Miguel Barbachano Ponce
The Godfather: 25 años

El objetivo de este artículo es conmemorar las bodas de plata de una película gangsteril. Me refiero a The Godfather (El padrino, 1972), de Francis Ford Coppola, cuyas imágenes memorables iniciaron estrecha relación ``matrimonial'' con los inmaculados lienzos que engalanan espacios específicos de la tierra hace exactamente 25 años.

Felicitamos en primer término a Paramount Pictures y a su productor ejecutivo Albert S. Ruddy, por resucitar en el celuloide aquel género mayor, cuyos primeros personajes transitaron por la pantalla en el filme de D.W. Griffith, The musketeers of pig Alley (1921) y cuyas características sobresalientes vinieron a establecerse 15 años más tarde en la cinta de Josef von Sternberg, Underworld (1927). Características que relatan la depravación que fatigó anónimas ciudades donde el asesino (killer) se movía entre las mesas de oscuros cabaretuchos jugueteando siempre con cuadradas pistolitas mientras escuchaba sesudas letanías del boss y del lawyer acerca de la única e invariable realidad: crime does not pay.

Sin embargo aquellas epopeyas de la depravación fascinaron a los espectadores de los años treinta, porque se admiraba el individualismo, la audacia y la aparentemente fácil manera de vivir de aquellos héroes. Varias obras maestras de este género se rodaron durante aquella década: Little Caesar, de Mervyn le Roy; The public enemy, de William Wellaman; Scarface, de Howard Hawks. Actuadas, respectivamente, por Edward G. Robinson, James Cagney, Paul Muni, George Raft, Humphrey Bogart.

En 1935 magnates y producers atendiendo a los clamores de las conciencias puritanas que no estaban de acuerdo con la idea de convertir en héroes populares a connotados gángsters de los años veinte, como Dillinger o Machine gun Kelly, transformaron la imagen salvaje de los protagonistas del género por la del limpio e idealista G-men. Entonces, un renovado abrazo a Paramount y a Ruddy por resucitar en los fotogramas --mediante la intensa saga a propósito de la vida familiar de don Vito Carleone-- aquella narrativa cancelada por la intolerancia. Asimismo, un doble abrazo a Marlon Brando (Omaha, Nebraska, 3 de abril de 1924) por su convincente encarnación de don Vito, misma que fue premiada por la Academia (Oscar al mejor actor) aquel lejano 1972.

Recordamos que Marlon fue desde su temprana juventud un auténtico inconforme (expulsado de la Shattuck Military Academy) amante apasionado del jazz (drummer) y luchador incondicional desde los ácidos tablados del teatro neoyorkino (Truckline cafe, de Anderson, Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams) y de los luminosos sets de los estudios (¡Viva Zapata!, premio Festival de Cannes 1952; On the waterfront, Oscar al mejor actor en 1954, Ultimo tango a Parigi, 1972) contra iglesias, ligas, clubes, fraternidades... Concluyamos esta inusual conmemoración acercándonos a los creadores de esta inolvidable cinta para prodigar abrazos. Uno, fuerte, a Mario Puzo cuya novela a propósito de aquellos emigrantes italianos de instintos criminales articuló el argumento; otro, estrecho, a Gordon Willis, director de fotografía, no sólo por el sabio manejo del technicolor, sino también por la impresionante secuencia inicial del filme (Reception daughter wedding); otro más, solemne, a Nino Rota, creador de la ``música score''; otros, jubilosos, para Al Pacino (Michael Corleone) Robert Duvall (Tom Hagen) y Diane Keaton (Kay Adams) por sus convincentes actuaciones.

Y otro, definitivo y estrujante para Francis Ford Coppola (Detroit, 7 abril 1939) hijo dilecto del compositor Carmine Coppola, cuya capacidad creativa otorgó aliento en los fotogramas durante 175 minutos a aquella ``honorable'' mafia que asoló durante años los espacios intransitables de diversas urbes.

No en balde la crítica parisina comentó acerca de aquel organizador de imágenes en movimiento (entre otras, Godfather, part II'', The Godfather saga, Apocalypse now, Rumble fish y The cotton club): ``Es un explorador nervioso y lírico de la América contemporánea, de sus raíces y de sus mitos, no sólo como productor (American zoetrope) sino también como guionista y realizador''.

Para terminar, un último abrazo a los que luchan desde las trincheras del celuloide en pro de la libertad de expresión.