FERNANDO FLORES, PERCANCE Y OREJA
Rafaelillo Ť Tendidos casi vacíos, calor en el ámbito y frialdad en el redondel. Así podríamos resumir la décima octava novillada de la temporada chica en la Plaza México, en la que no fue suficientemente aprovechado el encierro de Paco Torres, bien comido, hondo y serio. Los espadas, estereotipados a los rodillazos frecuentes y a la proverbial falta de aplicación, según a las condiciones de los cornúpetas, no naufragaron por la generosidad de un público que apenas corre la mano chaval y se entrega a la novatez.
Fernando Flores, primero en cartel, conquistó la oreja del cuarto, Centinela, negro maneado con 418 kilos, aprovechando algunos de los viajes del noble astado, que terminó relajándose por la ausencia del coleta. No obstante, la faena derechista tuvo ribetes de calidad, aun cuando fuera notoria la falta de recursos del lidiador, quien resultó prendido dos veces --una al entrar a matar--. Estocada entera. En cambio, con el primero, Don Paz, cárdeno claro con 466 kilos, Flores anduvo a la deriva, sin plan, muy por abajo de las condiciones del burel. A éste se lo quitó de encima luego de dos pinchazos, estocada tendida, un aviso y un descabello.
Alfredo Gutiérrez, el sobrino de Jorge, el Hidalguense, exageró los lances de rodillas --en sus dos enemigos-- y muleteó con desahogo, incluso lentitud, al bravo Cocinero, el segundo, cárdeno claro con 465 kilos. Casi toda la faena, a excepción de una serie destemplada de naturales, fue con la derecha, si bien no pudo sostener el ritmo y el nivel. Pinchazo y estocada desprendida. Al tercio con ligera petición de apéndice. Con el quinto, Cantarito, negro bragado con 380 kilos, alargó el trasteo, antigua costumbre familiar, y se perdió en un mar de confusiones. Estocada. Al tercio.
Finalmente, Gerardo Gaya, el novel de la papeleta, demostró su inexperiencia con su primero, Gracioso, cárdeno bragado con 421 kilos, eternizándose con la toledana y escuchando dos avisos, y produjo algún derechazo estimable con el que cerró plaza, Molinero, negro bragado con 423 kilos. Es evidente que el chaval cuida más las formas que el fondo. Entera en buen sitio y a otra cosa.