La Jornada martes 30 de septiembre de 1997

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

La responsable del resguardo del patrimonio histórico y cultural de los mexicanos, Teresa Franco González Salas, pretende sacar códices mexicanos de una bóveda de alta seguridad del Museo Nacional de Antropología e Historia para exhibirlos riesgosamente en un proyectado Museo Nacional de los Códices que se construiría en el convento de Santo Domingo, en la ciudad de Oaxaca.

``Los códices que se han salvado de la destrucción, incuria, ignorancia y avidez, son muy pocos, son únicos, irreemplazables, y por ello el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) no los puede arriesgar en aras de un megaproyecto coyuntural, y atentar así contra los vestigios de esta memoria'', señalan al respecto los integrantes del Seminario de Códices Mexicanos, entre otros, los maestros Rodrigo de la Torre, Hilda Aguirre Beltrán, María del Carmen Herrera, Luz María Mohar, Laura Elena Sotelo y Perla Valle, los licenciados Manuel Hermann, María de los Angeles Ojeda, Alfredo Ramírez y Cecilia Rossell, y la doctora Ethelia Ruiz Medrano.

Dicen los citados especialistas, en una carta enviada a la directora del INAH, la licenciada Franco González Salas, que en el proyecto que ella impulsa ``es inadmisible que contemple la exhibición permanente de códices originales. El argumento que se aduce en el guión del proyecto es que `los códices son valiosos objetos que muy pocos ojos han contemplado', a lo que añaden una confianza extrema en la tecnología moderna, que aseguraría condiciones óptimas para su exhibición permanente''.

Pero, los académicos e investigadores, ``ponemos en duda el que la moderna tecnología garantice a largo plazo la conservación de documentos tan sensibles a los procesos de deterioro del medio ambiente''.

Además, ``su exhibición en vitrinas no asegura `la difusión de los contenidos', y propicia que sufran daños irreparables por la fragilidad de los soportes y el efecto nocivo que cualquier tipo de luz ejerce sobre las fibras y los colores. Por si esto fuera poco, no hay nada en el proyecto del Museo Nacional de los Códices que mencione la existencia de un fondo que costee el mantenimiento de las condiciones de conservación más allá de este sexenio''.

A título personal, la maestra Aguirre Beltrán considera que el proyecto mencionado forma parte ``de la política devastadora de nuestro patrimonio histórico y cultural'' desarrollada por Teresa Franco González Salas.

Dice la antropóloga Aguirre Beltrán que el proyecto del Museo Nacional de los Códices fue hecho ``por un estudioso de la Revolución Mexicana'', y que hay versiones de que el financiamiento de la obra sería a cargo de un importante banco nacional. ``El rescate que se ha hecho del convento de Santo Domingo impide acondicionar una bóveda de seguridad que resguarde a los códices en la obscuridad. Por otro lado, tiene tal cantidad de cúpulas que la luz, que es el peor enemigo de los códices, entra por todas partes. Sin embargo, el proyecto sigue en marcha''.

Ejemplos para doña Teresa

El caso de los códices no es sino uno de los muchos que se podrían documentar para demostrar que la licenciada Franco González Salas, a cargo del INAH durante los cinco años recientes, ha sido la ejecutante precisa de una política neoliberal salinista que ha dañado el patrimonio cultural e histórico de los mexicanos.

También muestra el caso de los códices una característica frecuente del modus operandi de la directiva de la señora Franco: se desarrollan silenciosamente proyectos lesivos al interés nacional -y muchas veces benéficos para la camarilla oficial y para ambiciosos inversionistas-, con la esperanza de que las eventuales voces de protesta puedan ser oportunamente acalladas. Si tales voces se manifiestan, entonces la institución va corrigiendo conforme sea necesario. Así ha sucedido en lugares como Cuicuilco, donde la directora del INAH tenía una postura inicial de apoyo al proyecto que, conforme fue siendo impugnado, la fue obligando a cambiar su postura.

Respecto a Cuicuilco, cabe recordar lo publicado el 28 de septiembre pasado, en la sección de cartas del lector de La Jornada, por el doctor Gabriel Merigo Basurto, presidente del Consejo Directivo del Colegio de Maestros en Arquitectura, Restauradores de Sitios y Monumentos, quien luego de señalar que el impugnado proyecto de construcción en Cuicuilco se desarrolló ``debido a una delimitación defectuosa de origen realizada por el INAH'', advierte que en esos proyectos sólo se pretende encontrar ``en nuestros vestigios arqueológicos, la plusvalía de su inversión''.

El doctor Merigo Basurto dice que espera, como todos los mexicanos, que ``los argumentos financieros'' no prevalezcan sobre la defensa de nuestro patrimonio cultural, ``ante esta propuesta del futuro que tan caro nos venden para sustituir el legado milenario de nuestros antepasados''.

Precisiones a las precisiones

Como historiadora, la licenciada Franco González Salas es mala lectora e inexacta escritora. Nadie dijo en Astillero que perteneciera a algún partido político ni que compartiera una ideología neoliberal, aunque resulta verdaderamente insólito que fuese titular del INAH durante una parte del salinismo y no hubiese compartido la ideología de ese gobierno. Sería como haber servido al Führer y decir que no se compartía la ideología fascista. Tampoco nadie dijo que no hubiera trabajado en Relaciones Exteriores desde 1991.

Por otra parte, no basta con ``negar'' por negar, ni establecer pomposamente que se ``desmiente'' algo publicado. El tiempo en el que los funcionarios pretendían asentar como verdad sus dichos, sólo por decirlos -costumbre muy salinista-, ya está siendo venturosamente rebasado.

Y, para su infortunio, hay, desde luego, ejemplos suficientes para avalar el aserto de que la directora del INAH ha sido ejecutante de la política salinista neoliberal que ha privilegiado el capital nativo y extranjero: el megaproyecto Angelópolis, el proyecto Alameda del Distrito Federal, Tantoc, en San Luis Potosí, y, desde luego, los muy conocidos de Teotihuacan (donde el INAH, efectivamente, intervino pero hasta que el escándalo de sus yerros le estalló en la cara) y Cuicuilco.

Por otra parte, sin reparar en sus múltiples fallas, la directora del INAH pretende adjudicarse como personales los logros que efectivamente se han tenido en esa institución, pero gracias a la lucha de investigadores y trabajadores que aún a contrapelo de la directora Franco González Salas han logrado defender el patrimonio cultural e histórico.

Tiene razón al corregir a esta columna y precisar que su señor padre fue secretario del Patrimonio Nacional y no sólo subsecretario como aquí se mencionó, y por cuanto a la integridad personal del señor Franco, nadie aquí la puso en duda como tampoco el que la actual directora del INAH ``si sea hija de su padre''.

Astillero también prefiere dar por cierto lo que la señora Franco dice de que años antes de que Carlos Salinas convirtiera la casa familiar de Cracovia en cuartel de campaña ella dejó de habitarla, y también el hecho de que no ``trató'' al Presidente de México antes de que la nombraran directora del INAH, pero ambos datos, lo de Cracovia y lo del trato, en nada cambian la esencia del salinismo con el que actuó y sigue actuando... aunque no comparta su ideología...

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