Iván Restrepo
Tema ambiental, ausente en el Informe
A muchos causó extrañeza que en el Informe leído hace una semana por el Presidente de la República ante el Congreso de la Unión, no hubiera una sola mención al tema ambiental. Podría pensarse que la omisión se debió a que los problemas vinculados con los recursos naturales y las políticas para lograr un desarrollo sustentable se encuentran en vía de solución y por eso no son ya prioridad dentro de la agenda gubernamental. Sin embargo, todos los reportes oficiales y las evaluaciones de los expertos muestran una realidad bien diferente. Citaré algunos ejemplos.
Pese a los programas del sector público, cada año se destruyen 700 mil hectáreas de selvas y bosques. Se trata de áreas claves para garantizar la biodiversidad, las fuentes de agua, el clima y el sustento de millones de habitantes. Es meta bastante lejana lograr que los principales ríos recobren su salud. Algunos están altamente contaminados por los desechos de la industria, los asentamientos humanos y los agroquímicos de la agricultura. Las corrientes de esos ríos afectan también las áreas costeras donde existe una inmensa riqueza insuficientemente explotada. En la franja litoral del Golfo, El Caribe y el Pacífico no solamente hay contaminación por las actividades económicas que allí existen, sino que recibe el aporte de las aguas negras de decenas de ciudades medianas y pequeñas que crecen sin control. No debe extrañar entonces que siga la destrucción de manglares, popales, tulares y lagunas, que son fuente de alimentos y recursos de primer orden, ejes de procesos ecológicos básicos. Allí, las actividades humanas acaban en horas lo que a la naturaleza tanto tiempo le llevó construir.
Ninguna de las grandes y medianas ciudades cuenta con una atmósfera limpia ni depósitos de basura que no atenten contra el medio. Las áreas metropolitanas de México, Guadalajara y Monterrey viven casi todo el año con índices de calidad del aire que afectan la salud de sus habitantes. Pese a décadas de promesas, el desarrollo urbano sigue sin ceñirse a una planeación mínima que evite desajustes futuros mientras la industria no siempre se ubica en los sitios donde existen los recursos indispensables para su crecimiento, como el agua. Aleccionador es el caso de la frontera norte.
Qué decir de los 6 millones de toneladas de residuos peligrosos que se encuentran en sitios que no reúnen las normas mínimas de seguridad y por ello afectan al medio y la población. O del uso indiscriminado de plaguicidas en el agro. Cambia el clima pero no se toman medidas preventivas para evitar lo peor; sigue la erosión del suelo en perjuicio de las actividades agrícolas y las cuencas hidrográficas.
En fin, a la luz de estos y otros pendientes, cabe señalar que la democracia también es esencial en la protección de los recursos naturales, pues únicamente los gobiernos que rinden cuentas a la sociedad y gozan del consentimiento de sus gobernados, pueden hacer realidad un crecimiento sin alterar el medio y en beneficio de las mayorías. En México es una asignatura pendiente. Un primer paso debe consistir en que la Cámara de Diputados evalúe seriamente los programas oficiales relacionados con el ambiente y que afectan la calidad de vida de la población y el bienestar de las generaciones futuras.