Si el gobierno federal hubiera estado de acuerdo con el proyecto de reformas constitucionales elaborado por la Cocopa, éste se hubiera convertido en ley sin el menor problema. El carácter federativo de la República y la integridad territorial de México no hubieran sido afectados en lo más mínimo. Sin embargo, el secretario de Gobernación y el Presidente se opusieron sin mostrar sus motivos políticos.
Nadie va a creer que alguno de los pueblos indios va a buscar la independencia o a desatar un conflicto étnico en México. Ese cuento bien podría formar parte de la ficción de Karel Capek, autor de La guerra de las salamandras.
Se trata, por lo visto, de la ineptitud de los gobernantes, pero también de unos cálculos políticos siniestros. En la víspera de las elecciones, el gobierno de Zedillo consideró que el conflicto armado en estado catatónico le podía favorecer en la medida en que éste fomenta miedo en la sociedad y permite mantener la presión militar y policiaca en Chiapas en favor del priísmo de ese estado.
Las situaciones de fuerte presión parecen ser las favoritas de los sistemas autoritarios pues, en nombre del orden, el gobierno se presenta como el único factor que impide una violencia desbordada. El contexto de los acuerdos políticos, en cambio, permite a la gente actuar con menos preocupación por los posibles enfrentamientos.
El EZLN, por su parte, resistió el rechazo gubernamental a la iniciativa de reformas de la Cocopa, e incluso limitó su intermitente abstencionismo electoral a los municipios chiapanecos donde tiene mayor fuerza.
En realidad, la interrupción de las negociaciones de San Andrés no afectó el contexto de las elecciones en 299 distritos electorales del país. El desconocimiento (de verbo y de hecho) de los acuerdos firmados entre el EZLN y el gobierno, a cargo de éste último, y la renuncia a una posible salida electoral, de parte de los rebeldes, no impidieron que el PRI se quedara sin mayoría en la Cámara de Diputados.
Ahora, el gobierno insiste en su actitud de rechazar el proyecto de la Cocopa como texto definitivamente negociado e impide, de esa forma, su aprobación, pues para ello se requiere mayoría de dos tercios en ambas cámaras y el voto de la mayoría de las legislaturas de los estados.
La firma del gobierno en los acuerdos de San Andrés no valió gran cosa, mientras que la del PRI, en el documento de la Cocopa, resultó al final desconocida por ese partido. Por ello, la torpe actitud gubernamental se ha traducido finalmente en el entredicho del método de la negociación política. ¿Es posible negociar seriamente cualquier asunto con el presidente Zedillo y su partido, teniendo en cuenta que ambos se arrepienten de los acuerdos por ellos mismos suscritos?
Esta situación también nos habla de otro fenómeno que habría que tener en cuenta: el EZLN firmó los acuerdos de San Andrés a pesar de que algunos de sus apoyadores o asesores, e incluso de sus miembros, consideraban que tales textos eran insuficientes o iniciales. Así, los rebeldes transigieron en aras del acuerdo, de tal manera que el proyecto de la Cocopa no le otorga a los pueblos indios el derecho a una inmediata autonomía en pleno sentido. La flexibilidad provino --mal o bien-- de los opositores del régimen y del sistema, mientras que los poderosos se mostraron a las claras como intransigentes, aunque también torpes, pues tenían gente en la Cocopa y dejaron pasar inicialmente el texto elaborado por esta comisión del Congreso.
Más recientemente, el secretario de Gobernación cometió otra de sus ya acostumbradas pifias: declaró que el EZLN buscaba convertirse en una fuerza civil con motivo de la creación del Frente Zapatista, pero a pocos días los rebeldes aclararon lo que ya habían dicho desde el principio, es decir, que seguirían en armas y que eran ``observadores'' en el FZLN. El negociador oficial del gobierno, Pedro Joaquín, se permite expresar que la solución consiste en que el EZLN retire su declaración de guerra, cuando cualquiera sabe que eso tendría que ser el resultado final de las negociaciones y nunca se podría pretender empezar por tal punto, sino a costa de hacer el ridículo.
La capacidad de enredarlo todo es algo que caracteriza a pocos gobiernos en el mundo. A los mexicanos nos está tocando padecer tan lamentable situación.