En materia de política exterior, el tercer Informe del presidente Ernesto Zedillo, bajo la mala influencia de la cancillería, contiene escuetamente algunos lugares comunes sobre la defensa de nuestra soberanía y la promoción de los intereses de México en el mundo.
El discurso presidencial adolece de una definición estratégica explícita que nos permita entender de qué manera específica se hace esa defensa, quizás por ser ésta tímida e infructuosa; y se nos esconden los resultados concretos de los esfuerzos de diversificación de relaciones con América Latina, la Unión Europea y el Pacífico Asiático, quizás por ser estos deleznables a pesar de la gran actividad internacional que despliega el Presidente.
Esto es, la forma domina el contenido. Se recurre al viejo expediente de pretender que la simple reiteración de principios universales del derecho internacional --autodeterminación, igualdad jurídica entre los Estados, entre otros--, sustituye a un programa estratégico de defensa real de la soberanía; así también, se pretende que las negociaciones y la firma de acuerdos múltiples de libre comercio contrarrestan de modo efectivo nuestra dependencia comercial y financiera de Estados Unidos.
Para salir del universo de la simulación como política, es tiempo de que la política exterior también se democratice, y para ello se requiere de cambios que garanticen una ampliación en la participación de legisladores y ciudadanos en su diseño estratégico, de tal manera que la unidad nacional se fortalezca a partir de la corresponsabilidad en la definición del tipo de relaciones que queremos guardar con el mundo en general y con Estados Unidos en particular.
1) La política exterior debe dejar de ser el monopolio del Presidente y de algunos de sus secretarios; es urgente legislar una reforma que incorpore al poder Legislativo en pleno, y no sólo al Senado, en el diseño y control de las relaciones internacionales, trátese del análisis y la ratificación de acuerdos y tratados, o de la aprobación de los enviados diplomáticos y consulares. Cabría agregar que la política exterior es demasiado importante en un mundo globalizado, donde compiten verdaderos bloques subcontinentales, para dejarla en manos de los diplomáticos de carrera que no pierden oportunidad para demostrar su condición burocrática, inimaginativa y pusilánime por temores escalafonarios, con marcadas tendencias de prepotencia autoritaria frente a sus subordinados y clara obsecuencia ante sus superiores, quizás por haber sido formados dentro de los cánones del presidencialismo autoritario en vías de desaparición.
2) También debiera legislarse para la creación de un verdadero centro o agencia de inteligencia, contrainteligencia, espionaje y contraespionaje, al servicio del Ejecutivo pero bajo la vigilancia del Legislativo y de la ciudadanía, dedicado a la política externa y sin entrometerse en la política interna; que sostenga la observación y el análisis del comportamiento geopolítico, geoeconómico y geoestratégico del mundo de la posguerra fría; que trabaje en condiciones equiparables a sus contrapartes de Estados Unidos, Canadá, Cuba y la Unión Europea; que deje atrás las concepciones policiacas del quehacer de inteligencia propias de un país ensimismado sin mayores requerimientos de reflexión estratégica; y que se proponga desde su origen la formación de un servicio civil de inteligencia.
3) Deberá aprovecharse la aprobación de la ley de egresos en la presente Legislatura para otorgar mayores recursos a la Secretaría de Relaciones Exteriores, que permitan una mejor labor de protección de los mexicanos en el exterior en condiciones dignas y suficientes, considerando la magnitud sin precedente de la tarea. Cabe reconocer que el incremento de 50 millones de pesos en el presupuesto para protección de nuestros connacionales que viven en Estados Unidos, y el nombramiento de más personal de protección en los consulados, son acciones que apuntan en la orientación correcta, aunque siguen siendo insuficientes. Por otra parte, un mayor presupuesto daría fundamento para un trabajo más efectivo en la diversificación de nuestras relaciones con el exterior.
4) La oposición a los abusos imperiales recurrentes de Estados Unidos tendrá que darse en planos múltiples para ser eficaz; de ahí la necesidad de que no sean sólo el Presidente de la República y su canciller quienes den la pelea por la dignidad nacional. Sería estratégicamente pertinente que los legisladores mexicanos, aprovechando la legitimidad y fuerza de haber sido efectivamente electos por la ciudadanía, propusieran la conformación de un Parlamento de América del Norte, permítaseme insistir, donde se vean obligados a mantener una estrecha relación con sus contrapartes de Estados Unidos y Canadá, que les confiera una mayor capacidad para incidir en una defensa más adecuada de la soberanía y de los intereses nacionales. Las reuniones interparlamentarias bilaterales son insuficientes para esos propósitos, y urge la creación de una nueva instancia multilateral de carácter político que coadyuve a la reducción de asimetrías en una discusión abierta entre pares elegidos democráticamente.