José Steinsleger
Humanidad sobrante

En el decenio de 1980, el imperialismo ``realmente existente'' metió reversa y orientó el rumbo hacia el paleolítico ``global'' de la civilización. Fue la década de la seis ``D'': deuda, demografía, deforestación, drogas, democracia y desgravación. Creo que la primera de las ``D'' fue determinante. Basta recordar que para doblarle el brazo a la otra dimensión realmente existente (la de un socialismo que envileció su causa), y tras haber sido el acreedor de todos, Estados Unidos se transformó en el primer deudor de un mundo que simultáneamente modelaba a su imagen y semejanza. Su voraz sociedad de consumo y su demoledora maquinaria bélica permitieron tanto la disuasión de sus acreedores cuanto la imposición ``democrática'' del ``único modelo viable'': el tribalismo cibernético. En 1990, la ``guerra'' del Golfo disipó toda duda.

Encabezada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, la ``Revolución Conservadora'' consagró a escala mundial aquella vieja imagen de la pirámide social, descrita por Daniel Cosío Villegas para México. El lúcido politólogo aseguraba que la idea del goteo de la riqueza desde las alturas era absurda porque a más de ser una pirámide de vértice agudo y base amplísima, tenía en el medio una losa de concreto impermeable que tornaba imposible el hipotético goteo. Sin embargo, Cosío Villegas pensó en una época en la que aún se hablaba en el lenguaje de Mariano Azuela: los de abajo y los de arriba. El neoliberalismo de los noventa fue más allá y al corte horizontal de la pirámide aplicó otro, vertical.

El mundo quedó dividido en cuatro: los de arriba peleando para quedar adentro, y los de abajo echando a patadas a los que irremediablemente iban quedando fuera. En Hong Kong, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional deliberan actualmente en torno a quienes de los de arriba quedan adentro y afuera. Los de abajo no cuentan. En otras reuniones cumbres, como la que tuvo lugar hace poco en Asunción del Paraguay, la discusión fue entre quienes estando abajo quedaban adentro y quienes desde esta posición pugnaban por no quedar fuera. La solidaridad fue el convidado de piedra.

Los que han quedado abajo y afuera ya son más de mil millones de seres que viven con un dólar al día. Algunos cínicos podrían decir que siempre hubo ricos y pobres. Admitido. ¿Pero qué es lo novedoso de la época? Supongo que la inconsciencia del cinismo. Pues las grandes civilizaciones no perecieron por problemas de orden moral sino por algo más pueril: la esclavitud. Sólo que entonces, el esplendor de aquellas civilizaciones tuvo lugar en geografías delimitadas en tanto la nuestra se desenvuelve a escala planetaria.

Quizá el año 2050 esté muy lejos. Pero será el año en el que vivirán los hijos que nacen hoy y el de nuestros nietos: 700 millones de personas en los países ricos, acosados por 13 mil millones de los países pobres. Tales estimaciones no provienen de fuentes ``populistas'' sino del propio Banco Mundial. ¿Se está suicidando la humanidad? Es una conclusión cómoda, pesimista y elegante. Valdría entonces seguir de cerca los contenidos de la ``educación'' que los países ricos tratan de imponer en los pobres: formar, vía ``realidad virtual'', jóvenes ``técnicos'' capaces de exterminar a los pobres con eficacia, sin tanta cháchara moral. Jóvenes absolutamente convencidos de que en el siglo XX, Hitler y el Ku Klux Klan fueron creaciones ficticias imaginadas contra la ``raza superior''.