Jaime Martínez Veloz
Muévanse, Galileos
La integración del Grupo Galileo, compuesto por 14 senadores priístas, ha causado una justa atención por parte de los medios y de un sinnúmero de columnistas. Sin embargo, entre la multitud de especulaciones, análisis y hasta descalificaciones, algunas de ellas muy apresuradas, se ha reflexionado poco en un aspecto que trasciende los ámbitos del propio PRI.
El Galileo reclama espacios de autonomía para ejercer adecuadamente el papel que como senadores tienen sus integrantes. En este sentido, su planteamiento debería ser parte de la agenda de los legisladores de todos los partidos al interior de sus organizaciones. Desde luego, no se trata de que se independicen de las formaciones partidarias que los llevaron a ocupar sus lugares, sino de que estas últimas permitan que ambas cámaras cuenten con una dinámica política propia.
¿Por qué es esto indispensable?
En primer lugar, porque antes que a sus organizaciones los legisladores se deben a sus electores, es decir, al pueblo. Senadores y diputados no son ni soldados de los partidos ni representantes de grupos. Son, para usar una frase, siervos de la nación. En segundo término, contar con su propio espacio les permitiría cierta independencia en relación a la lucha partidaria a la hora de discutir las iniciativas legislativas. Actualmente, las pugnas entre partidos a nivel nacional se trasladan directamente al Congreso, dificultando el que ahí se lleguen a acuerdos y soluciones. Por último, pero no menos importante, les posibilitaría una relación de alguna manera más equitativa y fructífera con los otros poderes y con sus partidos. En efecto. Hoy por hoy, las líneas políticas de comportamiento legislativo se trazan desde el Ejecutivo o bien desde los partidos políticos, muchas veces sin tomar en cuenta a aquéllos que en teoría deberían ser coautores de las mismas. En suma, el Grupo Galileo reclama ni más ni menos que se considere al Congreso como lo que es: un poder republicano.
Resulta claro que esta agrupación de senadores no es, per se, una vertiente disidente. Es, por llamarla de alguna manera, una corriente por la dignificación de una función necesaria para el país. El que el grupo no se transforme en cualquier otra cosa dependerá de la claridad, tenacidad y capacidad de sus miembros y del espacio que en el PRI y en el Senado se les brinde.
Respecto de la integración del Galileo, resulta notable el interés que ha despertado, de alguna manera similar al que se creó alrededor del grupo Exhorto. No pasan por alto las críticas y suspicacias con el que se le ha recibido en algunos medios. No han faltado tampoco las mentes sagaces, aquéllas que siempre descubren cualquier complot, que han señalado posibles dependencias del grupo y hasta describen cuáles podrían ser los intereses ``ocultos'' de sus integrantes. Estas plumas no reparan en la necesidad real que existe por la dignificación de nuestro Congreso. O tal vez sólo quieren atraer sobre los galileanos la sospecha y con ello el desprestigio. ¿A cuáles intereses servirán estos sesudos detectives?
Se dice que el grupo podría debilitar a la fracción priísta en el Senado y hay algunos que públicamente han solicitado se les llame a cuentas por el grave delito de tener sus propias opiniones. No hay tal. La crítica fortalece y más ahora que en el PRI nos hace falta reencontrar caminos y renovar métodos y estructuras. Esta inusual agrupación podría tener el efecto contrario que algunos le imputan si la dirección del partido y los líderes de la fracción en el Senado saben establecer una buena relación política. ¿Por qué? Simplemente, porque la discusión interna fortalece las posiciones que hacia afuera habrán de tomarse.
De igual forma, se asegura que el Galileo está constituido por un grupo de políticos desplazados cuyo fin último es lograr mejores posiciones dentro del partido. A menos que se demuestre que la política es una profesión de hermanas de la caridad, no sería ilegítimo que los senadores buscaran aquello de que se les acusa. Esto no sería de modo alguno excluyente a la legitimidad de su lucha por elevar el nivel del trabajo legislativo.
Por lo pronto, el Grupo Galileo es parte de una corriente, ahora dispersa, de priístas que estamos convencidos de la necesidad de cambiar al partido y de que éste aún puede aportar mucho en la consolidación de la democracia mexicana.
Ahora, urge que los galileanos den un paso hacia adelante para que los hechos refuercen sus intenciones.