Crea la Cámara comisión para investigar el 68
Elena Gallegos y Ciro Pérez Silva Ť En San Lázaro, por fin, hubo ayer lugar para el acuerdo: los cinco partidos representados en la Cámara de Diputados decidieron integrar una comisión especial que de inmediato se abocará a realizar una investigación sobre lo ocurrido el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco. Esta comisión pedirá que le sean abiertos los archivos oficiales, cosa que, durante lustros, se ha buscado infructuosamente.
Esto se logró después de que una docena de oradores subieron a tribuna a hablar de la matanza como un crimen de Estado y a exigir su esclarecimiento definitivo, ``no con un afán de venganza sino para no olvidar'', y luego de que el general Ramón Mota Sánchez quiso justificar la intervención del Ejército refrescando el viejo y poco convincente argumento oficialista de que el movimiento estudiantil estaba infiltrado por potencias extranjeras. Lo único que consiguió el militar fue desatar un ríspido debate con Pablo Gómez.
Recuerdos de bengalas en el cielo
Otra vez, como en cada aniversario, se habló de las luces de bengala, lanzadas desde un helicóptero, como la señal de ataque; de los francotiradores apostados en el edificio Chihuahua; del Batallón Olimpia; de los soldados que arremetieron contra la multitud a bayoneta calada; de los muertos, de tantos muertos, y del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz como autor de la orden y del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa, como su ejecutor. Mota Sánchez se enojó y pidió a los legisladores que no hablaran ``¡con tanta ligereza!''.
Pero al final, los partidos signaron y votaron, con carácter de urgente y de obvia resolución, el acuerdo --en todas las bancadas lo promovió intensamente el perredista Armando López-- y en él asentaron que la nueva comisión camaral funcionará sólo hasta el 2 de octubre de 1998, cuando se cumplan 30 años de la matanza. En esa fecha, la comisión estará obligada a rendir un informe de sus pesquisas. La integrarán dos representantes de cada fracción.
Además y a propuesta del PT --sometida al pleno desde la tribuna por Gerardo Acosta Zavala--, se turnó a comisiones una iniciativa para que se grabe en letras de oro en el muro central del Salón de Sesiones de San Lázaro, la leyenda: ``Mártires por la democracia del 2 de octubre de 1968'', como un homenaje a los caídos. Acosta Zavala fue el primero en exigir la apertura de los archivos para que se esclarezca quiénes fueron los responsables de ``esa feroz agresión''.
Finalmente, el mismo Pablo Gómez presentó una iniciativa de modificaciones a la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno nacionales, con el fin de que la bandera sea izada a media asta el 2 de octubre.
Para el perredista Jesús Martín del Campo, hablar del 68 es exigir castigo a los culpables de la matanza de Aguas Blancas; acabar con los grupos paramilitares en Chiapas; dar un nuevo trato a los pueblos indios, y cambiar el rumbo económico y político del país.
El único orador del PAN que participó en el debate, Gustavo Abel Vicencio, señaló que si en el 68 lo que se impuso fue la intolerancia, hoy todos los actores sociales y políticos están obligados a desterrar la caduca estabilidad basada en ella.
El priísta Salvador Rizo tomó la palabra para externar el apoyo de su partido a la búsqueda de la verdad, pero de paso y en clara alusión a lo que les ha ocurrido frente al bloque opositor dijo que el mandato de la democracia no consiste ``en usurparla tras revanchismos adolescentes, necedades autocráticas ni reparto de botines''.
Como primer punto del orden del día, diputados de todos los partidos puestos de pie guardaron un minuto de silencio en memoria de los jóvenes asesinados hace 29 años. Más tarde, cuando se desahogó el punto y después de que varios legisladores habían tomado la palabra para condenar los sucesos --aprovechado por el PRI para machucar al bloque--, Mota Sánchez --alguna vez secretario de Protección y Vialidad-- subió a la tribuna para desagraviar al Ejército.
