Rodrigo Morales M.
Nuestro Legislativo de hoy

El arribo de la pluralidad política no se ha significado por una superación en el tono del debate público; tras la llegada de equilibrios políticos distintos no hemos asistido a la emergencia de una mayor tolerancia. Una lección es que la asunción de valores democráticos por parte de los actores políticos no es una consecuencia automática de los resultados electorales. En Sonora, Querétaro, Colima, etcétera, hemos visto cómo la ausencia de una interpretación política uniforme sobre el significado de los comicios se suple, al igual que a nivel federal, con singulares operaciones aritméticas que no han hecho otra cosa que continuar la línea de las instalaciones traumáticas de los poderes legislativos. Ahí, como a nivel federal, se han sucedido los chantajes, madruguetes, mayoriteos, y demás apelativos peyorativos de la práctica parlamentaria.

Llegó la pluralidad pero con ello no se desterró la lógica de las vencidas. Por desgracia la política se sigue razonando bajo el principio de grandes vencedores y grandes vencidos. La cohabitación sigue siendo un vocablo exótico en el léxico político. En lugar de que los nuevos equilibrios propiciaran negociaciones productivas, lo que han hecho es reactivar agravios y ser ocasión para cobrar revanchas. Ciertamente no es el mejor espectáculo el que ofrecen los partidos desplegando sus armas negociadoras para impedir instalación de poderes, obtener cargos, obstruir acuerdos, reventar sesiones, etcétera. No es, al menos, lo que uno se hubiera imaginado como la consecuencia política deseable después del 6 de julio. Es inevitable preguntarse dónde están los grandes debates.

Tras las comparecencias del Ejecutivo, el balance sobre las potencialidades del nuevo Legislativo no puede ser optimista. Concluido el desfile de los secretarios de Estado, queda la sensación de que el Legislativo no es semillero de secretarios alternos; que hay una distancia preocupantemente grande entre el nivel de elaboración de los partidos respecto del conocimiento particular del tema de cada uno de los emisarios del Ejecutivo. Peor aún, no es posible derivar de las intervenciones de los partidos ante los secretarios un proyecto articulado de país. Ese parece ser nuestro Legislativo de hoy. Con agravantes.

Cómplices de una lógica perversa de negociaciones políticas, naturalizada hace años, que tiene especial afección por las prisas, las nuevas negociaciones no se han podido sustraer de la emoción de acordar sobre las rodillas y contra reloj los puntos importantes de la agenda. Con frecuencia sucede que los resultados obtenidos mediante este singular procedimiento pronto dejan de satisfacer a las partes, pero como también se ha naturalizado la dinámica de las segundas vueltas negociadoras, y ningún acuerdo se piensa, procesa y razona desde el principio como definitivo, la o las partes agraviadas obtienen rápido la posibilidad de revertir los acuerdos.

Esa parece ser la lógica dominante en las negociaciones de comisiones. En qué horizonte está, por ejemplo, una reforma a fondo de la Ley Orgánica del Congreso que no sólo le dé cauce a la pluralidad y resuelva las lagunas existentes, sino que sirva como modelo a lo que ya acontece a nivel estatal. Hoy no existe, hoy se siguen negociando pequeñas adecuaciones (vividas como avances o retrocesos según la parte que hable) pero se evade una visión estratégica de largo plazo que resuelva, no sólo los problemas de hoy, sino que dé certidumbre a los conflictos de mañana.

Hace falta mesura y generosidad, pero hoy las dominantes parecen ser aquellas voces que festinan el caos. Sinceramente no encuentro nada que celebrar por el hecho que la conducción política sea errática. Finalmente, después de ser testigos de esta dinámica que desmiente las expectativas sobre una dignificación de la política, que desdice las esperanzas de que la pluralidad conllevaría una elevación del nivel del debate, cabe preguntarse por si la transición será posible atrapada en medio de tantas mezquindades y estando tan ayuna de visiones generosas. Ojalá que éstas emerjan pronto.