Roa Bastos: la globalización es sólo otra forma de expresar el poder imperial
Stella Calloni, enviada /I, Asunción Ť Un indefinible rumor de trópico ambula en los alrededores de la casa, un edificio de departamentos situado en un barrio silencioso y tranquilo de Asunción, donde vive desde hace un tiempo Augusto Roa Bastos, uno de los mayores narradores contemporáneos, que acumula entre muchas otras distinciones el Premio Cervantes.
Se escuchan los pájaros, que son parte del verde estallante en esta ciudad edificada sobre el río Paraguay. Roa Bastos se declara como el ``decano de los exiliados de su país''. Regresó después de 52 años de ausencia, con su misma decisión de ``seguir viviendo inteligentemente en el interior de un mundo casi furioso que nos ataca por todas partes'', tal como sostuvo alguna vez.
Hay casi una extrema sencillez en las formas. Habla con voz firme y pausada. Entiende que la literatura de la región, que estuvo ``inmersa en la pasión de lo americano, en su proyección y en su aliento'' es universalista.
De sus primeros cuentos, como el Trueno entre las hojas, uno de los clásicos de nuestra literatura, o su novela Hijo de hombre, que recibió el premio de la editorial Losada en 1959, hasta Yo elSupremo, que dentro de la trilogía de las novelas sobre los dictadores se convirtió en una de las mayores obras literarias, o la más reciente Vigilia del almirante, dando luz al pasado, mimetizándose en ese Cristóbal Colón, donde también logran converger todos los mundos que Roa Bastos lleva en sí, su obra refleja las temáticas casi obsesivas que rondan su vida de escritor.
``Son tres, al menos --señala--. Por una parte la reflexión sobre el poder, el poder represivo. De esa obsesión surgieron todos mis libros, el más evidente de esto fue Yo, el Supremo. También los anteriores, que buscan el destino del hombre, no con consignas o intereses circunstanciales. Otro de mis temas es el antihéroe, y en este caso las figuras como Cristóbal Colón, por ejemplo. Como esa especie de oposición de los contrarios, mi reflexión primaria ha sido siempre partir de un hecho esencial en la condición humana, reconocer que somos realmente una condición binaria, enmarcada en la binariedad de tiempo y espacio. No sabemos conseguir nada más que dos dimensiones. La tercera, la cuarta, otras, están todavía por descubrirse.''
De cómo vive este hombre con el peso del libro que se va formando en su interior, recuerda muy fuerte a Yo, el Supremo que, sin embargo, escribió con soltura, ``porque había vivido conmigo mucho tiempo, como también Vigilia del almirante, que resultó de la expresión de una actitud establecida en mí con respecto al descubrimiento. Hay una mistificación, no digo mitificación, en el sentido de la falsificación de la historia. Hay una fecha única rescatable el 12 de octubre, llamada del descubrimiento, aunque Colón sólo pasó por el borde. Murió sin saber lo que había descubierto, sin ver nada. Su toma de posesión del continente nuevo marca un jalón importante desde el punto de vista cronólogico de nuestra cultura contemporánea, después hay interpretaciones múltiples y también exageraciones sobre este hecho capital''.
Globalización, término retórico
Recordamos una de sus frases en Yo, el Supremo, donde habla de las épocas en que el narrador era una persona sagrada, que escribía libros sacros, códigos, oráculos, cuando ``el escritor no era un individuo solo, era un pueblo'', para comparar el momento actual. ``Creo que con respecto a la literatura en el mundo occidental, debo aclarar también que no sé lo que pasa en otros lugares, en India, en Egipto, aquí hay una declinación absolutamente notoria, no sólo desde el punto de vista de la producción de textos sino también de la aparición de talentos verdaderos, como sucedía hace 20, 30 o 40 años atrás, con aquellas generaciones de escritores. Recuerdo en la generación de los años veinte, por ejemplo en Estados Unidos, a William Faulkner''.
Le consultamos sobre si advierte que esta declinación es irreversible, pero reacciona con cierta pasión: ``Creo que es una situación coyuntural, y que es un poco toda la presión de un fin de época que se manifiesta en esta desintegración y que tiene consecuencias. Hay un cultivo del feísmo, de la irregularidad, como una especie de voluntad deliberada por parte de los artistas de degradar la producción artística, de ocultar completamente lo que podrían ser valores estéticos y humanísticos, en función de un desgarramiento tremendo de la condición humana en estos tiempos. Estamos viviendo, como decía André Malraux, el tiempo del desprecio. Y esto alcanza a todas las actividades humanas, con razón en el campo humanístico se nota esta especie de destrucción''.
--¿Es una consecuencia de la llamada globalización, una consecuencia en el arte, esa declinación que advierte?
--Sí, hay que ver todas esas interpretaciones y las destrucciones que se provocan. Lo que puedo decir de la llamada globalización es que tengo una fuerte propensión a no aceptar los estereotipos, y esto se ha convertido en un estereotipo que sirve y se utiliza para cualquier cosa. No sé lo que es la globalización, creo que es sólo otra forma de decir o nombrar lo que antes llamábamos el poder imperial de las grandes potencias del mundo. Esa especie de necesidad de concentración del poder económico casi absoluto no se siente muy bien. Lo más terrible es esa igualdad que no es de superación sino como una tendencia facilista para explicar los inexplicables fenómenos de la cultura. No acepto para nada la palabra globalización como algo que pueda mejorar la relación de los países, las interconexiones de superación. Creo que es otro nombre para aquellas grandes fuerzas que tendían a unificar, a dar cohesión al mismo centro hegemónico de siempre, simplemente para fortalecer el imperialismo económico. Eso es lo más global que existe. Es un término retórico que se usa, suena bien. Estamos ante la necesidad, entonces, de recuperar volúmenes de los que hemos sido despojados, a través de una larga historia de despojos. Esto de la globalización nos da la ilusión de que podemos volver a reintegrarnos a un magma humano internacional que ya no existe, y mi visión es que en realidad suena a colonialismo.