El 3 de octubre de 1927, hace 70 años, asesinaron en Huitzilac, Morelos (muy cerca de Tres Marías) al general Francisco R. Serrano. En las memorias del general Luis Alamillo Flores (Extemporáneos, México, 1976, p. 355) el autor afirmó que Calles quería vivo a Serrano, ``Necesitábamos que todos regresaran vivos'', dice que Calles dijo cuando fue informado del asesinato perpetrado por el general Fox. José Emilio Pacheco, en su notable ``Crónica de Huitzilac'' (La sombra de Serrano, Proceso, México, 1980, p. 25) escribió que ``Los responsables de Huitzilac son Calles, Amaro y Obregón''. El general y licenciado Joaquín Moreno Suárez, entrevistado por Miguel Angel Rivera (Idem, p. 55), declaró: ``El que ordenó el ajusticiamiento del general Serrano y de todos sus acompañantes en Huitzilac,... fue el presidente Calles''.
Serrano, Gómez y Obregón, tres generales revolucionarios, tres candidatos a la Presidencia en 1927. Los tres muertos en el intento: dos porque no quisieron seguir las reglas de la sucesión impuestas por Obregón, el otro porque se reeligió y a alguien no le gustó.
Federico Serrano, nieto de su abuelo, me envió los programas de los tres candidatos, solicitándome un análisis de sus textos. Acepté por dos razones: 1) por interés histórico-político y 2) porque el asesinato de Serrano y su gente, además de brutal y cobarde, ha sido protegido por quienes están encargados de velar por el supuesto y oficial secreto de la historia militar del país; lo que a mi juicio no debería de ser, ni sobre Huitzilac ni sobre Tlatelolco, para sólo mencionar dos hechos oprobiosos en la historia posrevolucionaria de México.
Un común denominador de los programas de los tres candidatos es que aceptaron ser postulados porque recibieron muestras importantes de simpatía, y no podían defraudar los anhelos de grandes mayorías. En el caso de Obregón, sólo le faltó decir, aunque lo insinuó en su texto, que él era la revolución y los demás los traidores o los oportunistas. Gómez y Serrano, por su lado, defendían el principio de la no reelección postulado por Madero. Sobre Madero, Obregón dijo que era un apóstol, y ``que los apóstoles en materia política no existen'' (Excélsior, 26/6/27).
En realidad hay muy pocas diferencias en los programas de los tres candidatos. Los tres, por ejemplo, ofrecían toda clase de facilidades a los inversionistas extranjeros, especialmente de Estados Unidos, incluso, como es el caso de Obregón, para explotar nuestros recursos naturales para ser ``un país exportador'' (igual que los neoliberales de ahora). Los tres demandaban armonía entre el capital y el trabajo, para que cada uno de estos dos factores de la producción obtuviera la parte que le correspondía. El único de los tres que menciona a los indígenas, a quienes había que darles preferencia, fue Serrano.
Los tres candidatos se refirieron a las libertades, la de prensa y la religiosa con mayor énfasis. Serrano y Gómez, por supuesto, estuvieron en contra del ``continuismo'' porque ``origina la perdurabilidad de camarillas cada vez más absorbentes e insaciables'' (Programa de Arnulfo R. Gómez, Excélsior, 24/6/27), y porque --dijo Serrano-- ``la reelección trae aparejada como inevitable consecuencia la muerte del sufragio'' (Manifiesto a la Nación en La sombra..., p. 107). Obregón, al contrario, argumentaba la necesidad de continuar con la obra que él había iniciado.
La reelección de Obregón fue forzada en todos los sentidos. El antirreeleccionismo de Serrano y Gómez era una demanda real. Ganó el continuismo de Obregón sin Obregón, con Calles; y ya sabemos el resultado. Aunque los programas de los tres candidatos muertos fueron muy semejantes, algo hubiera cambiado de no quedar el poder en manos de una camarilla; pero no interesa ahora la especulación sino conocer con la mayor exactitud posible qué pasó en aquellos años y quiénes fueron, en realidad, los autores intelectuales de esas muertes, más allá de la historia oficial. Y este conocimiento sólo será posible si los archivos se abren, aunque sean militares.