Chile se encuentra de luto por la muerte, ocurrida, en Santiago, el 25 de agosto, a los 73 años de edad, de Clodomiro Almeyda Medina, uno de los tres grandes ``cancilleres de la dignidad'' que ha tenido América Latina en los últimos 50 años, junto con Raúl Roa y Guillermo Toriello. El gobierno chileno decretó duelo oficial y el pabellón nacional se izó a media asta durante tres días.
Don Clodomiro desempeñó muchos cargos. Fue vicepresidente de la república durante el gobierno de Salvador Allende y también se desempeñó, en diferentes épocas, como ministro del Trabajo, ministro de Minería, diputado, canciller, embajador en la URSS, presidente del Partido Socialista y, en el instante de su fallecimiento, era director de la Escuela de Sociología de la Universidad de Chile.
Si se investigara sobre su actividad y su conducta esencial en cada uno de estos puestos que ocupó, se observaría una coherencia permanente de principios con el mismo Almeyda joven que, a los 18 años, en 1941, ingresó al Partido Socialista con una identificación muy estrecha con figuras peruanas del primer aprismo, como Luis Alberto Sánchez, Armando Villanueva, Serafín Delmar y Magda Portal.
Pero su coherencia se mantuvo dentro y fuera de los cargos, en actos sencillos y momentos trascendentales y, sobre todo, en una obra escrita lúcida y brillante, al punto que Camilo Escalona, actual secretario general del Partido Socialista, dijo que, desde mediados de la década de los 60, ``Almeyda fue el más importante pensador de la izquierda chilena y un educador para toda una generación''.
Almeyda estuvo con Salvador Allende en La Moneda, en los momentos del golpe militar, el 11 de septiembre de 1973, y luego permaneció prisionero en Dawson, en la Academia de Guerra Aérea, en Tres Alamos y Ritoque, antes de ser echado al exilio en 1975. Durante su destierro recaló en México, entre otros lugares, y aquí fue profesor en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Recuerdo que en ese tiempo tuve el privilegio de participar junto a él, con el poeta mexicano Carlos Pellicer, el argentino Rodolfo Puiggrós, el brasileño Francisco Juliao y otras personalidades en un acto antisomocista que se escenificó en el Palacio de las Bellas Artes.
En 1987, Almeyda realizó la hombrada de poner punto final a su destierro, retornando clandestinamente a su patria y presentándose retador ante los tribunales de justicia pinochetistas. Y en 1990, siendo ya embajador de Chile en Moscú, contra todos los consejos diplomáticos, dio asilo en su sede a Erich Honecker, con la salud minada por el cáncer, en reciprocidad a la acogida que en su momento el ex gobernante de la República Democrática Alemana le había dispensado a tantos chilenos expatriados por la dictadura militar.
Ricardo Lagos llamó a Almeyda ``tábano socrático'' por su manera picante y profunda de argumentar. Almeyda, en múltiples aportes doctrinarios, nunca se equivocó con la realidad y siempre partió de lo que ella es para procurar transformarla.
En la entrevista con Hernán Millas, aparecida en el periódico La Epoca, de Chile (3 de agosto), la cual parece ser la última que concedió, en su lecho de enfermo Almeyda insiste en ver la realidad tal como se presenta.
Al referirse a los actuales momentos, el líder socialista reconoció los avances positivos de los siete años y medio del gobierno chileno de la concertación, trabado, sin embargo, en el obstáculo de que el Presidente no puede, como antes, remover a los comandantes en jefe.
En esta entrevista, Almeyda precisó cómo se están dando los alineamientos políticos en Chile. Aludió a la concertación gubernamental que, a su juicio, refleja el sentir mayoritario del país. Puntualizó las dificultades de momento para que el Partido Comunista y el Partido por la Democracia se insertaran dentro de la concertación, manifestando que, si esto fuera posible, se reforzaría el polo de izquierda dentro de la mencionada concertación.
Asimismo, se refirió a la enorme fuerza del adversario constituido en una alianza de conservadores (el nuevo empresariado, la Iglesia Católica, por ejemplo) y de los poderes fácticos. En su opinión, la influencia de esta alianza ha contribuido a hundir a buena parte de Chile en un retroceso político y cultural que recuerda épocas anteriores a 1920.
Al final de la entrevista, Almeyda lanzó un mensaje exhortando a salir adelante mediante el cuestionamiento a fondo de la realidad y a través de la reorientación de la educación. Sin duda que es acertada la exhortación de Almeyda, pero lamentablemente nos dejó sin haber terminado de desarrollar por escrito su criterio acerca de los caminos por los cuales debe avanzar la verdadera transformación democrática de Chile. Por otro lado, apuntaremos otra paradoja más de la vida política: el duelo de tres días por el fallecimiento del ilustre hombre de Chile y América Latina hizo obligatorio que le rindiera honores militares el mismo ejército que lo aherrojó sin ningún miramiento.