La Jornada viernes 26 de septiembre de 1997

José Blanco
Un toque

A la par que en esta ciudad la delincuencia crece, parece decrecer en sentido inversamente proporcional el equilibrio mental y el buen juicio de las responsables de mantener la seguridad e integridad de los ciudadanos.

Dice una de las muchas noticias agobiantes de nuestro tiempo que en Madrid se comenten en un año tantos asesinatos como los que se perpetran en veinte días en la Ciudad de México. Y ello ocurre en medio de abundantes asaltos cotidianos en las calles y en los hogares, de atracos a mano armada en los bancos, de actividades atroces y pías del narco y sus cómplices del mundo de la política, del ejército, de la policía, de la Iglesia (¿se configura ya el cártel del Tepeyac? ¿puso el señor Prigione la primera piedra de tan beatísima institución?).

¿El General Salgado ve en la guerra que zorros, jaguares, similares y vasta delincuencia han desatado contra la sociedad, una guerra en sentido verdadero?, ¿su afán e infortunio en el puesto lo han llevado a concluir que vivimos una perturbación social de gran magnitud que exige suspender estas o aquellas garantías individuales, cosa que ocurre con los toque de queda?, ¿fue una pura ocurrencia en defensa de sus "operativos" incontrolados o sobrecontrolados? Está enterado el General de lo que dispone la Constitución Política en materia de suspensión de las garantías individuales?

Los abogados tienen la palabra, pero el artículo 29 constitucional dispone en parte que ``en los casos de invasión, perturbación grave de la paz pública, o de cualquier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto, solamente el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, de acuerdo con los titulares de la Secretarías de Estado, los Departamentos Administrativos y la Procuraduría General de la República y con aprobación del Congreso de la Unión, podrá suspender en todo el país o en lugares determinados las garantías que fuesen obstáculo para hacer frente, rápida y fácilmente a la situación''.

¿Ya está autorizado el General por el Presidente?, ¿ya tiene éste los acuerdos requeridos?, ¿ya el Congreso de la Unión está listo para aprobar lo que sería semejante despropósito?

Las instituciones de seguridad pública están dañadas profundamente. Las autoridades ¿competentes? no tienen un plan que rinda frutos. Pero entre tanto el General y los medios de comunicación están excitando a la sociedad, exacerbando su desesperación y sus instintos más primarios. No hay semana en que no pueda ver uno a un reportero de televisión pulsando la vox populi en pos de un sí a la pena de muerte. Ayer oímos como Radio Red, en entusiasta tono de tómbola, alcanzaba cifras récord en sus encuestas a favor del ``toque de queda''. ¿Tienen conciencia las autoridades y los medios de comunicación del clima de linchamiento que están contribuyendo a crear junto con policías y delincuentes?, ¿quieren las autoridades ver en la Ciudad de México los horrores de las varias fuenteovejunas que han estado surgiendo en el país en las que se apalea, se mata y se quema a presuntos delincuentes?, ¿se trata de ayudar a crecer al caos ante su inminente partida?, ¿la falta de seguridad pública se convertirá también en una arena de lucha por el poder?

La Ciudad necesita reposo. Reposo y distancia mental frente al gran cúmulo de delitos que estamos enfrentando. Demos espacio a la reflexión serena. Echemos a andar el cerebro, no el hígado y los instintos.

Madrid vivió un día un rápido crecimiento de la delincuencia citadina. Tierno Galván era el alcalde. Los madrileños asustados, sin toque de queda de por medio, comenzaron a encerrarse en sus casas. El alcalde salió a la palestra y dijo: esa es la mejor manera de dejar el campo libre a los delincuentes; ocupemos las calles todos; reapropiémonos de lo nuestro; entre todos defendamos la ciudad. El encabezó la cruzada. Madrid pudo volver a vivir de noche.

Ningún proyecto social es susceptible de ser simplemente copiado. Nuestra realidad es de mucho mayores dimensiones y más compleja. Pero la entera sociedad tiene que hallar las vías de su propia defensa. La violencia legal, debe ser claramente legal y sólo una parte del remedio.