Trece años después
La Jornada surgió a la circulación en septiembre de 1984, con el propósito de sacar a la luz pública el rostro de un país que no aparecía en el retrato cotidiano de los medios: lo diverso, lo divergente, lo disidente, lo plural, estaba excluido de una verdad oficial que exaltaba el unanimismo y los rituales de un sistema político que, ya por entonces, mostraba signos claros de agotamiento.
Sin sujetarse a filiación partidaria o ideológica alguna, el quehacer periodístico de La Jornada presentó, desde el inicio, una propuesta de país y de sociedad que ha orientado su actividad: democratización de la vida nacional, construcción de un verdadero estado de derecho, acatamiento a las leyes, políticas efectivas para combatir las lacerantes desigualdades sociales, fortalecimiento del mercado interno y de la planta productiva; en lo exterior, respeto a la autodeterminación de los pueblos, solución de las controversias por la vía pacífica, fortalecimiento del derecho internacional, robustecimiento de la soberanía nacional y defensa efectiva de los trabajadores migrantes en el extranjero.
En la primera mitad de la década pasada nuestro diario se propuso realizar un ejercicio periodístico que propiciara la incorporación de los sectores sociales ignorados por la visión oficial (indígenas, trabajadores, pobladores, mujeres, jóvenes, estudiantes, homosexuales, activistas políticos, defensores de los derechos humanos), a los grandes debates y decisiones nacionales, así como incorporar a artistas, académicos y científicos a la reflexión conjunta sobre los problemas de México y al proyecto mismo de construcción del diario. Es obligada, a este respecto, la mención de Rufino Tamayo, Francisco Toledo y muchos artistas plásticos cuyas generosas donaciones en obra fueron decisivas para dar viabilidad monetaria a la empresa editora de La Jornada. Fundamental fue también, en aquellos momentos críticos, la forma en que miles de ciudadanos respondieron a la convocatoria del grupo fundador y adquirieron acciones de Demos Desarrollo de Medios, SA de CV.
La aventura de organizar este diario, lanzarlo a la circulación y mantener el ejercicio cotidiano de un periodismo independiente de los poderes políticos y económicos --que aún se encontraban en el apogeo del corporativismo-- no era, por supuesto, una tarea unívoca o unilateral de un grupo de periodistas, académicos, artistas, profesionistas, políticos y líderes sociales. Desde un primer momento La Jornada partió de la premisa de que su existencia y su éxito habrían de depender también de la disposición de sus lectores a participar en el proyecto, no sólo como receptores pasivos de un producto informativo, sino como ciudadanos capaces de dar expresión a sus demandas y dispuestos a preservar y defender sus derechos. Estos lectores habrían de ser los únicos jueces del trabajo colectivo plasmado en las páginas del diario.
De entonces a la fecha, La Jornada ha puesto en el debate nacional incontables gestas sociales, acontecimientos políticos y sucesos cruentos que impactaron hondamente la conciencia nacional y marcaron el rumbo del desarrollo político, social y económico del país o del mundo.
A pesar de las incertidumbres que caracterizan el momento presente y de los graves desafíos que el país habrá de enfrentar todavía para desembocar en la plena normalidad democrática, ningún aniversario de La Jornada había ocurrido en un contexto nacional tan positivo, tan anhelado por quienes hacemos este diario, como el que vive México en este septiembre de 1997. Hoy, cuando se cumplen 13 años de la primera edición del diario, el país estrena división de poderes, régimen de partidos, efectivos contrapesos de las instituciones republicanas y ensanchados márgenes de acción y participación política y social. Tal entorno es, para nuestro periódico, un factor que potencia la satisfacción por su aniversario y, al mismo tiempo, representa un aliciente adicional para reforzar sus compromisos con sus propios valores fundacionales, con sus lectores y con la sociedad a la cual se debe.