La Jornada miércoles 24 de septiembre de 1997

James R. Sutton*
Quo vadis CIA/I

La Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos fue producto de las pugnas entre las burocracias militar (Departamento de Defensa), diplomática (Departamento de Estado) y judicial. Aunque dentro de estas entidades existían unidades cuya responsabilidad era la recolección de información de inteligencia político-militar, la falta de coordinación entre ellas le negó al gobierno de Franklin D. Roosevelt la capacidad de anticipar las verdaderas intenciones de Adolfo Hitler en Alemania y las de los japoneses en el océano Pacífico antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Los ataques relámpago (blitzkrieg) de los alemanes en contra de sus vecinos europeos y de los japoneses contra la base militar de Pearl Harbor, dejaron al pueblo estadunidense traumatizado. La reaccion política a estos incidentes facilitó la creación de la Oficina de Servicios Estrategicos (Office of Strategic Services, OSS), bajo control del Departamento de Defensa. A su vez, los éxitos de la OSS durante la guerra y el comienzo de la expansión soviética de la posguerra establecieron un terreno fértil para la creación de una agencia de inteligencia bajo control civil.

En un esfuerzo por centralizar funciones y evitar rencillas burocráticas, el presidente Harry Truman, mediante una orden ejecutiva, estableció la Ley de Seguridad Nacional de 1947 (National Security Act of 1947). El lenguaje de este estatuto que definió las funciones y la autoridad de la CIA fue intencionalmente escrito de una manera ambigua y abstracta. En un esfuerzo por evitar más conflictos interburocráticos, esta ley evitó utilizar términos o conceptos que otras agencias pudieran interpretar como amenazantes a sus prerrogativas institucionales. El acta no hace referencia a palabras como ``espionaje'' ni incluye términos que sugieren acciones paramilitares encubiertas (covert actions) diseñadas para influenciar condiciones políticas en otros países. Esta ley también le prohíbe explícitamente a la CIA cualquier actividad policiaca, judicial o de seguridad interna, ya que éstas son responsabilidades del FBI, instancia que forma parte del Departamento de Justicia.

Diversas órdenes ejecutivas en las décadas siguientes expandieron aceleradamente las responsabilidades y autoridad de la CIA, pero ésta generalmente falló en su misión. Creada como un instrumento para coordinar el flujo de información de fuentes militares y diplomáticas establecidas y confiables, en los años 50 la CIA ensanchó agresivamente su función: de ser una agencia de recolección y análisis de información se autodefinió un papel activo y protagónico. De los años 50 a los 90, la funcion histórica de la CIA fue desplazada por sus esfuerzos de corromper, cooptar y manipular a actores políticos, académicos, sindicalistas, militares y hasta estudiantiles, cuyos objetivos político-sociales, aunque legales en sus respectivos países, eran percibidos como amenazantes a los intereses de Estados Unidos.

La ambigüedad, legal, moral, operativa e institucional de la CIA ha creado una agencia cuya reputación tiene más relación con Hollywood y con escritores de novelas de espionaje (muchos de ellos ex agentes de la CIA con un interés personal en crear un mito) que una realidad cabal y clara. Indudablemente, la CIA ha tenido sus éxitos, y muchos de sus oficiales son personas honorables, patrióticas, con capacidades profesionales incomparables. Desgracidamente, estos logros operativos son ínfimos cuando los comparamos con los errores catastróficos de la agencia. Entre los más notables podemos mencionar: en los años 40 y 50 la incapacidad para controlar o neutralizar la represión comunista en Europa oriental, y el golpe de Estado en Guatemala contra el presidente popular Jacobo Arbenz, remplazado por el títere militar Carlos Castillo de Armas, lo que a la larga generó un guerra civil que duró varias décadas; en los años 50 y 60, la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba y el comienzo de la guerra de Vietnam. Durante los ultimos 20 años, los traspiés se aceleraron: la CIA no anticipó las consecuencias de los derrocamientos del sha de Irán y del clan Somoza en Nicaragua, ni tampoco la evolución de los conflictos en el Medio Oriente, ni el colapso de la Unión Soviética y la emergencia de un sin número de conflictos regionales, independentistas. En muchos de estos casos la influencia de la CIA fue mínima, y en otros los hechos no fueron previstos y no se dio a los presidentes estadunidenses la oportunidad de alterar su curso y minimizar el daño contra los intereses de Washington.

La falta de confianza por parte de otras instituciones del gobierno estadunidense se puede evidenciar en el hecho de que los departamentos de Estado y de Defensa, así como el FBI, han expandido sus recursos de inteligencia de una manera exponencial. Y aunque en principio se supone que deben coordinar sus actividades con el director de Inteligencia Central, quien a su vez reporta al Consejo Nacional de Seguridad (National Security Council, bajo el control del presidente), la realidad es que las rivalidades intrainstitucionales se dirimen mediante el control de la información. En suma, la coordinación interinstitucional en materia de inteligencia en el gobierno de Estados Unidos es sólo un acuerdo de principio, pero difícilmente una práctica sistemática.

* El autor, nacido en México, fue agente de inteligencia de Estados Unidos. Actualmente se desempeña como reportero de investigación especializado en temas de inteligencia y narcotráfico en América Latina. Puede ser contactado en [email protected].