La memoria es para las naciones lo mismo que para los individuos: el recurso privilegiado para entenderse a sí misma.
Freud afirmaba: ``...aún suponiendo que la eterna recurrencia de las cosas, como diría Nietzsche, nos revistiera de nuevo con nuestro envoltorio mortal, ¿de qué nos serviría sin el recuerdo? No existiría vínculo alguno entre el pasado y el futuro''.
El recuerdo del pasado común se convierte en lo que amalgama no sólo a individuos de diferente origen y aún de diferente tiempo, sino lo que entrama al pasado con el presente y, también, con el futuro.
Está terminando el mes de septiembre que sintetiza nuestros fundamentos históricos. En él principia y concluye la revolución de independencia y la gallarda hazaña de nuestra vocación soberana frente a la intervención norteamericana. Más recientemente, en septiembre suceden los terremotos que transforman la vida social, y también somos testigos de cómo se inicia una nueva etapa en la vida parlamentaria y política del país.
Pretender reescribir la historia, aún con argumentos fundados, además de inútil resulta absurdo. La historia es el resultado de los hechos, de las interpretaciones, de las equivocaciones y aun de la imaginación de muchas generaciones.
Más que reescribir la historia, lo que debemos hacer es aprender de ella ya que, como pocos instrumentos sociales, nos permite revisar lo que resultó exitoso y lo que no; lo que nos fortaleció y lo que nos debilitó; lo que nos motivó y lo que nos desalentó. Un pueblo que no conoce su historia puede repetir los mismos errores.
En momentos de profundas transformaciones como las que estamos viviendo, determinadas por el cambio del arreglo mundial, por el innegable costo social y político de la más severa crisis económica de los últimos 50 años, por la tremenda irrupción de los viejos rezagos que no hemos podido superar y que dramáticamente exigen ser resueltos, es el momento para aprender de la historia.
Hemos retrocedido, cuando el inmediatismo ha doblegado a lo trascendente; cuando hemos privilegiado las diferencias por sobre las coincidencias; cuando la venganza se ha convertido en la razón esencial; cuando la esperanza colectiva ha sido derrotada por la amargura.
Hemos avanzado, cuando hemos podido construir una idea de futuro y nos hemos empeñado para hacerlo realidad. Idea de futuro que no es otra cosa que lo que cada individuo puede y quiere recibir a cambio de su esfuerzo y aún sacrificio de hoy.
El pasado común que cada año festejamos y del cual nos sentimos legítimamente orgullosos tendrá pleno sentido en la medida que nos sea útil para decidir y realizar el futuro común. La historia nos enseña que México no es una obra acabada sino algo vivo que a diario construimos cada uno en lo individual y todos en lo colectivo; que ayer como hoy y como mañana; todos somos la patria.