La propuesta presidencial de buscar consensos básicos de política económica para convertirla en política de Estado, ha sido interpretada en círculos priístas desconcertados como un intento de salvar el modelo económico, ante lo que conciben como la voluntad presidencial de ceder el poder en el año 2000. La pregunta pertinente desde afuera del PRI es si el Presidente está dispuesto a debatir (lo que significa estar dispuesto a negociar y a ceder en algunas cosas). Como lo señale en colaboración anterior (05/09/97), el Presidente ha dado señales de llamar a un debate sobre lo secundario ya que parece considerar la política en marcha como verdad revelada, lo que se ha reforzado por los buenos resultados de la economia en el primer semestre del año. Cuando les conviene, nuestros gobernantes confunden reactivación de la economía con ``crecimiento firme y duradero''. Después de unos pocos semestres de reactivación les parece que ahora sí tenemos ``bases sólidas de una política de crecimiento económico''. Que ahora sí vamos a crecer establemente. Olvidan la reactivación de 1984-85, cuando crecieron el PIB y el PIB por persona antes de que se llevaran a cabo los llamados cambios estructurales; olvidan que el PIB volvió a crecer desde 87 hasta 94, y que el PIB por persona lo hizo entre 1989 y 1992. Olvidan la gran caída que siguió al gran festejo salinista del que fueron parte. Recordemos que en el III Informe, el Presidente dijo que ``el crecimiento económico es el medio indispensable para alcanzar... la justicia social de una vida digna para todos'', sin ver que esto depende no sólo del crecimiento económico sino también de la distribución del ingreso.
Alejandro Foxley fue ministro de Finanzas en Chile de 1990 a 1994. Es un conocido economista defensor del modelo neoliberal. Chile es el prototipo de política neoliberal exitosa. A diferencia de Ernesto Zedillo, Foxley no se olvida de la distribución del ingreso. Escribe el prólogo del libro presentado al público la semana pasada: Víctor Bulmer Thomas (ed), El nuevo modelo económico en América Latina. Su efecto en la distribución del ingreso y en la pobreza (Fondo de Cultura Económica, 1997). Señala que más que de un modelo, se trata de un proceso en tres fases: 1. estabilización, 2. cambio estructural, y 3. crecimiento autosostenido. En México, la fase 1 se puede situar de 1983 a 1988, aunque desde 1986, con la entrada al GATT, arrancó la fase 2. ``Si son erróneas las políticas del tipo de cambio, resultará muy probable que una economía en la fase 2 se regrese a la fase 1'', como le ocurrió a México en 1994, dice Foxley. Añade que cuando se está abriendo y estabilizando la economía ``existe siempre la tentación de mostrar resultados rápidos fijando el tipo de cambio. Al hacerlo, se puede lograr una reducción rápida de la tasa de inflación pero al costo de crear un déficit comercial grande y, a mediano plazo, incontrolable''. Así ocurrió en México en los años de Salinas y hubo que regresar a la fase 1 en diciembre de 1994. En 1996 y 1997, al estabilizar la economía en un contexto de apertura, nuestras autoridades han vuelto a caer en la tentación y han frenado la inflación manteniendo otra vez estable el tipo de cambio (aunque atribuyen el fenómeno al mercado). Recientemente, aunque el Banco de México reconoció el ``riesgo'' de sobrevaluar el peso, sigue dejando en ``manos del mercado'' el destino del tipo de cambio. Otro error que hay que evitar según Foxley es la ``excesiva liberalización de las entradas de capital. En Chile --añade--, se han aplicado restricciones al ingreso de capital, precisamente para evitar una rápida sobrevaluación de la moneda''. Foxley dice que éstas son lecciones que aprendieron en Chile. Al parecer no las ha aprendido el grupo de economistas en el poder en México y no se ve cómo, sin ese aprendizaje, la recuperación se va a transformar en crecimiento firme y duradero.
Foxley trae a colación la relación entre legitimidad política y efectos concentradores del modelo. La fase 1, señala, suele significar un deterioro en la distribución del ingreso que suele ser reforzado en la fase 2. Por tanto, es muy importante que ``esta estrategia económica --que algunos llaman neoliberal-- sea reformulada para incluir un fuerte componente social que neutralice este efecto negativo para la equidad''.
Foxley destaca algunos problemas que habrá que atender en la fase 3. Entre ellos, para proteger el requerimiento de movilidad de la fuerza de trabajo en vez de proteger empleos concretos, se pregunta cómo pueden implantarse seguros de desempleo sin generar fuertes déficit fiscales. Por último, Foxley concluye que para que pueda sostenerse un largo proceso de aumentos en el ahorro interno con aumentos graduales de los salarios reales, es necesario que prevalezca una noción de trato justo de parte del gobierno, lo que resalta la importancia de las políticas sociales. También considera una condición esencial para el éxito de la política, la existencia de un cierto grado de cooperación en la sociedad, particularmente en la política. Para ello, añadiría yo, la gente tiene que dejar de sentirse ultrajada en sus derechos más básicos. En mi opinión, la percepción de trato justo y la cooperación social sólo podrán prevalecer si toma el poder un partido que no haya incurrido en los agravios sociales del PRI. Del texto de Foxley, como se ve, se derivan muchos temas importantes para la agenda de discusión de la política económica de Estado.