Dijo que desde 1993, la Secretaría de la Defensa Nacional difundió documentos, fotografías y películas de lo que realmente pasó y que los primeros tres disparos no los hicieron los soldados sino un individuo que estaba en la cornisa del edificio Chihuahua, ``hiriendo al general Hernández Toledo'' (quien estaba a cargo del operativo).
``¡Es una exageración, una imprecisión, una inexactitud, señalar que los soldados llevaban bayoneta calada!'', rechazó el general. Entonces, Gilberto López y Rivas se puso de pie y gritó: ``Yo lo ví, yo estaba ahí''. El general le devolvió: ``¡El hecho de que estuviera ahí no significa que usted esté diciendo la verdad!''. En ese momento, Eduardo Bernal, presidente de la mesa directiva, reconvino: ``¡Les suplico evitar diálogos directos!''.
Mota Sánchez continuó: ``La Secretaría de la Defensa Nacional sólo tiene clasificados con el sello de secretos, documentos que tienen que ver con la seguridad nacional; la Sedena informa a la opinión pública de todas las operaciones que realiza en territorio nacional; el Ejército siempre ha actuado en defensa de los intereses superiores de la naciones''.
Por todo ello, sintetizó: ``El hecho de atribuir al Ejército conductas que están fuera de la realidad, implica para todos los señores diputados de esta honorable legislatura que, con ética y honorabilidad, digan la verdad''.
Pablo Gómez saltó de su curul y desde la tribuna le reprochó al militar: ``Yo entiendo que usted es un representante de la nación, no del Ejército''. Después negó todos los dichos del priísta: ``Los jóvenes que participamos en el movimiento y en el mitin no estábamos armados; el primero en disparar fue un capitán del Ejército perteneciente al Batallón Olimpia, vestido de civil y que llevaba un guante blanco en la mano''. Enseguida, le aclaró al militar que ya no están pidiendo que sean encausados ``quienes tienen las manos ensangrentadas'', sino que ''el Estado reconozca su responsabilidad histórica para que nadie olvide, porque una nación que olvida es una nación que muere''.
Desde el bronx comenzó a presionarse a Gómez para que terminara su intervención. El debate subía de tono. Mota Sánchez regresó a la tribuna a responderle. ``¡Se sigue hablando con ligereza y con frivolidad!'', lo acusó y sostuvo que el Ejército nunca disparó contra la multitud ``sino hacia arriba, hacia el edificio Chihuahua, donde se habían hecho los primeros disparos''.
Después y en relación con la petición de que se reabran los archivos oficiales, Mota Sánchez advirtió que los documentos de la Defensa Nacional ``nunca le van a decir a usted que el Ejército, en toda su historia, el Ejército del pueblo, haya recibido una orden ilegal y la haya cumplido. Las leyes y reglamentos militares impiden que las fuerzas armadas actúen bajo órdenes fuera de la ley''.
Desde su curul, Pablo Gómez lanzó al general dos preguntas: ``¿Qué hacía el Ejército ahí? ¿Sabía usted que militares vestidos de civil estaban en la Plaza de las Tres Culturas?''.
Mota Sánchez respondió: ``Desde que se iniciaron en serio todos los sucesos (movimiento estudiantil) que ponían en peligro la paz interior del país, el Ejército fue llamado por las autoridades civiles a apoyarlas para que no se desbordara la situación. Recuerde usted la guerra fría, recuerde usted la intromisión de otras potencias extranjeras en este movimiento y usted podrá entender por qué el Ejército estaba en Tlatelolco. Quiero decirle además que la Sedena, desde 1993, aceptó la presencia del Batallón Olimpia''.
Gómez quiso seguir interrogando al general, pero éste ya no aceptó y bajó de la tribuna. Como siguió la andanada contra los dichos del militar, oradores después éste volvió a tomar la palabra sólo para aclarar que el Batallón Olimpia había sido organizado para ``apoyar los Juegos Olímpicos''. Benito Mirón Lince y otros gritaron desde sus curules que, entonces, qué era lo que estaban haciendo en Tlatelolco. Mota Sánchez ya no contestó.
