La Jornada 2 de octubre de 1997

Los convenios con empresas, otra arista en los escándalos de la ``familia'' arbitral

Miguel Angel Ramírez/ III y última Ť Las investigaciones en la ``familia'' arbitral han llegado hasta las alturas. A Mario Rubio, el mejor silbante en el Mundial de España 82, le correspondió una cuando era titular de la Comisión de Arbitraje en 1991.

Francisco Ibarra y Emilio Maurer, presidente y vicepresidente del Consejo Nacional de la Federación Mexicana de Futbol, respectivamente, fueron quienes la ordenaron y comprobaron que el teniente coronel ocultó un convenio que hizo con Adidas, mediante el cual esa empresa le regalaba a los árbitros 72 paquetes de uniformes y les hacía un descuento de 50 por ciento en otros 345 (550 pesos costó cada uno); Rubio vendió hasta los obsequios, en 950 pesos el paquete, y obligó a que los compraran bajo la amenaza de marginarlos en la siguiente temporada.

Ibarra y Maurer tuvieron que pedir la investigación ante las constantes quejas de algunas delegaciones, en especial la de Guadalajara. El convenio que enseñaron Rubio y Marco Antonio Dorantes -integrante también de la Comisión de Arbitraje- a los dirigentes de la FMF establecía que, además de los 345 paquetes, había un pedido ``extra'' de 72.

Sin embargo, la federación acudió directamente a la empresa de artículos deportivos y se dio cuenta de que el acuerdo era otro; que los 72 paquetes eran de regalo y el costo de cada uno de ellos estaba lejos de los mil pesos.

Los directivos de la federación sólo notificaron a la FIFA de esto cuando Rubio fue separado del cargo, y el teniente coronel se defendió echándole toda la culpa a su amigo Marco Antonio Dorantes. A ellos sí los convenció, porque Dorantes fue dado de baja después como instructor del panel de FIFA y Rubio conservó su puesto en la Comisión de Arbitraje del máximo organismo mundial de futbol.

Cambios de última hora

Rubio y Dorantes fueron muy criticados también porque cambiaban de última hora las designaciones de los árbitros para los partidos que hacía la Comisión. Aunque esto lo practicaron otros de sus colegas, como Javier Arriaga, en la misma final América-Pumas del 28 de mayo de 1985.

La definición por el título de la temporada 1984-85 tuvo que decidirse en un tercer encuentro, luego de dos empates, 1-1 y 0-0, entre auriazules y americanistas. El asunto se le complicó a Arriaga, no sólo por las acusaciones del técnico de Coapa, el argentino Miguel Angel López, después del segundo compromiso (Excélsior, 27 de mayo de 1985), que se quejó de que habían jugado ``contra 14'', y calificó a la tripleta arbitral (Edgardo Codesal, Arturo Brizio y José Antonio Garza y Ochoa) como ``delincuentes, bola de delincuentes'', sino porque ya había programado a Joaquín Urrea para dirigir la final y le llegó un rumor de que ya la habían comprado con 15 millones de pesos.

Ese mismo lunes 27 de mayo Arriaga decidió darle mejor la final a Antonio R. Márquez, quien el martes 28 se presentó en el estadio La Corregidora con su designación. La directiva de Pumas y América recibieron en el mismo escenario la noticia de quién sería el silbante. Todo estaba listo, pero poco antes de arrancar el juego se presentó Urrea con una contraorden. Arriaga decidió finalmente que él fuera el árbitro y le notificaba a R. Márquez que sí estaría en el encuentro, pero como juez de línea.

Cuando Arnoldo Levinson, dirigente de Pumas, se enteró del cambio, fue al vestidor de los árbitros y gritó su inconformidad con todo lo que le venía a su mente. Incluso le dijo a R. Márquez que cómo podía aceptar esa decisión, y el silbante le contestó que aspiraba a estar en el Mundial 86 y no podía cometer ningún acto de indisciplina que pudiera ser tomado como pretexto para marginarlo.

América, como quedó registrado en la historia, se coronó con un 3-1 y un polémico arbitraje de Urrea.

Codesal, candidato de Televisa

Cuando a Edgardo Codesal le tocó estar en la secretaría general de la FMF y manejar extraoficialmente la Comisión de Arbitraje, que se le encargó a José Antonio Garza y Ochoa, quiso evitarse tal vez los problemas de su suegro Javier Arriaga, y les hablaba a los clubes para ver qué árbitro deseaban, como lo hizo con Moisés Saba, presidente del Veracruz, para el juego entre los jarochos y el Necaxa, para el campeonato 1994-95.

Arriaga, en sus casi 20 años al frente de la Comisión de Arbitraje, levantó mucha polémica con sus decisiones, pero su yerno está en el camino de superarlo. Codesal llegó a la presidencia de la Comisión de Arbitraje, en la segunda gestión de Marcelino García Paniagua en la FMF (1992), gracias al apoyo de Alejandro Burillo Azcárraga,ejecutivo de Televisa (Roberto Chapa, dirigente del América, lo propuso, y en la votación del Consejo Nacional perdió el candidato de García Paniagua). En abril de 1994 Codesal ya había provocado uno de los grandes escándalos en la institución con el castigo que impuso la FIFA, por la publicidad de Sabritas en los uniformes de los silbantes.

La FIFA impuso una multa de 70 mil dólares a la FMF y hasta la fecha persisten dudas de quién la cubrió. Los árbitros fueron notificados por el mismo Codesal de que él pagaría la multa y regresaría los 300 mil pesos que le dio la empresa del producto anunciado, mientras que ésta aseguró que se dieron por bien servidos por tanta publicidad y no aceptaron ninguna devolución. En la federación, por su parte, decían que la sanción la cubrió Burillo.

Eso sí, los silbantes no recibieron, y siguen sin hacerlo, nada por servir de aparador. Actualmente anuncian ABA Sport y ni siquiera los uniformes les proporcionan. José Antonio Garza y Ochoa, oficialmente presidente de la Comisión de Arbitraje en la época de Codesal como secretario general, les dijo a los nazarenos que quien no estuviera de acuerdo en portar la publicidad, lo externara... para no ser tomado en cuenta a la hora de las designaciones.

Le fallaron a De la Madrid

A los silbantes siempre se les ha vendido la idea de que están juntando para construir la Casa del Arbitro, uno de los planes más viejos y que los mismos hombres de negro han impedido realizar. En 1985, el presidente Miguel de la Madrid estuvo dispuesto a ayudarlos. Se hicieron los trámites para proporcionarles un terreno, los planos, y cuando el primer mandatario citó a 50 árbitros para hacer el anuncio oficial, únicamente acudieron siete. Arriaga, como fue ignorado, amenazó con dar de baja al que se presentara a la cita.

Desde Arriaga, pasando por Alfonso González Archundia, Marcel Pérez Guevara, Mario Rubio, José Antonio Garza y Ochoa, y Codesal, los presidentes de la Comisión de Arbitraje, han estado lejos de servir de ejemplo para los silbantes.

Pérez Guevara, por ejemplo, tuvo necesidad de pedirle un préstamo a Maurer, y el dirigente poblano lo trató después como al resto de sus empleados: con la punta del pie.