actos terroristas en Cuba, la doble moral tradicional de Estados Unidos tiene sus límites. No es posible condenar el terrorismo en Jerusalén, Argel u Oklahoma, e ignorar al mismo tiempo la violencia criminal emprendida por los grupos anticastristas en La Habana, especialmente si se tiene en cuenta que los terroristas de Miami no podrían dar un paso sin el conocimiento -y acaso el apoyo- de sectores del gobierno de Washington, en el cual tienen una conocida influencia política.

En suma, crecientes sectores de la opinión pública estadunidense van cobrando conciencia de lo insostenible que resulta, a más de un lustro de la caída del Muro de Berlín, la política de su gobierno hacia el pueblo cubano.