José Antonio Román Ť Desde la Plaza de las Tres Culturas, miles de estudiantes marcharon para conmemorar el 29 aniversario de los acontecimientos del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco. Esta vez, el contingente decidió no llegar al Zócalo. La provocación de grupos porriles y chavos banda, que habían llegado antes, obligó a desviar la ruta.
Llegaron al Monumento a la Revolución. Ahí, los oradores exigieron al Congreso de la Unión, al bloque opositor de diputados, inicie inmediatamente un juicio político y se castigue a la culpables de la matanza del 68; rechazaron el llamado ``plan Barnés'' y exigieron la desaparición de los grupos porriles de las diversas instituciones educativas.
Desde lo alto del camión de la Unión de Vecinos y Damnificados (Uvyd), que sirvió de improvisada tribuna, demandaron también al Ejecutivo el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés firmados con el EZLN.
La cita para iniciar la marcha fue a las 16:00 horas en la Plaza de las Tres Culturas. Numerosos contingentes de diversos planteles educativos, llegaron paulatinamente. La ruta trazada originalmente para llegar al Zócalo era Paseo de la Reforma, avenida Hidalgo, Eje Central y Madero.
Sin embargo, casi desde esa hora, grupos de porros y chavos banda y punk, casi medio millar de ellos, arribaban de manera dispersa y atropellada a la Plaza de la Constitución.
A su paso por las calles de Madero y 5 de Mayo destrozaron más de una docena de cristales panorámicos de tiendas departamentales y comercios, asaltaron un camión de refrescos y dos joyerías, lanzaron piedras y botellas de cristal a edificios y viviendas, dañaron múltiples automóviles particulares y enfrentaban a transeúntes y reporteros gráficos.
El ambiente era tenso. Los empleados de los comercios se apresuraban a bajar las cortinas de sus establecimientos. En su recorrido por las principales calles del centro, los patrulleros se apresuraban a decir a los transeúntes, por los altavoces de sus unidades, que corrieran a sus casas. ``Ahí vienen los estudiantes'', decían repetidamente.
Esta acción, junto con los actos porriles, provocó pánico en las personas. Los transeúntes corrieron, se refugiaron en algunos edificios e iglesias. La estaciones del Metro de Hidalgo, Bellas Artes, Allende y Zócalo cerraron temporalmente.
Más tarde, en la Plaza de la Constitución, una patrulla y seis motociclistas recibieron la orden de rodear la monumental asta bandera para evitar que siguiera siendo pintarrajeada. No hubo detenidos. Sólo fue una acción preventiva, señaló el general Víctor Jurado González, responsable de la seguridad en el sector II del Centro Histórico.
En el momento de los desmanes el contingente estudiantil ya estaba en el cruce de Reforma y avenida Hidalgo. Hicieron un alto. Los coordinadores de seguridad y organización iniciaron una evaluación de los hechos que estaban ocurriendo ya en el Zócalo. La larga columna de miles de estudiantes de la UNAM, UAM, Universidad Pedagógica y preparatorias populares y del Colegio de Ciencias y Humanidades, entre muchos otros, iba desde el monumento a Zarco, en el Metro Hidalgo, al Eje Uno Norte. Casi kilómetro y medio.
El alto sirvió también para convocar a la multitud de estudiantes a guardar un minuto de silencio por los caídos en la matanza de Tlatelolco hace 29 años. Un minuto que se prolongó por varios más, con miles de brazos y manos alzadas con la V de la victoria. Por coincidencia, frente a las oficinas de la Procuraduría General de la República (PGR), quedó el grupo de mujeres que exigían, con pancartas, la aparición de decenas de profesores y estudiantes desaparecidos a lo largo ya de casi tres décadas.
A su llegada al cruce del Eje Central y Madero, en el tramo final para llegar al Zócalo, se tomó la decisión. El contingente no daría vuelta a la izquierda para llegar a la Plaza de la Constitución. La orden fue doblar a la derecha y realizar el acto final en el Monumento a la Revolución. Se tomó avenida Juárez.
Durante todo el recorrido, a través del sonido que llevaban los manifestantes, se pedía no caer en las provocaciones. Además, la decisión se tomó junto con los veteranos del 68, que encabezaron la marcha, entre ellos Francisco Martínez Marcué, Fausto Trejo, Enrique Avila, Francisco y Javier Molina y Nicolás López.
