Lo ocurrido anteayer en San Lázaro, al menos en sus trazos principales, era enteramente previsible. Sobre Emilio Chuayfett, aun por razones puramente institucionales puesto que es el encargado de la política interior, habría recaído la responsabilidad por los extravíos de los últimos días de agosto, que pudieron provocar una grave conmoción en nuestra vida constitucional.
Pero además el secretario, hasta donde se sabe, corrió el riesgo de actuar personalmente con parcialidad en interés de su partido, y trató de atraerse a los diputados opositores que le hacían falta para integrar una mayoría absoluta en la Cámara y decidir sobre las modalidades de la instalación. Corrió el riesgo y perdió. El hecho es que la maniobra, que de todos modos tiene las trazas de una acción concertada y no unipersonal, salió mal, y el precio de lo que al cabo fue un error tenía que pagarlo el secretario en una sola exhibición durante la comparecencia.
Más aún, tenía que pagarlo con el sordo resentimiento de muchos diputados de su propio partido, que en medio del desconcierto fueron tratados como vulgares sujetos del acarreo. El mismo día, por cierto, los priístas se enteraron de que había renunciado el inefable Roque Villanueva y de que la CTM había destapado al ex gobernador de Querétaro, Mariano Palacios Alcocer, para ocupar la presidencia nacional del PRI. Esto fue obra, íntegramente, de La Güera Rodríguez Alcaine, porque a él no le da línea nadie: ni las masas trabajadoras, ni los sectores partidistas, ni el Presidente; vamos, ni el teléfono. A los reporteros tampoco les pide línea: les pide una hermana, quizá por las ganas de emparentar con alguien inteligente.
Sólo que La Güera no soltó el nombre de su candidato sino hasta después de una discreta visita a Los Pinos. En suma, se actuó según la costumbre, aun a sabiendas de que había priístas que rechazaban el dedazo y querían que la decisión se tomara en el Consejo Político Nacional del PRI; aunque parezca increíble por los cambios que están produciéndose en la clase política y en la misma sociedad, la decisión se tomó como siempre, como en el Congreso del Trabajo y como en las unanimidades anticipadas de la CTM respecto de la elección de su secretario general.
Y uno se pregunta si en ese partido, que todavía es mayoritario, hay posibilidades reales de renovación (o de simple conversión en un partido verdadero) o si seguirá siendo dominado por la añoranza de su predominio, por el miedo a la democracia, así sea sólo en su expresión electoral, y por la sumisión acrítica al Presidente. Por lo pronto, hay rudos cuestionamientos en el priísmo (políticos medios y de base) respecto de la formación de las direcciones en el Congreso del Trabajo, en la CTM y en el PRI (que agrupa a ambas organizaciones), así como respecto del comportamiento reciente y la estrategia política de Gobernación, que ``dejó en el ridículo'' a los diputados y al resto de los priístas. En la vida política de todos los días, ¿cómo responderán Chuayfett y Palacios Alcocer a esos cuestionamientos internos?
Del ex gobernador queretano sé muy poco. De Chuayfett, gracias a una relación amistosa que ciertamente es más bien precaria, sé que es un hombre inteligente y que su buen humor no habrá de agotarse por los incidentes de la comparecencia (tengo para mí que el sentido del humor no se aviene con las personas lerdas). Habrá comprendido ya que su trabajo no es nada sencillo y que tiende a dificultarse más cada vez, a ser inabordable con la teoría y práctica de la vieja cultura política, la que tenía en el centro un sol invictus. Teniendo enfrente algunas de las más importantes palancas de la política, debe virar cuidadosamente en dirección de una nueva cultura, la misma en que, con diversa fortuna y responsabilidad, estamos empeñados todos.