La Jornada sábado 27 de septiembre de 1997

Emilio Krieger
Las trampas gubernamentales /I

Como consecuencia directa de la marcha zapatista a la ciudad de México, de la insistencia del Congreso Nacional Indígena y de la reiterada petición ciudadana, el gobierno ha confirmado su voluntad, no demostrada por los hechos, de querer una solución rápida al conflicto de Chiapas, según lo han expresado el presidente Zedillo, el secretario Chuayffet, el comisionado para la paz en Chiapas, licenciado Codwell, y hasta el recién estrenado presidente del Consejo Nacional del PRI.

Simultáneamente, el actual presidente de la Cámara de Diputados anuncia que se están tomando las medidas para reorganizar y poner en acción a la antigua Cocopa, que desde hace meses no funciona y que debe rehacerse por la ausencia de algunos de sus anteriores miembros, con el propósito esencial de que la nueva o segunda Cocopa presente al Congreso de la Unión, como iniciativa de ley, la proposición que la Cocopa original formuló como resumen del conjunto de acuerdos tomados desde el 16 de febrero de 1996, en San Andrés Larráinzar. Como se sabe, ese documento mereció la aprobación del EZLN, que es una de las partes, pero no ha ganado la aprobación del presidente Zedillo, empeñado en su tozuda posición antiindígena.

La primera Cocopa no se atrevió a presentar ese documento ante el viejo Congreso de la Unión, temerosa de que la renuencia presidencial condujera a un rechazo del Poder Legislativo presidencialmente controlado.

Esperemos que el Congreso actual, con endeble mayoría opositora, reconstruya la nueva versión de la Cocopa y le dé instrucciones terminantes para que, de inmediato, presente a la consideración de las Cámaras del Congreso, como iniciativa legislativa, la conocida proposición de la Cocopa.

Pero resulta indispensable señalar que el camino escogido no está libre de cuestiones que pueden ser utilizadas por los duros del gobierno Federal incluyendo a Zedillo y a los Salinas, para seguir saboteando un arreglo pacífico y racional.

Hagamos una enumeración de los obstáculos, que constituyen la trama gubernamental:

En primer lugar, la necesaria recomposición de la segunda Cocopa puede dar origen a que una parte de sus nuevos miembros se oponga a presentar el Proyecto como iniciativa de Ley. Pero aún en el supuesto de que por mayoría, incluido el inseguro PAN, se tomara esta decisión, tal iniciativa sufriría el primer desgarrón, dado el carácter plural de la Cocopa, que habría de reflejarse en la rotación del pleno.

Pero aún en la hipótesis optimista de un acuerdo unánime de la nueva Cocopa, se anuncia ya públicamente un segundo y más insuperable obstáculo.

Evidentemente, la reciente y frágil constitución de la novedosa oposición mayoritaria en la Cámara de Diputados sufrirá su primera prueba de fortaleza, pues ya se anuncia que, en este caso, las fracciones, ambas minoritarias del PRI y del PAN, pero que juntas integran mayoría, unirán sus fuerzas para desechar las pretensiones de los indios rebeldes y levantiscos de este país, y apoyar la noble defensa de la soberanía nacional en que se apoya Zedillo para justificar su negativa.

Nada de extraño tendría que la fracción legislativa del PAN aproveche en la Cámara de Diputados su posición privilegiada de fiel de la balanza y use de nuevo el mecanismo de las concertacesiones, dando sus votos junto con los de los priístas duros, aunque eso signifique volver la espalda a la voluntad de muchos millones de mexicanos.

La posición que en esta acción asume la fracción panista será muestra indeleble de lo que puede llegar a ser el partido blanquiazul, pero no deja de representar un peligro para la solución rápida y pacífica del conflicto bélico de Chiapas.

Hagámonos a la alentadora idea de que el PAN ha olvidado su tradición concertacionista y que esta vez votará en apoyo de las exigencias indígenas.

Siguiendo con el optimismo, podemos imaginar que la mayoría opositora de la Cámara de Diputados sobreviva y apruebe la iniciativa de la Cocopa y acuerde remitirla a la Cámara de Senadores.

Aquí entra en juego el tercer obstáculo, consistente en la fortaleza bunkeriana que el PRI, como consecuencia de su derrota electoral de julio pasado, ha construido en el Senado, cuya mayoría absoluta aún está controlada.