1. La marcha que los zapatistas inician esta semana hacia la ciudad de México será la primera en su género. Los 1,111 indígenas que el día 12 llegarán a la capital del país no vienen a negociar, ni a buscar una interlocución con el Tlatoani. Hay aquí una ``inversión'' en los términos en que tradicionalmente se pensaban y llevaban a término las movilizaciones a la metrópoli.
El EZLN viene más bien a establecer una fértil comunicación con la sociedad civil de la gran urbe, y a platicar con los pueblos que estarán representados en el Congreso Nacional Indígena. También vendrá a acompañar el surgimiento del Frente Zapatista de Liberación Nacional. Los zapatistas no llegan a la ciudad de México en cualquier momento. Vienen a encontrarse con una ciudad hoy cardenista, en las celebraciones septembrinas, el tiempo más caro de la patria.
De hecho, en esta fase -que se inicia desde el anuncio formal de que se haría la marcha- la comunicación del EZLN con amplios sectores de la sociedad civil y con los pueblos indios ya ha adquirido una fuerza extraordinaria, y se ha establecido a través de una nueva campaña magna de solidaridad y de la construcción de los múltiples puentes que permitirán a los marchistas llegar a la ciudad de México. Aquí encontramos también algunas señas de la originalidad del acontecimiento: la -ya exitosa- campaña de apoyo económico para el transporte y la estancia en la ciudad de México de los zapatistas ha sido en sí misma una nueva manera de tejer o retejer los lazos y redes que desde hace tiempo ligan estrechamente el corazón de la metrópoli con el movimiento indígena de Chiapas.
2. La presencia de los 1,111 zapatistas no pretende ganar una entrevista con alguna fracción o núcleo de diputados y senadores, ni presentar al poder Ejecutivo el último ``pliego petitorio'' del movimiento indígena. En el marco de la comunión referida con sus hermanos del FZLN y del CNI, el EZLN vendrá a la ciudad a construir ``el espejo'' más grande de que se tenga memoria: en éste se reflejarán los actores sociales y políticos de la ciudad y del país, quienes dirán su palabra.
El ``método'' es tan simple como extraordinario, y ha sido ya puesto en práctica por el zapatismo en diferentes momentos de su participación e ``intervenciones'' en el escenario político nacional. El ``espejo'' referido logra el efecto de desnudar al Monarca o a los visitadores asiduos de la corte, tanto como el de mostrar y revalorar los contornos precisos del poder verdadero (el de la sociedad civil, el del mundo indígena, el del pueblo). Por ello es que todos se obligan a ``decir su palabra'', aunque algunos lo hagan con el silencio.
3. Por la vía del ``método'' referido se logra a la vez la universalización de la exigencia: no es un núcleo, fracción o fuerza indígena determinada la que dice y grita que no se han cumplido los acuerdos de San Andrés y que en Chiapas y en otros lugares del país hay un proceso extremo de militarización y de violación de los derechos humanos más elementales. Son la denominada sociedad civil y el mundo indígena -el poder verdadero- los que piden su turno y hablan. Y tal vez en ello resida el simbolismo: 1,111 es más que un eco; visto de cierta forma es la reproducción infinita del uno.