La luz del día había prácticamente desaparecido cuando los contingentes, siempre en orden y con los llamados cordones de seguridad, llegaron a su destino. Bajo el monumento se colocó el camión de la Uvyd y desde ahí diversos oradores expresaron sus demandas de justicia y educación.
Varios de los dirigentes estudiantiles que tomaron el micrófono se desligaron de los actos porriles. Denunciaron los hechos de provocación realizados por porros ``manejados desde las propias autoridades''. Inti Muñoz, del Consejo Estudiantil Universitario, responsabilizó directamente al grupo Tres de Marzo del CCH Vallejo y a la Federación de Estudiantes Politécnicos y a la Organización de Estudiantes Técnicos.
Esta vez, la marcha del 2 de octubre, en conmemoración de la matanza de Tlatelolco no llegó al Zócalo, pero estuvo presente en el Monumento a la Revolución.
Por la noche, el noticiero Hechos de Televisión Azteca informó que durante los actos vandálicos que provocaron algunos porros y pandilleros, ajenos a la marcha estudiantil, arrojaron un saldo de dos personas lesionadas: un joven herido de bala, que fue trasladado al hospital Español y una jovencita de alrededor de 15 años, lesionada por el impacto de una bomba molotov. Hasta la medianoche, ni la policía capitalina ni la Cruz Roja habían confirmado estos hechos.
En el hospital Español, a donde, según el noticiero, fueron trasladados los heridos, no se pudo confirmar el dato, y en la Unidad de Urgencias se informó que entre las siete y las nueve de la noche no habían registrado el ingreso de ningún herido.
Claudia Herrera Beltrán Ť 29 años después, protagonistas y analistas del movimiento estudiantil de 1968 rememoraron los momentos más difíciles de esa época, pero ahora desde la perspectiva del triunfo electoral de la izquierda, que para muchos de ellos ha significado el alcanzar aquellos ideales que antes eran una utopía.
Reunidos en el Centro de Estudios Universitarios Londres, Florencio López, Santos Ruiz, Lorenzo Gutiérrez, Carlos Sevilla, Vicente Villamar, Luis del Arco -líderes y participantes activos en el 68- coincidieron ayer que el esclarecimiento de la matanza de Tlatelolco no puede esperar más, sobre todo porque la verdad ``nos enseñará a no cometer los errores del pasado'', como el permitir que el Ejército intervenga en actividades policiacas.
Santos Ruiz, único profesor que se unió al movimiento estudiantil por la democratización de la enseñanza en la escuela de Arquitectura, dijo que 1968 estableció el principio de la conciencia estudiantil y social que antes era una ilusión producto de la política represiva del gobierno.
Dijo que la lucha por la democratización ha empezado de frente y con grandes bríos y ``el gobierno necesita crear conciencia de que es un hecho'', y que la herencia de las revueltas estudiantiles ya está dando frutos.
Los asistentes a la mesa México «68 ¿Qué pasó? coincidieron que pese a las transformaciones sociales que ha vivido nuestro país, todavía hay una herida abierta: casi tres décadas después de los hechos sangrientos no se sabe la verdad.
Florencio López Osuna, quien fuera orador en el mitin en Tlatelolco el día de la matanza y preso político en Lecumberri, aprovechó para hacer un llamado a la sociedad civil y a los diputados para que exijan el esclarecimiento de ese momento trágico, y se manifestó por la reinstalación de la Comisión de la Verdad y el cumplimiento del gobierno de abrir los archivos documentales de esa etapa de la historia de México.
Vicente Villamar Calderón, entonces líder juvenil del magisterio, señaló que debe quedar claro que ese trágico acontecimiento fue un crimen de Estado y fue producto de una ``tiranía política''.
Por ello, consideró que si la izquierda nueva, como calificó al Partido de la Revolución Democrática, quiere continuar en el poder, no debe repetir los errores del pasado y debe mantenerse unida para que pueda hacer un buen ejercicio del gobierno.