Ruy Pérez Tamayo
Un nuevo país

Este verano estuve fuera y muy lejos de México; salí de mi país una semana después del 6 de julio y regresé a finales de agosto. Antes de abordar el avión que me llevó al extranjero, disfruté inmensamente los resultados de la votación (¡esta vez también ganamos, pero ahora lo reconocieron!). En toda mi estancia en Europa me frustré tratando de obtener noticias de México. Aprendí que nuestros problemas políticos internos, con una sola excepción, no son de interés periodístico en el viejo continente: la excepción es el subcomandante Marcos, cuyo prestigio internacional es extraordinario. Al regresar me encontré con dos magníficas noticias: 1) el PRI perdió la mayoría en el Congreso de la Unión, y 2) el PRI perdió la mayoría en la Asamblea de Representantes del DF. Al poco tiempo de mi regreso ocurrió otro hecho insólito: por medio de una coalición de los partidos políticos que hasta hace muy poco eran la ``oposición'' pero que ahora son la mayoría, las Cámaras se instalaron formalmente a pesar de la ausencia del PRI, que hasta hace muy poco era la mayoría pero que ahora es la ``oposición''. Antes los ojos incrédulos pero encantados de muchos mexicanos, al día siguiente de la instalación de las Cámaras, los diputados del PRI dijeron que siempre sí estaban de acuerdo y se incorporaron sumisamente a sus respectivas curules. Y unos días después cambió el líder nacional del PRI, en forma por demás poco acostumbrada por la humillación del perdedor, a quien no se le dio una embajada u otro cargo de prestigio sino que se le mandó ``a la banca'' (en sentido futbolero).

Cuando se acercaba el 16 de septiembre se anunció el viaje de una comitiva de representantes de mil 111 comunidades indígenas desde Chiapas hasta el DF, con el objetivo principal de pedir que se cumpla con los acuerdos de San Andrés Larráinzar; los chiapanecos llegaron puntualmente a la ciudad de México, estuvieron presentes en varios sitios (en el Zócalo, en CU), participaron en la formación del FZLN, hicieron algunas declaraciones, y regresaron a su sitio de origen sin que hubiera habido problemas que lamentar. Durante su viaje y su estancia, las manifestaciones de apoyo popular a su presencia y a sus demandas de atención y de justicia fueron multitudinarias, demostrándose así (una vez más) en dónde están las simpatías de una parte importante del pueblo de México. En su comparecencia ante el Congreso, el secretario de Gobernación trató de corregir el inmenso error del III Informe del presidente Zedillo, que fue no mencionar siquiera el conflicto en Chiapas, y proclamó que el gobierno estaba en la mejor disposición de reanudar el diálogo con el EZLN.

Naturalmente, nadie le creyó, porque si así fuera no tendría porqué haberse negado sistemáticamente a hacerlo desde hace meses. Ante todos estos acontecimientos políticos, muchos que ya tenemos la edad necesaria para haber sido testigos de la hegemonía absoluta del PRI durante más de 50 años, con toda la corrupción, el fraude, la impunidad y la prepotencia que eso ha traído consigo, estamos no sólo asombrados y contentos sino hasta un poco incrédulos. ¿Deveras está cambiando México? ¿Nos ha tocado ver el final de la dictablanda del Partido-Gobierno PRI y el principio de la democracia en nuestro país? ¿Por fin ha sido posible que haya verdaderos políticos de oposición, que las elecciones ya no estén controladas por el gobierno, que sean legítimas y que sean aceptadas por el PRI cuando pierde? ¿El primer regente electo, siendo de la antigua ``oposición'', va a poder actuar sin que le pongan trampas y zancadillas a cada paso, en vista de que el gobierno federal todavía está en manos del antiguo partido ``mayoritario''? Ojalá que los acontecimientos mencionados antes sólo sean el principio de la gran renovación política, social y moral que México necesita desde hace tanto tiempo, y que poco a poco la estructura arcaica que hemos padecido por tantas décadas se vaya quedando atrás, para que podamos decir con alivio y orgullo: ``México es un nuevo país''.