Luis Javier Garrido
El proyecto

La agitación en el PRI, a dos años de la postulación de su candidato presidencial, no hace sino reflejar la desazón de los priístas, que no saben aún quién tomará la decisión, si Ernesto Zedillo o Carlos Salinas de Gortari. O si será, una vez más, monsieur Joseph-Marie Córdoba, el desgastado aventurero francés que sigue siendo el enlace y árbitro entre los dos y podría influir en lo que sería su tercer ``dedazo''.

1. Los acontecimientos de la vida política nacional están resultando en apariencia inexplicables porque no obedecen a la dinámica de una lucha democrática (como preconizan los medios) sino a las maniobras del salinismo (más que nunca) en el poder, en vistas a un solo objetivo: el año 2000. El grupo de Carlos Salinas ha aceptado el desafío que representa un pueblo que quiere decidir su destino y, mientras su jefe dirige desde las sombras la escenografía de la lucha política, ellos siguen actuando en función de sus intereses y dan muestras de estar decididos a todo con tal de alcanzar sus intereses.

2. La estrategia salinista para conservar el poder el año 2000 es en extremo compleja, pues no sólo supone una injerencia en los mercados financieros sino que pasa por una tentativa de control del escenario político-electoral, al haber una injerencia abierta de Carlos Salinas en la vida interna tanto del PRI como del PAN y de los dos pequeños partidos ``de oposición'' (el PVEM y el PT) y una abierta manipulación de algunos de los medios masivos de comunicación, además de un recurso en extremo peligroso que es el uso de la violencia: es decir, una estrategia en extremo ambiciosa.

3. La estrategia de Carlos Salinas no se reduce a lo político-electoral pero en ésta su dominio es absoluto. El PRI ha sido hasta ahora funcional al salinismo, votando sus programas y encubriendo sus ilícitos, y al parecer esto no va a cambiar. La designación de un nuevo Comité Ejecutivo Nacional fue precedida de una serie de desacuerdos entre Salinas y Zedillo, que se saldó por una derrota para éste por la llegada de Mariano Palacios y de Socorro Díaz, gente de todas las confianzas de Salinas, a la cabeza del Partido. Las manifestaciones de inquietud en el PRI, y que indican un descontento real, están siendo por otra parte encauzadas por el salinismo, a pesar de la participación en éstas de varios colosistas, como es el caso del Grupo Galileo en el Senado o de la iniciativa de Agustín Basave en Nuevo León, de tal manera que Salinas está atrás del aparato del Partido y también de la disidencia en éste.

4. Los amigos de Ernesto Zedillo no tienen, a su vez, iniciativa alguna, los mexiquenses de Bucareli sólo llevan agua a su molino, los viejos cuadros del PRI siguen enfrentándose en una sorda lucha de intereses y, ante este vacío político, nada podrá impedir que el próximo candidato oficial sea un salinista o un individuo funcional al salinismo. Pero como si fuera poco está el caso del PAN.

5. El Partido Acción Nacional fue llevado por varios de sus dirigentes a una ``alianza estratégica'' con Salinas a fin de marginar al cardenismo, que se había levantado como segunda fuerza electoral en 1988, y ahora algunos de esos líderes parecen estar dispuestos a cualquier cosa con tal de regresar a ese escenario del bipartidismo. Carlos Salinas pudo utilizar al PAN gracias a Diego y a Castillo Peraza que se peleaban por ser el más allegado a Salinas, y preserva su influencia determinante en el blanquiazul por su relación con Felipe Calderón (jefe nacional del PAN), a quien Efrén dibujó en El Universal (22 de septiembre) como un instrumento suyo, y desde luego de Carlos Medina, el líder de los diputados panistas, quien se perfila como el candidato presidencial del PAN para el 2000; es decir que Salinas podría imponerles candidatos al PRI y al PAN.

6. ¿Por qué no habría Salinas de seguir utilizando a la violencia para alcanzar sus fines?

7. La estrategia salinista, de acuerdo a todas las evidencias, supone mantener un estado de tensión en el país a fin de repetir el escenario de 1994, de ahí que propicie la violencia tanto en el medio urbano (asaltos, redadas) como en el rural: integración de grupos paramilitares, derroche de recursos para dividir a las organizaciones sociales.

8. El grupo salinista no podría haber prevalecido de no mediar esa violencia que lo justifica. No es de sorprender por eso que las políticas oficiales frente al EZLN hayan estado marcadas a lo largo de estos tres años por una actitud de cerrazón para entender las razones de los pueblos indígenas y un recurso sistemático a acciones represivas. El gobierno se ha negado hasta ahora a cumplir los Acuerdos de San Andrés de la Mesa Uno sobre ``Derechos y Cultura Indígena'', de la misma manera que se resistió a dialogar en la Mesa Dos sobre el tema de ``Democracia y Justicia'', recurriendo a todos los ardides. ¿Quién podría ignorar las matanzas ocurridas en cada momento crítico del diálogo?

9. El problema no está sin embargo sólo en el hecho de que Carlos Salinas y los salinistas tengan como rehén de sus intereses financieros al pueblo de México, ni que por su control del aparato de Estado o su injerencia en los cárteles de la droga alienten un clima de terror, sino en el hecho de que el gobierno ``de Ernesto Zedillo'' (que pretende haberse ya librado de su influencia) se halle tan subordinado a sus dictados.

10. El cambio político no puede venir por tanto desde arriba. Tiene que ser consecuencia de un gran impulso popular: de eso que seguimos llamando la sociedad civil.