La Jornada 1 de octubre de 1997

El enriquecimiento de algunos árbitros, explicable; tuvieron quinielas ganadoras

Miguel Angel Ramírez/II Ť De la noche a la mañana siete árbitros y un integrante de la Comisión de Arbitraje estrenaron penthouse, casa en Cuernavaca, automóvil y camioneta del año, y hubo quien adquirió un terrenito. La extrañeza por la repentina fortuna (no confesada) motivó una investigación en la Federación Mexicana de Futbol, y se concluyó que le habían pegado a los Pronósticos Deportivos.

Nadie podía culparlos por ello, pero esto sembró serias dudas, pues la quiniela se llenó de la siguiente forma: con siete partidos sencillos y seis triples (antes era de 13 juegos). Y esos siete en que se eligió una sola opción fueron dirigidos por los siete afortunados silbantes.

Javier Arriaga, presidente de la Comisión de Arbitraje, amenazó entonces con despedir a todo árbitro que jugara en las quinielas, y se cambiaron las designaciones --y reuniones-- de los silbantes, del martes para el jueves.

El que los árbitros pueden manipular los partidos es algo de lo que están seguros los dirigentes. ``¿Por qué seguir aguantando estoicamente todos los equipos que militan en Primera División los ataques arteros de decisiones amparadas con el cuento de `errores de apreciación involuntaria'' cuando, afortunadamente, con los medios televisivos se puede comprobar la intención deliberada de perjudicar a un equipo, dando al traste con el trabajo de muchas semanas, y más aún a sabiendas de que el resultado de los partidos influye en los premios cuantiosos de las loterías legales y clandestinas que cada jornada se juegan, y por lo tanto, el árbitro se convierte en cómplice del fraude al público, a jugadores y directivos?'', cuestionaba Juan José Leaño, presidente de los Tecos de la UAG y actual titular de la Federación Mexicana de Futbol (FMF), en una carta abierta (Esto, 3 de abril de 1990) al Consejo Nacional, que presidía Jesús Reynoso.

Leaño denunció que un ``extraño sector del cuadro arbitral'' venía ``perjudicando deliberadamente a nuestro equipo'' en las temporadas 1988-89 y 1989-90. Aseguró que era ``un plan orquestado por alguien'' e identificó a los silbantes que, según él, no eran imparciales: ``José Antonio Garza y Ochoa, Jorge Humberto Rojano, Fernando Abascal y Edgardo Codesal, son algunos que nos han dirigido en los últimos partidos de la presente temporada y nos han dañado con decisiones no sólo erróneas, sino francamente dolosas y mal intencionadas, apuntadas a cerrarnos el paso a la clasificación, y si es posible orillarnos al descenso''.

Al que no se atrevió a descubrir Leaño fue a José Antonio García, quien al ver en peligro de descenso al Atlante le ofreció a Paulino Lomas comprarle al Tampico Madero para que fuera el condenado; perdía más dinero si los azulgrana dejaban la Primera División. Como no le gustó la oferta a Lomas buscaron echar en medio a los Tecos.

El actual presidente de la federación reforzó ese día su versión recordando lo sucedido en 1987. ``Es precisamente en las etapas decisivas de la clasificación o en las de descenso que han aparecido los casos más escandalosos de dolo arbitral. Ya hace tres años apareció un escandaloso incidente de dolo que originó el retiro obligado de varios árbitros involucrados'', apuntó.

Un dirigente hizo en una ocasión un pago, pero no para que ayudaran directamente a su equipo en problemas de descenso, sino para que no dejaran que el club que amenazaba con alcanzarlos avanzara.

Leaño puntualizó que su ``protesta obedece a que no hay club que pueda ser inmune a la ofensiva arbitral, que se ha volcado contra nosotros y que produce un efecto letal entre jugadores y público partidario, que reciente la incapacidad, prepotencia o intocabilidad de que se ha revestido un grupo de árbitros asalariados de la Federación Mexicana de Futbol''.

Aceptó también parte de la responsabilidad de la mala marcha de su equipo, pero insistió en que también era ``consecuencia de amañados arbitrajes''.

