Auna década de haberse presentado una primera gran exposición sobre la escultura colonial guatemalteca en un museo mexicano (Nacional del Virreinato), ahora la embajada de Guatemala en México y el Museo Franz Mayer nos encargaron --a Miguel Alvarez y al suscrito-- preparar otra titulada Teoxché, madera de Dios que incluye, por primera vez, piezas de colecciones privadas guatemaltecas y mexicanas que en su gran mayoría no habían sido expuestas antes.
Todavía en 1984 el historiador Luis Luján lamentaba la escasa difusión que tenía la escultura colonial guatemalteca fuera de su país; de aquel tiempo para acá ha sido continua la aportación de nuevos trabajos de investigación, cuya culminación fue, sin lugar a dudas, el volumen Imágenes de oro publicado en 1993. Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer, principalmente en cuanto a atribuciones, técnicas, estilos y contratos. Todos estos temas, aunque brevemente, fueron abordados por los investigadores que colaboraron en el catálogo de esta muestra, por lo que esperamos sean de interés no sólo para los especialistas en la materia, sino también para todos los que gustan de este arte.
Como se podrá ver en la exposición, las esculturas domésticas ocuparon --dentro del esplendor de la imaginería colonial-- un lugar especial: piezas pequeñas, por lo general perfectas en talla y decoración, dieron fama mundial a Guatemala siendo principalmente exportadas a México. La mayoría de ellas --como también las quiteñas y las mexicanas-- son anónimas, por lo que su estudio se ha visto dilatado. Sin embargo, de no pocas esculturas se conoce autoría gracias a crónicas, documentos notariales y una que otra firma autógrafa, por lo que se puede citar casos como el de la Virgen del Coro, identificada por el cronista Francisco Vázquez, como obra de Juan de Aguirre.
Asimismo, gracias a contratos y testamentos, como el libro de la Cofradía de Jesús de la Merced, sabemos que Mateos de Zúñiga y José de la Serda esculpieron y encarnaron, respectivamente, al hermoso Nazareno de ese templo, que recorre las calles de la capital centroamericana cada viernes santo. Por otra parte, el manuscrito encontrado en la imagen de San Salvador de Horta (ya desaparecido), dio a conocer a los maestros España y Perales como sus autores en talla y estofado.
La iconografía de estas obras es abundante, predominando las figuras de Cristo y la virgen María, además de ángeles, santos y mártires de diversas órdenes religiosas (franciscanos, jesuitas, dominicos y mercedarios, entre otros). En la mayoría de los casos, las piezas presentan actitudes y expresiones muy características de los artistas guatemaltecos.
Sorpresa causarán al público mexicano las dramáticas representaciones del Niños Jesús como Cristo de la Pasión, Nazareno y Jesús del Pensamiento. Otro tema hermosamente trabajado fue el de la virgen Dolorosa que, casi siempre, es representada con las manos juntas, excepto en algunas imágenes procesionales. Las esculturas ahora expuestas, la mayoría del siglo XVIII, tienen muchos elementos a destacar, sobre todo la expresión de dolor y resignación en sus rostros. En cuanto a San José, la muestra incluye un singular ejemplo, donde el santo se encuentra adormilado, en alusión a los pasajes bíblicos, y que seguramente fue obra de Zúñiga.
En fin, 90 espléndidas esculturas, algunas también de instituciones públicas y privadas de los dos países, como los museos Popol Vuh, de Arte Colonial, Soumaya, Amparo y del hotel Casa Santo Domingo, además de templos como La Merced, San Francisco, el Palacio Arzobispal y la Basílica de Guadalupe. Teoxché, madera de Dios se inaugura hoy y permanecerá abierta hasta finales de noviembre. Por la gran oportunidad que representa poder ver, por primera vez, magníficas obras del patrimonio cultural guatemalteco, valdrá la pena darse una vuelta por el Museo Franz Mayer.