La Jornada 11 de septiembre de 1997

Ante diputados, lo que va de un ombudsman a un fiscal

Arturo Cano Ť Jorge Madrazo dice que no quiere, pero ante el pleno de la Cámara de Diputados vuelve una y otra vez a sus tiempos de presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Aquellos tiempos:

--Aquí se nos impone la ley del cohetero: sabemos que de algún lado van a chiflar, ya sean las autoridades, el quejoso, la prensa o las ONG- decía entonces.

En San Lázaro no le chiflan. Pero tampoco le aplauden. Quizá porque la comparecencia de Emilio Chuayffet los dejó muy agotados. O tal vez porque los priístas no se sienten obligados a premiar a un miembro del gabinete que se dice apartidista. El asunto es que, salvo el caso de Aguas Blancas y algún otro momento, los legisladores se llevan la fiesta en paz.

Jorge Madrazo olvida la ley del cohetero. Lo miden ahora con la vara de la credibilidad. Y no convence.

Abre el procurador general de la República con un crudo diagnóstico, que deja escaso sitio a la rudeza opositora: la inseguridad pública ``ha superado la suma de nuestros esfuerzos''; la inseguridad y el reto de la procuración de justicia son ``los mayores obstáculos para nuestro progreso material y para una vida social armónica''.

Subraya y gesticula el procurador: ``Así de grave''.

En palabras de Madrazo y de los diputados desfilan los casos Colosio, Ruiz Ma-ssieu, Posadas Ocampo, Gutiérrez Rebollo; el eternamente prometido saneamien- to de la Policía Judicial Federal; los crímenes de aquí y allá; las víctimas indefensas; los enredos legales; el Ejército que persigue narcotraficantes... o los protege. Un recuento de la impunidad que completa el reconocimiento de la incapacidad.

``Lo que estamos haciendo es todavía muy incipiente, pero ya empezamos'', dice Madrazo en su respuesta al diputado panista que le recuerda el golpe ``a un proyecto de maximato'' que fue la detención de Raúl Salinas de Gortari (aunque no nombra a Antonio Lozano Gracia).

Ya empezamos, dice Madrazo, que se resiste a volver a su pasado de ombusdman: ``Yo cuando termino un trabajo lo termino'', quiere atajar.

Pero unos minutos antes, él mismo recuerda que se opuso, por ejemplo, a la Ley contra la Delincuencia Organizada: ``En un principio sí me parecían algunas de las facultades establecidas en la ley francamente exorbitantes. Sin embargo, pues habría que estar sentado un rato en el escritorio del procurador para darse cuenta de que necesitamos eso y mucho más para combatir a una delincuencia que está cada día más organizada, más tecnificada''.

Ya está en el escritorio del procurador. Pero el ombusdman no lo suelta.

La seguridad interna, clama la panista María Baltazar, ``¡no debe ser confundida con la intervención de las Fuerzas Armadas en problemas policiacos!''

Fue justo el procurador panista, Antonio Lozano, quien abrió la puerta de la lucha antinarcóticos a los militares (sus grandes operativos: la Operación Alacrán en Tijuana y la toma de la delegación de la PGR en Guadalajara por los efectivos del general Jesús Gutiérrez Rebollo).

Y fue Jorge Madrazo, presidente de la CNDH, una de las voces que se opuso a la militarización, que ahora señala ``absolutamente temporal'' y a la que incluso fija un plazo: cuando la PGR tenga los efectivos capacitados suficientes, proceso que puede llevar varios años.

En vía de mientras, el procurador explica por qué invitó a militares a puestos clave de la PGR: ``No encontré el personal civil que pudiera desplegar con esta honorabilidad y con esta eficacia las tareas para las cuales invité a los señores militares''.

Ya están ahí, pero se irán, dice Madrazo. Aunque en tribuna el forista Bernardo Bátiz recuerde: ``Sacar a los militares de los cuarteles es fácil. Lo difícil es convencerlos de que regresen a ellos''.

Consumada la transfiguración, no se puede olvidar a los policías que acusan a los organismos de derechos humanos de protectores de delincuentes cuando se escucha al procurador Madrazo quejarse de los jueces: ``Más que enjuiciar al presunto responsable, se enjuicia la actuación del Ministerio Público''.

Otra vez el PAN, en voz de la diputada María Baltazar sale al paso: ``Resultaría muy peligroso que mediante meros indicios o presunciones se ejercitaran acciones legales poniendo en serio riesgo los derechos más elementales''.

A estas alturas del encuentro, apenas la mitad de los diputados siguen la comparecencia, pese a que, como dice el priísta Francisco Arroyo, en las campañas electorales el principal reclamo ciudadano fue la inseguridad pública.

Pero si se mide por el arranque con un quórum de apenas 391 diputados, por las curules vacías y el desinterés manifiesto, parece que muchos diputados olvidaron pronto ese reclamo, concentrados como están en la disputa por las comisiones de la Cámara o, los priístas, en la notable ausencia de Mariano Palacios Alcocer, hasta el lunes estrella en la desinflada burbuja del PRI.

El grito que desde su curul lanza el perredista Martín Mora sacude levemente la monótona sesión: ``¡Señor procurador, hasta cuándo se va a castigar a los culpables de Aguas Blancas!''

La diputada María de la Luz Núñez, ex alcaldesa de Atoyac, había cifrado su intervención en el caso Aguas Blancas. Sin respuesta del procurador.

Tras el grito desde la curul, Jorge Madrazo rectifica, pide perdón a la bancada perredista y vuelve a su pasado en la CNDH: el caso Aguas Blancas, dice en referencia a dos de sus subprocuradores y a él mismo, ``nos dejó marcados''. Y ofrece: ``recapitular'' sobre la matanza de los 17 campesinos ``para saber qué es lo que puede hacer la Procuraduría''.

Lo demás son los 60 millones de dólares decomisados a Amado Carrillo en Estados Unidos y la reiteración de que los diputados vayan a platicar con el subprocurador Raúl González Pérez para saber en qué andan las 13 líneas de investigación pendientes sobre el asesinatro de Luis Donaldo Colosio.

Además, claro, la despedida fría y las anécdotas sobre la desigual lucha de la PGR contra la delincuencia. Cuenta el procurador Madrazo las quejas de un agente: no me dan vehículo, ni arma ni viáticos y así quieren que les traiga a la paloma (el sujeto de una orden de aprehensión).

Y como las palomas se van de las manos de los agentes de la PJF, así el procurador Jorge Madrazo escapa de una trampa que en San Lázaro nunca acaban de tenderle. ``La comparecencia más de un profesor que de un funcionario'', define Porfirio Muñoz Ledo.

En el remate, la sombra de FaustoAlzati, que ya regresó doctor y con gran despliegue como si lo condenable no fuera el engaño sino sus estudios inconclusos, se aparece por San Lázaro. La ex alcaldesa de Atoyac lo llama doctor y Jorge Madrazo se siente obligado a precisar que solamente lo es ``en grado de tentativa punible e inacabada''.

Y así es como el no-doctor pasa la prueba de San Lázaro donde vino, dijo el panista Carlos Medina, ``a dejarnos saber que su lucha por los derechos humanos ya terminó''.