Bernardo Barranco
Don Norberto, la Iglesia y los medios
El arzobispo Norberto Rivera corre el riesgo de enemistarse con los medios de comunicación, como le sucedió a Carlos Castillo Peraza con las consecuencias desastrosas que todos conocemos. Los sucesos del sábado, zafarrancho y confusión, son inadmisibles.
Hay que reconocer que la feroz guerra de audiencias se vive no sólo en la televisión, sino también en la radio y en los periódicos; por lo tanto, no es de extrañar que las iglesias figuren muchas veces en la mira de los sensacionalismos y se encuentren entreveradas en complejas situaciones. Por ello deben tener cuidado de no desdibujarse y perder la compostura, porque en casos como el del sábado son los propios jerarcas los que tienen la culpa.
En otro momento, la polémica homilía del padre Soto en la Basílica sobre la supuesta relación entre los narcos y la Iglesia católica hubiera pasado casi desapercibida como un traspiés al estilo de monseñor Luis Morales, obispo de Torreón, quien declaró que los curas aspiraban a cargos públicos. Sin embargo, el actual clima de creciente desconfianza por las instituciones en general, y por las religiosas en particular, cataliza una vez más esta nueva crisis de relación entre las iglesias y la sociedad.
La Iglesia católica ha diseñado desde hace más de un decenio una nueva presencia pública, particularmente en la prensa. La ``nota religiosa'' en periódicos y revistas ha dejado de ser, como era antes, cuestión de sotanas y de escondidas sacristías: hoy es eminentemente política y ocupa un lugar central ya no sólo en la prensa, sino también en los medios electrónicos. Desde los años ochenta, la Iglesia católica ha puesto mayor atención a los medios masivos de comunicación. La estrategia orientó al conjunto del Episcopado a manifestarse y declarar sobre casi todos los temas de interés público en el momento oportuno y con el tono más conveniente para la institución, el cual podía ser duro y crítico o suave y conciliador.
Cabría preguntarse si los medios sólo han registrado el ascenso político de la Iglesia católica en la sociedad o si, por el contrario, han sido utilizados hábilmente por la jerarquía par hacer sentir con mayor impacto su peso y la defensa de sus intereses. Más de 90 por ciento de las notas religiosas son enfocadas hacia la Iglesia católica y cerca de 60 por ciento de estas notas, según los propios reporteros, son de alguna manera inducidas por los propios prelados.
Así como la Iglesia peleó su presencia en los medios y la opinión pública, así también se convirtió en un actor visible y por ello susceptible de ser criticado, como los partidos, los políticos y los artistas de la farándula. Digamos que es un precio inevitable. Habría que valorar si el hecho de que se ventilen los conflictos intrarreligiosos a nivel de la opinión pública es benéfico para la sociedad, porque ésta, en cierta forma, puede intervenir. Ya se demostró en el caso de don Samuel Ruiz cómo una decisión de remoción, aparentemente ya tomada por el Vaticano, puede revertirse gracias a la presencia activa y a la intervención de actores sociales locales e internacionales.
Otro caso es de monseñor Guillermo Schulenburg Prado, abad de la Basílica de Guadalupe, cuya renuncia resultó inevitable para la propia jerarquía eclesiástica.
Concluyendo: la relación entre medios e iglesias es delicada. Desde hace menos de un año, los temas relacionados con las iglesias son de escándalo; repasemos los casos de Schulenburg, de la iglesia La Luz del Mundo, del padre Maciel y los Legionarios de Cristo y ahora los supuestos nexos con el narcotráfico. Don Norberto Rivera tiene que revisar su estrategia comunicativa porque no sólo representa a la arquidiócesis, sino a la cabeza de la Iglesia católica. Y si tiene dudas, que le pregunte al papa Juan Pablo II, quien ha sido un actor mediático que ha sabido manejar y conducir con maestría los medios como base de su enorme popularidad.