Nigromantada
``Dios no existe'', exclamó Ignacio Ramírez, el Nigromante, nuestro único liberal ateo, en nombre de la ciencia y del progreso. Pues bien, la frase es necia, fatua y, puesto que no puede demostrarse, tampoco es científica. Luego, Diego Rivera se la puso a la figura del Nigromante que aparece en su mural del caído Hotel Alameda, ``Un domingo en la Alameda'', hoy a buen recaudo en su propio museo, y causó un escándalo. El último en provocar a las buenas conciencias con una frase ya no sólo necia, sino ampliamente ridícula, fue Yuri Gagarin, el primer astronauta ruso, quien en nombre del materialismo dialéctico, doctrina oficial de aquella Unión Soviética, hoy desaparecida, dijo desde su nave, creo Soyuz, que por más atención que ponía no lograba encontrar a Dios. Lo cual es tan ingenuo y bobo que ni enojo ni risa produce.
En repliegue
Es cierto que el espacio destinado a las acciones divinas se ha venido reduciendo con el avance de la ciencia. Alguna vez fue necesario Dios para explicar los rayos, los temblores y las enfermedades. Pronto ya no lo fue, pero tuvo su existencia justificada por la existencia del Sol y las estrellas. ``No es necesaria esa hipótesis'', respondió Laplace a Napoleón cuando éste le preguntó donde quedaba Dios en la teoría, formulada por Laplace y aún vigente, sobre la formación del Sistema Solar a partir de una nube de gases que se condensó, atraída por su propia gravitación, en el Sol y los planetas. Pero Laplace era creyente. Con cada avance científico la necesidad de recurrir a fuerzas divinas para explicar a la naturaleza se reduce. Hasta que una cierta idea de Dios sobrevive únicamente en donde persiste nuestra ignorancia, donde la ciencia todavía no tiene una explicación.
Las baratijas
Pero eso no significa que se haya probado la inexistencia de Dios.
Ciertamente se han desechado algunas baraturas, como el Dios fontanero que nos arregla desperfectos, encuentra monederos perdidos, ayuda a un ejército contra otro, evita la caída del avión si le rezan, cura enfermos y ofrece otros servicios a quien se los pide con insistencia suficiente. Baratijas a costa de la divinidad surgidas del desamparo humano y del recuerdo del padre para quien todo era posible en nuestra infancia.
El deshielo
Un número reciente del semanario Science, una de las dos o tres revistas científicas más influyentes y prestigiadas del mundo, trae un bello comentario de Gregg Easterbrook, donde se hace la observación de que las relaciones entre la ciencia y la religión han dejado de ser mutuamente agresivas. El Vaticano se disculpó en años pasados por el juicio contra Galileo y, aún más importante, el papa reconoció las bases de la teoría de la evolución. Para la iglesia no ha sido obstáculo ver en la ciencia los caminos por los que Dios actúa sobre el mundo, lo cual ya habían hecho grandes sacerdotes científicos, como Theilard de Chardin. Cada vez más pensadores creyentes opinan como el teólogo alemán Dietrich Bonheoffer, quien dijo que el creciente entendimiento que tenemos del mundo natural produce simplemente que la gente ya no necesite buscar en la iglesia las respuestas que ahora cada quien puede responder por sí mismo.
Op. cit. v.277, p. 890. Por su parte, la ciencia ha abandonado el jacobinismo que le fue necesario, hasta vital, cuando la religión tenía poder político y con él impedía el desarrollo de la ciencia. La no intervención en los asuntos del otro quedó expresada en una contundente frase de Galileo... (creo): Dígannos ustedes como ir al Cielo, nosotros les diremos cómo van los cielos.
Láser y fe
Dice el físico Charles Townes, quien compartió en 1964 el Premio Nobel con dos investigadores rusos por la invención nada menos que del láser: ``La ciencia desea conocer el mecanismo del universo, la religión el significado''. Idem. Es verdad. Luego dice que no es razonable pensar que ya sabemos bastante acerca del mundo natural para suponer que conocemos la totalidad de las fuerzas. ``Eso es más ilógico que cualquier acusación de falta de lógica lanzada contra la fe''. Pero Townes y otros construyen albergues más bien frágiles para Dios cuando lo hacen refugiarse en donde la ciencia todavía no llega, por ejemplo en nuestro desconocimiento actual de lo que disparó al big bang y por qué. Es un argumento frágil porque en cualquier momento se podría tener una explicación científica. La podría haber también para otro de los misterios actuales: por qué coincidieron tantas circunstancias para hacer que nuestro universo fuera estable y luego muchas otras para conseguir que surgiera la vida. John Polkinghorne, quien fue físico durante 25 años y es ahora un sacerdote anglicano, señala que se está buscando a Dios en las discontinuidades de la física y de la biología. Es un error porque esos resquicios muy bien podrían ser llenados por el conocimiento científico.
Otros infinitos no religiosos
Es mejor argumento el que Townes expone en otra parte. Señala que, para no recurrir a un acto de creación divina en las explicaciones últimas del universo, algunos teóricos, entre ellos Andrei Linde (de quien esta columna ha mencionado su teoría de los muchos universos), alcanzan especulaciones tan extremas, por ejemplo la de un número infinito de universos ahora existentes y simultáneos, que los planteamientos de la religión se quedan cortos y resulta entonces más sencillo creer en Dios. Hasta podría ser una hipótesis más parsimoniosa, esto es, más simple.
Dios y el PRD
--No soporto más al PRI-- dijo un día Jehová a sus ángeles y arcángeles. --Lo destruiré por corrupto, sumiso e inconsecuente. El Todopoderoso lanzó pues sus rayos a donde quiera que se hubieran escondido los priistas para esquivar Su furia... y acabó con el PRD.