La Jornada lunes 29 de septiembre de 1997

Fernando Benítez
Sismos en Italia

En estos momentos me siento un italiano y lloro con ellos los graves daños sufridos por los recientes sismos en Italia.

Recordemos a Pompeya y Herculano, enterrados por la erupción del Vesubio, rescatados, en parte, por el virrey español de Nápoles, que después sería Carlos III de España. Lo totalmente opuesto a Pompeya es la Basílica de San Francisco de Asís que hoy sufrió el desplome de un techo y daños a los frescos admirables de Giotto. Es la santidad, la inocencia de los niños, el descubrimiento de un nuevo mudo. San Francisco llama a los pájaros, y les da de comer; se oyen sus cánticos. Eran los días de la pureza antigua... el paraíso sin la serpiente tentadora.

He visitado dos veces la Basílica de San Francisco y su pequeña aldea de campesinos y pensé que ahí podría yo vivir feliz.

Los italianos son buenos restauradores, pero hoy deben recurrir a los ingenieros, como se hizo en México, donde se reforzaron con acero columnas, soportes, cimientos y los grandes rascacielos no sufrieron daños durante los sismos de 1985. Este es el consejo que da a los italianos un hombre que vive en un país con frecuencia azotado por temblores.