En los últimos días, la integración de las comisiones y comités de trabajo de la Cámara de Diputados se ha presentado como una más de las intensas batallas entre el PRI y el bloque opositor, integrado por las bancadas de PAN, PRD, PT y PVEM, pero en realidad se trata de una exageración.
Tener la presidencia o la secretaría de una de las comisiones legislativas significaba anteriormente un gran poder político, porque implicaba estar cerca de uno de los secretarios de ésta y, probablemente, de un futuro Presidente de la República.
Esto sucedía cuando obtener la candidatura presidencial del PRI, prácticamente aseguraba ser el siguiente ``inquilino'' de la residencia oficial de Los Pinos.
En la actualidad -todo el mundo lo sabe- ser candidato del PRI a cualquiera cargo de elección popular ya no ofrece la garantía del triunfo, ni siquiera cuando se habla de la Presidencia de la República. Por el contrario, muchos vaticinios, encuestas y análisis de opinión, indican que muy probablemente el PRI sea desplazado del gobierno federal en las elecciones del año 2000, con lo cual dejaría de ser la principal fuerza política nacional por primera ocasión en más de siete decenios.
Otra de las ventajas de ser presidente o secretario -en particular lo primero- de una comisión legislativa, era la de tener un amplio equipo de trabajo y disponer de mayores ingresos que la mayoría de los diputados, incluso había la posibilidad de hacerse de un presupuesto adicional con el cual conquistar favores y simpatías.
Pero esto tampoco existe en la actualidad, pues la nueva directiva de la Cámara acabó con estas ventajas y ahora los salarios de los legisladores federales están prácticamente igualados, sin importar los cargos que se desempeñen ni las comisiones en las que participen.
La guerra que viene
Dentro de la Cámara, tanto el presidente como el secretario de una comisión legislativa son los responsables de conducir las tareas para la preparación y eventual aprobación de una iniciativa de ley. Esto se mantiene, pero la deficiente legislación interna deja abierta la posibilidad de que otros legisladores que no desempeñen dichos cargos presenten sus propuestas de dictamen, e incluso logren su aprobación por encima del que se puede denominar ``proyecto oficial''. Lo que se necesita es el suficiente número de votos dentro de la comisión, y luego en el pleno.
Todo lo anterior viene a confirmar que en realidad es poco trascendente obtener o no la presidencia o la secretaría de una comisión legislativa. Lo importante es tener la mayoría de votos para que se aprueben las propuestas propias.
Es aquí donde se llega al meollo de lo que se discutirá mañana en la Cámara.
No se trata tanto de tener un determinado número de presidencias o de secretarías, sino de medir fuerzas y prepararse para las batallas trascendentes.
Una de ellas es la aprobación del presupuesto de egresos y la ley de ingresos para el próximo año. Hasta donde se alcanza a ver, el bloque opositor no está dispuesto a aceptar lo que proponga el Ejecutivo en materia de impuestos y de gastos del gobierno para 1998, y pretenden imponer sus propios criterios.
Pero también está pendiente aprobar la Cuenta Pública de 1996 y este es otro de los grandes anhelos de las oposiciones: rastrear a profundidad el destino de los recursos del erario público.