El presidente de los Tecos se preguntó también ``¿cómo es posible que se hayan otorgado preseas (silbato de oro) y alta representatividad, a nombre de México --en las competencias internacionales--, a personas como José Antonio Garza y Ochoa, Edgardo Codesal y Jorge Humberto Rojano, cuando sus actuaciones con diversos equipos han sido no sólo polémicas, por incapacidad, y sospechosas de favoritismo, como en nuestro caso que denunciamos dónde existe el deliberado propósito de no calificar a la liguilla y con el más oscuro fin de llevarnos al descenso?''.

Con esto, Leaño se ganó un citatorio por parte del Consejo Nacional. No le preocupó, pues el 5 de abril de 1987 (La Jornada) reveló que ``del que sí tenemos pruebas de que ha actuado en contra de nuestro equipo es del árbitro Garza y Ochoa, de quien llevamos historial y tenemos más sospechas de que su trabajo ha sido doloso para nuestro equipo''.

El 6 de abril los medios de difusión anunciaron la decisión del Consejo Nacional: suspensión de un mes para Leaño y el rechazo de su desplegado, el cual, por cierto, Jesús Reynoso y compañía terminaron por reconocer que no habían leído bien; primero dijeron que no encontraron ``agravio ni daños'' en el escrito, y por eso la sanción fue únicamente por hacer pública su inconformidad, pero después dijeron que revisarían nuevamente el caso, pues no se dieron cuenta de que existía lo de ``amañados arbitrajes''.

Así, todo volvió a la normalidad, pues los árbitros se olvidaron de la amenaza de no dirigir más los encuentros de los Tecos y hasta buscaron una entrevista con Leaño, pero éste prefirió irse de viaje. Además, ya había tenido una charla con Marcel Pérez Guevara, titular de la Comisión de Arbitraje.

García Paniagua avaló el veto a Brizio

El 16 de agosto de 1994 Juan José Leaño llegó a la presidencia de la FMF, y lo primero que hizo fue nombrar a Edgardo Codesal como secretario general de la institución. Olvidó pronto lo que pensaba de él en 1990, y también de José Antonio Garza y Ochoa, quien (aunque manejado por Codesal) fue nombrado presidente de la Comisión de Arbitraje.

Lo que no olvidó Leaño fue su desconfianza hacia los árbitros, y en 1994 le tocó a Arturo Brizio, aunque el presidente de los Tecos no optó por un desplegado esta vez.

Era la agonía de la temporada 1993-94 y Marcelino García Paniagua, entonces presidente de la federación, buscaba rápidamente al sustituto de Edgardo Codesal en la Comisión de Arbitraje. Estaba obligado a hacerlo, porque el 14 de abril de 1994 la FIFA determinó una multa de 70 mil dólares para la Federación Mexicana de Futbol, por permitir que los silbantes mexicanos lucieran la publicidad de Sabritas en sus uniformes.

Como Codesal ignoró la circular del 26 de marzo de 1987 --en la que se establece la prohibición para los silbantes de portar publicidad-- y ordenó que los nazarenos la hicieran de aparador a fines de marzo de 1994; se ganó con creces su despido.

García Paniagua le pidió a Roberto Barragán, su hombre de confianza, que hablara con los candidatos. El secretario, además de advertirles que tal vez su nombramiento no podía ir más allá de agosto (García Paniagua estaba casi seguro de que no le pedirían reelegirse), ponía una condición: que Brizio no fuera nominado para la final, pues Leaño no confiaba en él.

Barragán no logró convencer a quien hubieran querido, y se optó por Marcel Pérez Guevara, quien no esperó la invitación y fue a ofrecer sus servicios, ya que quería una revancha. Pérez Guevara cumplió con la orden, y el partido de ida de la final fue para Bonifacio Núñez, mientras que el definitivo, del 30 abril, donde Tecos se coronó sobre el Santos, fue para Armando Archundia.

A Leaño y Pérez Guevara no les importó que, apenas el 6 de abril, la FIFA haya designado a Brizio para el Mundial de Estados Unidos 94.